¿Dónde está el sujeto revolucionario?
Por MarxLenin Valdés.
Un mundo en crisis y una subjetividad que lo atestigua, pareciera ser, en resumen, todo aquello que dejaremos en herencia a las futuras generaciones; mientras acabamos de asolar al planeta Tierra espiritual y materialmente.
Aunque hay que decir que la idea -muy de moda por cierto- de destrucción planetaria cumple una importante función social para el capitalismo y sus ideólogos y, por tanto, debemos usarla con precaución y sin ingenuidad política. Es más fácil para los dueños del mundo convencernos de que en el proceso de reproducción de la acumulación ampliada del capital -para lo cual explotan y oprimen a más de medio mundo y sus pueblos- es muy probable que nos extingamos por el camino. Así aprovechan para avanzar en su agenda neocolonizadora y si de alguna de sus guerras imperialistas de turno se escapan bombas nucleares, por ellos no quedó, nos avisaron; es más, hasta “lo vieron venir”.
Se detienen aquí, se recrean, entra en escena su maquinaria mediática, que incluye espacios estrellas como el cine, las plataformas de streaming y los videojuegos, para echar a andar materiales de “ficción” en los que se nos muestra -de muchas formas- el show del apocalipsis. Porque, como se repite hoy, es más fácil para la burguesía -o más rentable- destruir el mundo que salvarlo; o lo que es igual: destruir el mundo que transformarlo revolucionariamente. Aunque lo parezca, la idea no es nueva, ya estaba contenida en la valoración marxiana y engelsiana sobre la burguesía en El Manifiesto Comunista.
Se gastan millones en súper producciones cinematográficas, en el marco de la industria hegemónica del cine, para forzarnos a ¿pensar? escenarios de destrucción masiva de la especie humana y, ante esto, sus modos de “escape”. En el fondo, solo se consigue exportar hacia esos nuevos planetas conquistados ficticiamente -mas no superar- las profundas contradicciones entre las dos clases sociales antagónicas fundamentales en pleno apogeo: burguesía vs proletariado. Una especie de “descubrimiento de América” extraplanetario, alienígena.
Más de lo mismo: es para la burguesía un mejor negocio morir y matarnos a todos en el proceso -no sin antes haber convertido su propia muerte en una mercancía- que representar las alternativas de la salvación, porque eso significaría para ella ceder su lugar, dejar de existir. Las dos ideas son incompatibles: salvar el mundo transformándolo en uno mejor o explotarlo hasta exterminarlo; y a los burgueses no les conviene que sepamos pensar y actuar a favor de la opción subversiva. Se empeñan para hacernos olvidar, poco a poco, que somos -en potencia- sujetos de la acción, sujetos revolucionarios.
Aunque sus métodos varíen de forma, persiguen un único fin: desterrar de nuestras conciencias cualquier chispa de insubordinación al orden de cosas actuales liderado por dicha clase. Para eso apelan a la violencia estructural que inunda cada esquina del sistema de relaciones sociales mundial, para que no quede alguien sin recibir su dosis. No importa en qué punto geográfico nos encuentre, la burguesía sabe cómo fabricar sus misiles ideológicos de alta precisión; no repara en los costos, solo en los resultados. No distinguen, por ejemplo, entre masacrar deliberadamente a niños y mujeres palestinos -para que no sobreviva quienes sostengan en el tiempo la defensa de su pueblo-, o un “inocente” y muy cómico meme que ridiculiza al marxismo -justamente la ciencia que surgió para superar el capitalismo-; lo que busca es anularnos como sujetos de un cambio que amenace su estructura de poder.
Sin embargo, el rango de acción y la intensidad de su ofensiva -aunque no lo quieran- está marcado por la existencia y vivacidad de la lucha de clases: proletariado vs. burguesía. De todas las clases que hoy se enfrentan a la burguesía -decía Marx- solo el proletariado es una clase verdaderamente revolucionaria. Pero ella es experta en disfrazar las cadenas con las que nos atan, en “adornar” la explotación, en resetear la memoria histórica de los pueblos oprimidos, en caricaturizar a los verdaderos héroes de la emancipación humana, en reinventarse; en cambiarlo todo, aunque solo sea en apariencias.
Por eso el ejemplo de Cuba sigue siendo vital en la geopolítica contemporánea. Por eso Estados Unidos, a partir de 1959, nunca nos toleró, porque la Cuba socialista es una pesadilla para el sistema capitalista mundial, un error de “la Matrix”; un lujo que no pueden darse. Somos -aún y a pesar de todo- la diferencia en la semejanza, en esa estandarización material y espiritual que la burguesía provoca. ¿Por cuánto tiempo más? Depende de los revolucionarios cubanos y las alternativas que encuentren o mejor, que creen, para continuar marchando por y para los humildes.
¿Quién es el sujeto revolucionario cubano? No es un ente abstracto, no es una entelequia marxiana, no es una deidad que hay que convocar solo en épocas de crisis; él es la suma orgánica del pueblo que es héroe de su cotidianidad y que con su actitud combativa salva a la Revolución. Porque no hay Revolución cubana sin pueblo cubano. Es el protagonista, anónimo en tanto no se publican sus nombres, pero real en tanto en él se deposita todo el peso de la Nación. No es una denominación pasada de moda o salida de manuales dogmáticos, es la viva encarnación material del empuje de un país.
¿Dónde está ese sujeto revolucionario? Cambia de cuerpos pero no de epopeya. Está en cada cubana y cubano -de origen y de convicción- que decidió no encerrarse en su individualidad para sentir y actuar en colectivo. Está en la ciudadanía activa que se enfrenta a lo mal hecho, a la burocracia, al sinsentido, a la mala educación, a la vulgaridad, al abuso de poder, a las desigualdades, a las injusticias. Por ello, al sujeto revolucionario cubano no basta con nombrarlo, hay que acompañarlo, sumársele, protegerlo, incentivarlo, levantarle la moral, escucharlo, saberlo entender. Hay que hacerlo consciente de la hazaña que ha realizado “en la lucha final”, de la capacidad que tiene para transformar el mundo mientras siga haciendo de Cuba un país de bien. Un sujeto revolucionario para nuestro pueblo y para otros que luchan por su dignidad tiene que saberse, también, sujeto y ciudadano del mundo.
Cuando Fidel nos convocó a que lucháramos por nuestros sueños de justicia para Cuba y para el mundo, puede que también nos estuviera convocando a concientizar la importancia del sujeto revolucionario -es decir, del pueblo cubano- en la salvación de tanta subjetividad enferma a escala planetaria. Para hacerlo solo hay una vía: perpetuar el ejemplo del mundo moral que encarnó -y encarna- la Revolución cubana como alternativa justa; lo cual, a su vez, solo es posible si no la dejamos sucumbir, si continúa tal cual debe ser: subversiva del capitalismo y la burguesía.
(*) Dra. C. y Prof. Titular de marxismo, en la Facultad de Filosofía e Historia, de la Universidad de La Habana.
Tomado de Cubadebate .