CBC y la narrativa sesgada de la guerra en Gaza
Una exproductora de televisión y radio de la cadena canadiense CBC News Network, identificada con el seudónimo de Molly Schumann, contó cómo fue disciplinada en esa entidad por “apasionarse” e intentar reflejar la verdad de la situación en la Franja de Gaza.
Según reveló en un artículo publicado en el sitio digital The Breach, su productor ejecutivo le instó en varias ocasiones a ser imparcial, lo cual significaba para él no propiciar criterios en los que el gobierno sionista quedara mal parado; y si no, “tal vez debía tomarse una licencia por salud mental”.
Hasta ese día (seis semanas desde el inicio del genocidio), el ejército de “Israel” había asesinado a más de 11 mil palestinos, la mayoría de ellos mujeres y niños, pero el canal sostenía un patrón de doble rasero para su narrativa y cancelaba invitados palestinos o sometía a escrutinio sus declaraciones.
Estol preocupaba a Schumann, pero ante sus propuestas de otro abordaje se mostraban asustados y luego le indicaron tajantes “no cruzar la línea”.
Incluso la acusaron de antisemitismo y de herir los sentimientos de algunos colegas, a pesar de ser hija de una víctima del holocausto, pues su padre desde niño lidió con el trauma y la culpa de sobrevivir a su familia, asesinada por los nazis.
Para Schumann, la línea editorial respecto a la guerra entre “Israel” y Palestina procuraba “oscurecer la historia y desinfectar la realidad contemporánea”. Aunque ya no era posible ignorar la ocupación militar activa más larga del mundo, el canal no estaba bien equipado para informar sobre el tema.
La CBC pasaría los meses siguientes en el blanqueo de los horrores sionistas, y prueba de ello es que jamás se aplicó escrutinio a los funcionarios y expertos israelíes, pero se trataba con sospecha a los familiares de los atrapados en Gaza.
Ante ese doble rasero, su reacción fue subiendo de leve (por miedo a perder las posibilidades de ocupar un mejor puesto) a cada vez más indignada, y su carrera en el canal dejó de parecerle importante, hasta que dimitió.
“Si los periodistas de Gaza estaban sacrificando sus vidas para decir la verdad, al menos debería estar preparada para correr algunos riesgos”, razonó entonces.
¿Cómo podrían esgrimir acusaciones falsas de antisemitismo contra ella, de ascendencia judía? Pero lo hicieron.
El despertar del 7 de octubre cambió su vida profesional, aseguró en su confesión mediática. Antes del inicio de la actual epopeya Diluvio de Al Aqsa, el tema palestino no era muy abordado, y los directivos eran reacios a presentar su lucha como legítima o abordarla a profundidad.
Varios intentos de abordar los crímenes de “Tel Aviv” dieron contra una pared no admitida abiertamente por CBC, y a partir de octubre de 2023 el efecto de los prejuicios se aceleró, pero solo contra los palestinos.
Mientra no había reparos en emitir las arengas genocidas de funcionarios israelíes o las mentiras para incriminar a Hamas, cuestionaban el uso de la palabra “asediados” o las referencias a la “situación de los civiles palestinos” como resultado de la guerra y el bloqueo.
Según cuenta, por primera vez en su carrera le exigieron verificar los testimonios de posibles víctimas y aclarar descargos de responsabilidad del canal, un estándar solo aplicado a los temas palestinos.
Recordó entre los hechos más parcializados en la CBS cómo a un ex funcionario estadounidense le permitieron repetir en directo una serie de afirmaciones falsas, como la supuesta decapitación de bebés por parte de Hamas, o que los civiles palestinos estarían protegidos en el sur, cuanto los convoyes eran bombardeados en las “rutas seguras” por el ejército israelí ante los ojos del mundo.
Contó también como la mayoría de los invitados palestinos querían hacer entrevistas en vivo para evitar el riesgo de que sus palabras fueran editadas o no transmitidas, y así fue en demasiadas ocasiones, opinó la testimoniante, aunque no percibió instrucciones explícitas de sus colegas de alto nivel para forzar las entrevistas pregrabadas.
De igual modo, denunció cómo la mayoría de los programas de la cadena parecían evitar cualquier mención de “genocidio” en el contexto de Gaza, incluso si el testigo era alguien que había perdido a 50 de sus familiares en los bombardeos, o si el hecho podía inferirse directo de las declaraciones de autoridades israelíes.
La exproductora detalló en The Breach numerosos casos de esas censuras, negadas por la CBS, e insistió en la ausencia del término en la cadena, sostenida hasta la cobertura del procesamiento de “Israel” en la Corte Internacional de Justicia, a principios de este año.
Aún sin ser oficial o pública, la CBS tenía una especie de lista negra secreta de activistas o profesionales palestinos cuya presencia no era bienvenida, corrobó Schumman, y si algo se filtraba de esas personas desaparecía de la base de datos compartida de CBC.
También aseveró que los invitados palestinos tolerables eran los “tristes y dóciles”, pues no analizaban su sufrimiento ni ofrecían una solución, pero no querían a alguien lleno de justa indignación hacia los gobiernos cómplices del desplazamiento y asesinato de su familia.
“Mientras los productores angustiados por la cobertura de Gaza de la CBC hablaban en susurros, los colegas proisraelíes se sentían cómodos haciendo comentarios deshumanizantes sobre los palestinos en la sala de redacción”, lamentó la comunicadora.
Tras un tiempo de “caminar sobre la cuerda floja”, para conservar cierta integridad periodística y al mismo tiempo mantener intacta su carrera, decidió dejar su empleo.
Explicó sus razones de conciencia en su equipo, y mencionó otros casos de mala praxis periodística por ceder a presiones de grupos de derecha como Honest Reporting Canada, que violentaba al personal y amenazaba a los directivos.
Según una encuesta de The Breach, el sesgo antipalestino en el lenguaje es omnipresente en todas las plataformas, reconocido incluso por CBC, para quienes sólo era brutal el asesinato de israelíes, porque el de los palestinos ocurría “de forma remota”.
A algunos de sus colegas les hubiera encantado haberse marchado, pero las responsabilidades financieras y familiares se lo impidieron, aseveró la denunciante.
Intentos previos a la guerra de mejorar la cobertura sobre ese conflicto fueron descartados y sus promoventes amenazados por quienes mueven los hilos de los medios desde el lobby proisraelí.
A través de HonestReporting Canadá (financiado por multimillonarios) y grupos proisraelíes similares, como el Comité para la Exactitud de los Informes sobre Oriente Medio en América (CAMERA) y la Misión Canaria, emplearon tácticas variadas para silenciar a periodistas, académicos y activistas.
Su renuncia, el 30 de noviembre pasado, fue un alivio, para no sentirse más cómplice en la fabricación de consentimiento mediático para una guerra genocida de venganza.
“A pesar de mi experiencia, sigo creyendo en la importancia de que la emisora nacional actúe en beneficio del interés público informando independientemente de los intereses gubernamentales y corporativos, presentando la verdad y ofreciendo una amplia gama de perspectivas”, escribió en The Breach.
En el futuro los historiadores examinarán las muchas formas en que la CBC y el resto de los principales medios de comunicación no informaron con sinceridad sobre este genocidio en desarrollo, y con ello aceleraron su deslegitimación como fuentes de noticias confiables, reflexionó Schumman.
Aunque no de forma pública, algunos colegas le dieron la razón, pero ella cruzó la línea al decir en voz alta lo que muchos en CBC pensaban, y ella misma no habría hablado si no hubiera decidido dimitir, reconoce.
Desde su perspectiva, si bien hay varios periodistas de alto nivel de la CBC comprometidos con la defensa de “Israel” sin importar sus acciones, otros siguen el camino de menor resistencia, porque los empleos a tiempo completo son escasos y todos viven bajo amenazas de recortes inminentes.
“Ser periodista es un gran privilegio y responsabilidad, especialmente en tiempos de guerra. Estás seleccionando las noticias para la audiencia; decidir qué hechos incluir y cuáles omitir; eligiendo qué perspectivas presentar y cuáles ignorar. Creo que un buen periodista debería ser capaz de tener una mirada crítica, no sólo sobre las noticias, sino también sobre su propia información. Si no puede hacer esto, no debería ejercer la profesión”.
Sin embargo, valoró en su artículo, el problema trasciende a la CBC y es visible en las redacciones de todo el mundo occidental. Pero es un deber moral arrojar luz sobre ello y animó a otros colegas a hacerlo de maner colectiva.
Quienes se niegan a participar en el encubrimiento de crímenes de guerra deben hablar con compañeros con ideas afines sobre cómo tomar acción colectiva; acercarse a su delegado y representante sindical; y documentar casos de doble rasero en sus redacciones y compartirlos con otros trabajadores de los medios, instó la profesional canadiense.
“Fue aterrador, pero no me arrepiento de haber hablado. Lo único que lamento es no haber escrito esto antes”, concluyó su artículo en The Breach.