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La naturaleza humana del desastre

A consecuencia del calentamiento global y la actividad humana, ha sido notable el impacto de los desastres climáticos en Latinoamérica y el Caribe en 2023.

Un total de 37 eventos ciclónicos han sido previstos para esta próxima temporadade huracanes, cuando aumenta el riesgo por las temperaturas oceánicas históricamente cálidas para esta época del año.

En junio comenzó oficialmente el periodo activo de huracanes en el Atlántico y este 2024 anticipa que puede ser récord, con la formación de 17 organismos ciclónicos en este océano. Los meteorólogos advierten que las tormentas pueden ser más intensas y numerosas de agosto a octubre, en temporada extendida hasta noviembre. El océano Pacífico no se queda atrás, al preverse unas 20 formaciones de este tipo.

El precedente lo ratifica. La Organización Meteorológica Mundial (OMM) afirmó que -desde que se llevan registros- el 2023 fue el año más caliente y alertó de la amenaza en ciernes sobre las zonas costeras y pequeños Estados insulares del Caribe, como consecuencia del derretimiento acelerado de los glaciares y el aumento del nivel del mar en el litoral atlántico.

Los fenómenos hidrometeorológicos pueden ir desde las depresiones y tormentas tropicales, hasta los huracanes fuertes e intensos, dado que las aguas del Atlántico ya están más calientesde lo normal, indica el Centro Nacional de Huracanes de Estados Unidos (NHC, por sus siglas en inglés).

A ello se suma el evento La Niña, originado por la corriente fría de Humboldt, que se desplaza en dirección norte desde la Antártida, por la costa occidental de Sudamérica (Chile y Perú) afectada por una corriente de Asia, que viene caliente.

Entendamos que las aguas calientes prevalecen en la superficie y las frías se sumergen más. Entonces, subirá la temperatura de sur a norte del océano e influirá en la corriente ecuatorial; la resultante esla formación de más huracanes, algunos de gran intensidad. La tormenta perfecta.

Cuestión de horas

Otis se mantuvo como una tormenta tropical hasta la tarde del 24 de octubre del 2023, con vientos sostenidos de 100 kilómetros (65 millas) por hora. En ese momento se encontraba a unos 335 kilómetros (210 millas) al sur-sureste de Acapulco. En cuestión de horas, sin dar tiempo a nada, rápidamente se intensificó hasta convertirse en un gran huracán categoría 5.

Con vientos sostenidos de 270 kilómetros (165 millas) por hora, intensas marejadas, inundaciones y deslizamientos de tierra, aquel vendaval tocó tierra próximo al famoso balneario. Dejó pérdidas millonarias en una de las regiones turísticas (dañó 7.172 hectáreas) más importantes del país latinoamericano; heridos que requirieron asistencia inmediata y decenas de muertos.

Según reportes de prensa, Otis ha sido el huracán más fuerte y de más rápido fortalecimiento en la costa del Pacífico de México. Rompió récords regionales por la fuerza y velocidad de su intensificación, azolando al estado de Guerrero con marejadas ciclónicas, inundaciones y deslizamientos de tierra y severos daños a la infraestructura.

Después delhuracán Otis sobre las costas de Acapulco y otros cinco municipios en Guerrero, Carlos Ruiz Abad, maestro en geografía por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), señaló que hay probabilidad de que el desastre se repita. “Si un sistema de tormenta tropical llega a esta zona, podría intensificarse rápidamente y acercarse a tierra”.

Fue favorable a la formación de este tipo de fenómenos la agudización de El Niño-Oscilación del Sur – ENOS, el aumento de la actividad ciclónica en el Pacífico y su disminución en el Atlántico. El récord -desde marzo de 2023- de la temperatura de los océanos, la ampliación de las zonas o “piscinas” de agua cálida y dulce de las lluvias en la superficie del mar, que pudo alterar la salinidad, provocó que Otis se “nutriera” con un gran volumen de agua caliente a mayor profundidad, aumentando su fuerza.

La amenaza de huracanes difíciles de predecir y más intensos expresa una limitación para el emplazamiento y hasta el diseño de los sistemas de alerta temprana hidrometeorológicos y sísmicos. Ante las pérdidas materiales, el Gobierno de México invertirá 61.313 millones de pesos en la reconstrucción de Acapulco y beneficiará a miles de personas en las zonas devastadas en Guerrero.

 

Caribe en mayor riesgo

Si nos enfocamos en el océano Atlántico, la formación de estos organismos meteorológicos entre el 2000 y 2020 promedió anualmente 17 huracanes. Del total de ambos océanos, 23 fueron categoría 5.

Según datos de las Naciones Unidas, el ciclón más fuerte del Atlántico con impacto directo a tierra, ocurrió en septiembre de 2019 y se llamó Dorian. Transformado en un “catastrófico” huracán de categoría 5, golpeó con fuerza las islas Ábaco, al noroeste del archipiélago de las Bahamas, con vientos superiores a 350 kilómetros por hora y una marejada ciclónica de7 metros sobre el Caribe. Al llegar a tierra, bajó la velocidad y devastó miles de hogares, al permanecer durante 26 horas de forma casi estacionaria sobre más de 57 000 personas en Gran Bahama. Para quienes lo han vivido, en esos minutos no hay un después.

El huracán Dorian impactó las Bahamas en septiembre de 2019 y devastó miles de hogares / Foto: La Vanguardia

Sin embargo, el profesor de la UNAM dice: “No se deben satanizar los huracanes. Recordemos que el desastre nunca es natural; siempre está asociado a la población (…). Cuando los países no invierten en términos de protección por fenómenos como estos, los impactos serán mayores”. Deben entenderse como oportunidades para tener más agua en zonas que sufren de fuertes sequías, refiere Ruiz Abad. Así llegan a su mente las imágenes de los haitianos, azotados por huracanes y tormentas, que derivan, junto con factores como la seguridad y la inestabilidad política, en una crisis económica.

Los países del Caribe, están en mayor riesgo. Para no olvidar, al norte de Trinidad, sucedieron 73 impactos de huracanes trascendentes entre 1900 y 1988, igualmente en las costas de México, el sureste de los Estados Unidos, Centro América, al norte de Panamá.

Los huracanes también se originan en el noreste del Pacífico, desde donde pueden afectar la costa occidental de México (Tomblin, 1979). Las conocidas Indias Occidentales constituyen un grupo de archipiélagos localizado entre los Estados Unidos y la costa norte de América del Sur, y separa el Mar Caribe o Mar de las Antillas del océano Atlántico.

 

Combustible para la tormenta

La clave está en la combinación de temperaturas oceánicas cálidas y la ausencia de lo que se conoce como cizalladura del viento; es lo mismo que cuando el viento cambia de dirección y velocidad, a diferentes alturas de la atmósfera. Cuando modifican la altura, las nubes se desploman y no pueden crecer en línea recta, lo que impide que los sistemas tropicales se intensifiquen.

Ahora bien, el agua con temperatura superior a 26° Celsius y el aire caliente que se encuentra justo encima de ella, proporcionan el combustible para la tormenta. Así lo afirma Matt Rosencrans, del Centro de Predicción Climática de la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica de EE.UU. (NOAA, por sus siglas en inglés), quien sostiene que la intensidad de una tormenta depende en mayor medida del contenido de calor en los primeros 100 metros de profundidad del océano.

Actualmente, las temperaturas han alcanzado máximos históricos en la superficie del mar, en el Atlántico tropical. Desde la costa de África hasta las de América Central,están 1.2 °C por encima de lo normal.

Como resultado del patrón climático recurrente El Niño-Oscilación del Sur(ENOS), que suele durar entre 9 y 12 meses y variar su intensidad, las aguas del Pacífico tropical central y oriental se calientan y enfrían, durante periodos que oscilan entre tres y siete años.

Esas temperaturas tan cálidas inciden en la trayectoria de “la corriente en chorro” del Pacífico, que provee un clima más seco y caliente al norte de Estados Unidos y Canadá, como también condiciones más húmedas sobre la costa del Golfo y el sureste. En Latinoamérica, este fenómeno causó un récord de desastres en 2023 y las previsiones son alarmantes. Quienes viven en torno al Caribe y el Golfo de México, deben prepararse.

La NOAA anunció que entre los meses de abril y junio finalizaba El Niño. Para los meses de máxima actividad ciclónica, es probable que haya cambiado completamente a La Niña, Oscilación del Sur (AENOS). Aunque su frecuencia e intensidad pueden durar de 9 meses a 3 años, no sigue un calendario fijo.

Debido al calentamiento global y a la actividad humana, ha sido notable el impacto de los desastres climáticos en Latinoamérica y el Caribe en 2023. Por ejemplo, la reciente “catástrofe” en Brasil. En cuatro días cayó la cantidad de lluvia esperada para toda una temporada en el sur de ese país, territorio que en menos de un año ya ha sufrido cuatro desastres climáticos.

En cuatro días, en Río Grande del Sur cayó la cantidad de lluvia esperada para toda una temporada en el sur de ese país / Foto: EFE

Algunos foros medioambientales brasileños señalan que la coyuntura meteorológica es consecuencia del resquebrajamiento de la legislación sobre el medio ambiente y que regula la licitación de obras públicas.

Desde el 2015, durante la gestión de la expresidenta Dilma Rousseff, se hizo pública la adaptación del país a la crisis climática a través de las políticas públicas, con el documento “Brasil 2040: escenarios y alternativas de adaptación al cambio climático”. El estudio previó el aumento en un 15 por ciento de las lluvias en la región sur del país y las consecuencias están ahí. Entretanto, la mayoría conservadora del Congreso de los Diputados flexibilizó el Código Forestal y estableció reglas que contribuyen a la deforestación de áreas protegidas.

En Río Grande do Sul, el gobernador Eduardo Leite, es afiliado al Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB). Desde que asumió en 2019, fue acusado por recortar o modificar 480 puntos del Código Ambiental de su estado. Destaca la flexibilización de los requisitos y la autocertificación para la concesión de licencias ambientales, a favor de intereses empresariales, lo que desató la oposición de los ambientalistas de Rio Grande do Sul.

Francisco Milanez, presidente de la Asociación Gaucha para la Protección del Medio Ambiente Natural (Agapan), manifestó que hay un retroceso de 40 años en la legislación ambiental de este estado. Durante 2023 el Ayuntamiento de Porto Alegre, la capital de Río Grande do Sul, no hizo ninguna inversión en la prevención de las inundaciones pese al presupuesto de 84.5 millones de dólares, según datos del Portal de Transparencia.

El Gobierno federal, liderado por Luiz Inácio Lula da Silva, declaró el estado de calamidad en 336 municipios de Río Grande do Sul, para que reciban fondos federales más rápidamente. Estiman unos 10.000 millones de dólares para reconstruir Rio Grande do Sul, donde se intensificó la ayuda humanitaria para socorrer a la población. A finales de mayo, el Gobierno brasileño comunicó que el número de fallecidos era de 169, estaban desaparecidas 56 personas y 2.3 millones de riograndenses -residentes en 469 municipios- habían sido afectados por la tragedia climática. 

Actualmente el Gobierno federal tiene mapeados 1.942 municipios brasileños que son susceptibles a desastres asociados a deslizamientos, inundaciones, torrentes y riadas, lo que representa casi el 35 por ciento del total de ciudades.

Para nadie es un secreto que las emisiones de gases de efecto invernadero en Brasil se acrecentaron durante el Gobierno del expresidente de ultraderecha Jair Bolsonaro, cuando llegaron a niveles de hace más de 15 años. La deforestación en la Amazonía brasileña aumentó drásticamente al favorecer Bolsonaro el avance de la agricultura y la minería en esa región. La mayor selva tropical del planeta, el año pasado sufrió una sequía histórica.

La cifra de emisiones de gases de efecto invernadero convierte a Brasil en el sexto mayor emisor del mundo, después de China, Estados Unidos, India, Rusia e Indonesia, dijo en un comunicado Marcio Astrini, secretario ejecutivo del Observatorio del Clima, integrado por más de un centenar de entidades ambientalistas y de investigación brasileñas. “Brasil es un país que sufre mucho por el cambio climático, que trae perjuicios sociales y económicos: gente que muere y gente que lo pierde todo”, lamentó Astrini.

El presidente Lula, quien asumió el cargo en enero del 2023, ha prometido poner fin a la deforestación ilegal para 2030. Muy cerca de la selva tendrá lugar la COP 30, con la pauta ambientalista encabezando sus prioridades. Las Naciones Unidas ha elegido a Brasil para acoger la reunión internacional sobre el clima, en la ciudad amazónica de Belém do Pará, en 2025.

“Brasil llegará a la COP con sentido de emergencia climática […] y con la frente en alto, porque conseguimos una reducción de 49,5 por ciento de deforestación, en 10 meses de gobierno del presidente Lula”, dijo Marina Silva, ministra de Medioambiente y Cambio Climático.

La lucha medioambiental es ardua en prácticamente todo Brasil. En mayo del año pasado, el Congreso de los Diputados, de mayoría conservadora, flexibilizó el Código Forestal y estableció reglas que contribuyen a la deforestación de áreas protegidas.

 

Un trágico recordatorio

Múltiples han sido los mensajes de solidaridad para Brasil, por las inundaciones en el sur del país. Se produjo “un gran cambio” en la distribución de las precipitaciones, que causó sequías e incendios forestales y también inundaciones y deslaves. “Esta catástrofe es un trágico recordatorio de cómo los peligros climáticos cada vez más intensos y frecuentes socavan el desarrollo socioeconómico”, destacó la secretaria general de la OMM, Celeste Saulo.

“América Latina y el Caribe se han visto gravemente afectadas por los efectos de El Niño que se suman, por supuesto, a los de cambio climático inducidos por la presencia humana (…) En todos los tipos de variables climáticas y ambientales se han batido récords durante 2023”, dijo Saulo, a nombre de la agencia de la ONU, en su último informe sobre el estado del clima en esta región.

Once millones de personas en Latinoamérica y el Caribe se vieron afectadas por desastres relacionados con el clima en 2023, “lo que resultó en pérdidas económicas de más de 20.000 millones de dólares”, enfatizó Paola Albrito, directora de la Oficina de la ONU para la Reducción del Riesgo de Desastres (Undrr). “Lamentablemente, estamos viendo cómo esto ocurre ahora en Brasil”, dijo al tiempo que felicitó al Gobierno brasileño por la operación de socorro.

La OMM recordó que en febrero de 2023 también las excesivas lluvias dejaron aisladas a muchas comunidades, desampararon a miles de personas y provocaron decenas de muertos por deslizamientos de tierra e inundaciones en el estado de São Paulo, al sureste de Brasil. Igualmente mencionó el impacto de noviembre en Jamaica, Haití y República Dominicana, sin dejar de reiterar el huracán Otis del pasado octubre en México.

El Centro de Investigación de la Epidemiología de los Desastres (CRED) reportó en 2023 un total de 67 episodios de desastres meteorológicos, hidrológicos y climáticos en la región, la mayoría vinculados a tormentas e inundaciones. Y ya este año, con la anunciada activa temporada ciclónica del 2024 -por su ubicación geográfica- la mayor de las Antillas recibió un pronóstico. “El peligro de que Cuba sea afectada por al menos un huracán es de un 80 por ciento (%) de probabilidad”, indicó el Instituto deMeteorología (Insmet).

Entre las catástrofes climáticas de 2023, la OMM destacó la intensa sequía que produjo un mínimo histórico -en más de 120 años de mediciones- del nivel del río Negro en la Amazonía brasileña y está secando la vía navegable más famosa de Centroamérica, el Canal de Panamá.

Entre las catástrofes climáticas de 2023, destaca la intensa sequía que afectó al Canal de Panamá/ Foto: EFE

La falta de lluvia y el fenómeno meteorológico de El Niño han contribuido al año más seco en los 110 años de historia del canal de Panamá, aunque la relatoría señala también los años 1997-98 y 2015-16. Panamá, con 4.5 millones de habitantes, es uno de los lugares más húmedos del planeta, por lo que la zona que rodea al canal recibía 2.5 metros de lluvia al año, como promedio, de mayo a diciembre.

También Argentina viene de años difíciles a consecuencia de la sequía, en materia de producción agropecuaria y ganadería. Por falta de lluvia, el 2023 cerró como el peor año para la industria sojera, según registros de los últimos 19 años, lo que desmereció su lugar como mayor proveedor mundial de harina producida a partir de ese rubro.

Las bajas precipitaciones y las variaciones en el climason un coctel complejo. Lo saben en Uruguay, porque sufrieron la peor crisis hídrica en 70 años. Debido a la sequía que azotó su territorio durante tres años,1.7 millones de personas fueron afectadas en 2023 por el deterioro del agua corriente, que se volvió salada e imbebible. El sector agropecuario registró, entre 2022 y 2023, pérdidas por unos 1.880 millones de dólares, un tres por ciento del PIB nacional.

Entre el calor y la subida del mar

Entretanto, algunas imágenes aéreas ofrecen una mirada -histórica- sobre la superficie de los glaciares. Se estima que los glaciares tropicales se han reducido en un 42,6 por ciento en Bolivia, un 41,19 por ciento en Perú y un 36,3 por ciento en Ecuador.

En el Atlántico sur y en las zonas subtropical y tropical del Atlántico norte, se acelera la subida del nivel del mar. La OMM advirtió también que el ritmo de incremento supera la media mundial. Utilizan como referencia el glaciar Echaurren Norte, de Chile. De acuerdo con el informe del Servicio Mundial de Vigilancia de Glaciares (WGMS), perdió unos 31 metros de equivalente en agua entre 1975 y 2023.

Mientras tanto el calor nos hace padecer. La temperatura más alta registrada -hasta ahora- en Latinoamérica y el Caribe fue en 2023. Estuvo 0,82°C por encima de la media del período 1991-2020, y 1,39°C por encima del valor de referencia del período 1961-1990, refirió la OMM. En México, se registró 51,4ºC en agosto de 2023, con el calentamiento más rápido en toda la región.

En pleno invierno austral, algunas zonas de Brasil marcaron 41ºC. Igualmente fue abrasador, de agosto a diciembre pasado, en la región central de Sudamérica. Grandes incendios forestales acompañaron las olas de calor enArgentina, Brasil, Bolivia, Paraguay y Perú.

Con ello viene la insalubridad. Son 24 países de la región los que reportan casos de dengue. En lo que va del 2024, casi 5 millones de personas lo padecen, superando el record del 2023 en igual período. Temporadas de calor abrasador y lluvias intensas, propician altas tasas de trasmisión en Argentina, Paraguay y Brasil. Ya en Guatemala, el Ministerio de Salud ha declarado una emergencia sanitaria nacional debido al aumento del número de casos a casi 15.000 personas.

En la naturaleza no hay recompensas ni castigos, hay consecuencias. Bien lo dijo el líder indígena y expresidente boliviano Evo Morales Ayma: “La Tierra no nos pertenece, nosotros pertenecemos a la Tierra”. ¿Qué hacemos cada uno para merecerla?

Foto: Agencia Brasil

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