Internacionales

Más de seis décadas de la injerencia de la CIA en Venezuela (III y final)


Por José Luis Méndez Méndez*/ Colaboración Especial
Resumen Latinoamericano

Cuando desempolvaron y activaron al durmiente Edmundo González Urrutia, su carta astral le ocultó algunos pronósticos entre ellos, que sería derrotado y detenido por jugar la carta del terrorismo tras el fracaso en las urnas, varias denuncias lo colocaron como un fiel servidor de agencias de Estados Unidos. Como virgo, se declara servidor de sus obligaciones, pero ni la conjunción de los planetas acompañantes ni su táctica personal de nunca tomar partido y definirse sobre un tema u opinión le valdrá para que la Justicia de Venezuela lo sintonice con la consecuencia de sus actos u omisiones. La llamada “madre patria”, lo acogió para preservarlo de la justicia de su país.
Eruditos en temas del éter y las redes sociales salieron al paso para desacreditar la denuncia, que lo sindicaban de servidor de la CIA, algunos gritaron eureka cuando descubrieron matices de lo encontrado, pero lo que no niega su currículo es que sirvió en la Embajada venezolana en El Salvador entre 1981 y 1983, años de cruentos crimines en ese país como la tenebrosa y brutal Operación Centauro.
Además, está documentado, estudiado y analizado todo el proceso de la presencia de los servicios de inteligencia de Venezuela en el conflicto centroamericano, en particular en El Salvador, Nicaragua y Costa Rica.
Varias investigaciones como las del catedrático Aníbal García Fernández, de la Universidad Autónoma de México; los resultados obtenidos por la afamada investigadora uruguaya Anabel Alcaide Pérez; los aportes del académico Ariel Armony C. y las del autor de estas notas por más diez años, validan sin lugar a dudas la presencia de asesores y represores venezolanos en Centroamérica entre 1979 y 1989.

Son recomendados los documentos atesorados en colecciones argentinas y los archivos estadounidenses en torno a la presencia venezolana en Centroamérica, en concreto en El Salvador.
Se ha acreditado la participación venezolana en El Salvador, poniendo especial atención en la complicidad y colaboración de agentes venezolanos de la Dirección de Inteligencia Militar (DIM), la CIA, los militares salvadoreños, ex guardias nicaragüenses que formaron parte de la “contra” y los vínculos con políticos costarricenses.
Esto permite caracterizar, que la política exterior venezolana hacia Centroamérica era de un aparente apoyo a una posible salida democrática, consolidada en los sectores democratacristianos, como en el caso salvadoreño. Aunque mantuvieron la visión de un mundo bipolar, la coincidieron en la necesidad de debilitar a las organizaciones guerrilleras en Centroamérica y preconizar el antagonismo con Cuba. Esta intervención política venezolana en un conflicto ajeno tributó a los intereses estadounidenses y llevó a Venezuela a mantener una diplomacia paralela. Por un lado, el gobierno apoyó como medio una salida negociada y democrática sustentada por partidos democratacristianos y por otro lado, apoyó operaciones con la CIA y la contra nicaragüense, luchó contra la guerrilla salvadoreña, y apuntaló la frágil estabilidad costarricense, dominada por los contras nicaragüenses asentados en su territorio y operando desde ahí contra Nicaragua. En esa zona se destaparía años después la Operación Irán-Contras, con el derribo de un avión de la CIA transportando pertrechos para la contra, allí asentada..
Aunque Venezuela intentó que no se descubriera su convergencia con intereses estadounidenses y aparentar mantenerse autónoma respecto de su política exterior, está documentado que, si bien no tuvieron una actitud netamente subordinada, había el reconocimiento de intereses paralelos y acciones conjuntas en algunos casos como en El Salvador y Nicaragua.
En términos regionales, buscaban evitar la radicalización de los gobiernos centroamericanos hacia posiciones de izquierda, defendieron la detente de Estados Unidos, de evitar a toda costa al ascenso hacia su frontera sur de gobiernos contrarios a sus designios. Política instrumenta por el republicano Ronald Reagan, quien asumió el poder en enero de 1981. A partir de entonces las embajadas de Venezuela en la región se fortalecieron, precisamente en la fecha en que son designados Leopoldo Castillo, quien asumió su cargo diplomático el 12 de noviembre de 1981 y el escurridizo Edmundo González Urrutia, ahora cobijado por la Moncloa.
La “Operación Centauro”, es un ejemplo de la presencia de los venezolanos en El Salvador. En un telegrama enviado por el embajador estadounidense Frank J. Devine en El Salvador a la Secretaría de Estado indica haber sostenido una conversación con el coronel Adolfo Arnoldo Majano, quien lideró el golpe de Estado del 15 de octubre de 1979, en la que discutieron la multilateralización de la ayuda militar a El Salvador. Esa ayuda militar procedía de Honduras, Argentina, Venezuela, e incluso con el apoyo de la dictadura chilena que se sumó a la guerra civil en El Salvador.
La “Operación Centauro”, dirigida al exterminio de todo apoyo religioso a los esfuerzos progresistas en la zona, que cobró repercusión universal con el asesinato del Monseñor Oscar Arnulfo Romero el 24 de marzo de 1980, fue denunciada por Enrique Álvarez Córdova del Frente Democrático Revolucionario (FDR) en ese año. Según el acusador la inteligencia venezolana infiltró agentes que apoyaron a la Junta Militar. La operación estuvo controlada por Euclides Delgado, quien tuvo fuertes vínculos con el coronel salvadoreño La Rosa, por ese año jefe de la Escuela Militar de El Salvador.

Los preparativos comenzaron desde el mismo triunfo de los sandinistas en julio de 1979, de inmediato la CIA coordinó un curso de inteligencia y contrainteligencia en Caracas en la cual participaron 20 agentes de la Dirección de Inteligencia Militar (DIM) venezolana. Entre los agentes que aprobaron el curso se encontraban Rigoberto Martínez, Luis Jiménez y Carlos Ríos, quienes fueron asignados a la embajada venezolana en El Salvador. Según denunció Álvarez Córdova este grupo estaba dirigido por Massini Maro quien era consejero comercial en la embajada venezolana y además, entre otras de sus labores, estaba el reclutamiento de salvadoreños
para ser entrenados en Venezuela.
Juan Chacón, uno de los dirigentes de la Coordinadora Revolucionaria de Masas en El Salvador también denunció la presencia venezolana y de militares sudamericanos, sobre todo argentinos. En una entrevista en la Ciudad de México, Chacón denunció que agentes venezolanos estaban apoyando a la Junta Militar salvadoreña y en concreto mencionó a Hilarión Cardozo, quien estaba brindando apoyo militar a la junta. Este funcionario era embajador de Venezuela ante la OEA en 1980, en una entrevista en torno a Centroamérica declaró: “Lo que sí ha dado Venezuela es una ayuda moral y grande, muy fuerte, todo el respaldo de Venezuela ha estado en el sentido de que en El Salvador no es posible repetir ningún hecho que ponga en peligro el hecho de que ese pueblo pase de una dictadura de derecha a una dictadura de extrema izquierda, y que nosotros no queremos una democracia cantada y loada, sino que queremos trabajar efectivamente por la democratización del continente, y estamos trabajando en ese sentido, respaldo sin intervenciones. Por ejemplo, no le decimos a nadie para nosotros ayudarle: “Usted tiene que hacer tal cosa”. No. Pero Venezuela se reserva el derecho de ayudar a quien quiera ayudar, y de no ayudar a quien no quiera ayudar”.
Un documentado artículo de la colega Lucia Luna titulado “Agentes de la CIA y la DISIP, de Venezuela, espían ya en El Salvador”, publicado en Proceso, no. 198, 18 de agosto de 1980, p. 40, se denuncia la ampliación de la intervención de Venezuela en la región centroamericana.
También en la nota “En El Salvador, intervención de Venezuela, Argentina y Chile, aparecida en El Día, 31 de mayo de 1980, se argumenta sobre la escalada de la participación de Venezuela.
No hay dudas, por tanto, que el ahora “refugiado” en España, González Urrutia, formó parte del equipo de refuerzo que Venezuela envió a El Salvador, en 1981, sus integrantes tienen que haber estado al servicio de quienes lo enviaron, fueron parte y ejecutores de las misiones más sórdidas ordenadas, por acción u omisión es cómplice de lo allí actuado.

(*) Escritor y profesor universitario. Es el autor, entre otros, del libro “Bajo las alas del Cóndor”, “La Operación Cóndor contra Cuba” y “Demócratas en la Casa Blanca y el terrorismo contra Cuba”. Es colaborador de Cubadebate y Resumen Latinoamericano.

Foto: Resumen CL

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