Internacionales

Un asesinato y más de cuatro décadas de una inclusión infame

Por José Luis Méndez Méndez*/ Colaboración Especial
Resumen Latinoamericano

Cuando las administraciones estadounidenses mantienen a Cuba en sus espurias listas, en las cuales se le acusa de todos los males de la humanidad, sin asideros ni sustento y con la deliberada intención de aplicar un sistema universal de medidas coercitivas unilaterales, no es posible olvidar el 11 de septiembre de 1974, hace 50 años, ocasión en que en homenaje al primer aniversario del sangriento golpe de Estado fascista en Chile, el mismo que algunos otrora de ideas y prácticas izquierdistas abjuran en la actualidad, se organiza por un grupo de terroristas de origen cubano la terrible banda Omega-7, dedicada, por años, a atacar representaciones de la Isla y su personal en países de varios continentes, también creada para asesinar emigrados opuestos a la violencia.

El 11 de septiembre, también  recuerda terribles actos de terror en territorio estadounidense, algunos cometidos por extremistas de origen cubano. Después de un proceso de acercamiento y conversaciones para distender las relaciones, en septiembre de 1977 fueron inauguradas secciones de intereses acreditadas en ambas capitales, que fue el nivel diplomático acordado, de Cuba en Washington y de Estados Unidos en La Habana.

En los dos primeros años de la Administración de James Carter se produjeron intercambios diplomáticos, viajes de congresistas y hombres de negocios a La Habana,  se promovió el intercambio deportivo, científico y cultural y se examinaron vías para lograr intercambios comerciales entre ambos países.

Esta distensión fue rechazada por grupos terroristas dentro de la emigración cubana en Estados Unidos, con el patrocinio de sectores dentro de ese país, que signaban al Presidente de débil  en relación con Cuba.

Una semana después de establecidas relaciones diplomáticas, el  8 de septiembre, Omega-7, calificada por el FBI como la más peligrosa entre las que operaban en el territorio estadounidense, se atribuyó la colocación de una bomba en la misión de Cuba ante la ONU, que ocasionó tres heridos y daños considerables. En total atentó en seis ocasiones contra esa sede diplomática.

El 9 de noviembre, Omega-7 se atribuyó la colocación de una bomba en la misión de Cuba ante la ONU. En 1978, los grupos terroristas de origen cubano priorizaron su actividad terrorista contra representaciones de los gobiernos de México y Venezuela, con el objetivo de presionar a sus autoridades para obtener la libertad de los terroristas autores materiales e intelectuales que se conjuraron para el derribo del avión civil cubano.

El 9 de septiembre la explosión de bomba de alto poder colocada frente a la misión permanente de Cuba en la ONU, causó graves daños materiales en la instalación y puso en peligro la vida de los funcionarios de la misión y de los ocupantes de las viviendas colindantes.

Una nota diplomática de protesta fue enviada al Comité del País Huésped, con fecha 14 de septiembre, en resumen denunciaba: “En la madrugada del día 9, una bomba de alto poder explosivo, fue colocado en el frente de la Misión de Cuba, el cual al estallar, causó serios daños a las instalaciones y puso en peligro la vida de los funcionarios y de los ocupantes de los edificios aledaños al inmueble afectado”.

El entonces vocero del Departamento de Estado de los Estados Unidos, Hodding Carter, condenó de forma severa el atentado y anunció que a sus comisores serán buscados y condenados según la ley. Esto fue letra muerta, por muchos años los terroristas continuaron actuando con total impunidad y la ineficiencia de las agencias encargadas de mantener la ley y el orden y preservar la seguridad de los diplomáticos acreditados ante la ONU.

El 11 de septiembre de 1980, esta organización fascista Omega-7, ejecutó el asesinato del diplomático cubano acreditado ante la ONU en Nueva York Félix García, en una concurrida avenida del barrio neoyorquino de Queens, en homenaje a un aniversario más del zarpazo castrense.

En una llamada a una agencia de prensa, una voz anónima reivindicó el crimen a nombre de Omega-7, calificó a la víctima de “comunista” y se tomó el suficiente tiempo para precisar, que la próxima víctima sería el embajador de Cuba ante la ONU, Raúl Roa Kourí, deletreando el nombre.

La muerte del joven diplomático cubano había generado una inmensa inquietud entre todo el personal de las Naciones Unidas, una vez más se demostraba que Nueva York, era una sede insegura para la diplomacia internacional, el propio Secretario General de la ONU, Kurt Waldheim, manifestó su profunda preocupación. 

Los asesinos del funcionario eran piezas de un desprendimiento de la cofradía, también de corte fascista, Movimiento Nacionalista Cubano, MNC, creada en 1959 en Nueva York, sus miembros habían cometido decenas de crímenes en varios Estados y eran conocidos de las autoridades encargadas de la ley y el orden en Estados Unidos.

Uno de los ilícitos más brutales, de su autoría, había sido el asesinato, en Washington, del líder social chileno Orlando Letelier del Solar el 21 de septiembre de 1976, cuando los cuerpos de él y de su joven secretaria estadounidense Ronni Moffitt, fueron desmembrados como resultado de la explosión de una bomba colocada en su auto.

El FBI prometió a la prensa, que se rastrearía a Miami, Union City (Nueva Jersey), Los Angeles y San Juan, Puerto Rico, en busca de sospechosos entre los miembros conocidos de los círculos más violentos contra Cuba.

En marzo de ese mismo año, el FBI había declarado a Omega-7 “la organización terrorista más peligrosa del país”. Ya se sabía que sus miembros radicaban en la región de Nueva York y en la parte norte del Estado de Nueva Jersey, regentado entonces por el corrupto ex congresista Robert Bob Menendez, en nexos con los grupos cubanos violentos en esa zona.

Las circunstancias de ataque fueron rápidamente establecidas: ese día, a las seis de la tarde el asesinado se dirigía por el barrio de Queens rumbo a la residencia de unos amigos emigrados cubanos, manejaba un auto marca Pontiac modelo Grand Safari de 1979, por la avenida Queens Boulevard, a la altura de la calle 58, a unas treinta millas por hora, por la proximidad de un semáforo.

Fue alcanzado por un proyectil que se introdujo por su hombro izquierdo para luego perforar la base del cráneo que fue de efecto letal, el joven funcionario cubano cayó sin vida sobre el timón mientras el vehículo, sin control, atravesaba una estación de servicio Texaco, para luego impactar a un auto marca Volkswagen de color azul. Todos los detalles anteriores provienen exclusivamente de las ediciones del periódico The New York Times de los días 12, 13 y 14 de septiembre de 1980.

Los investigadores necesitaron casi dos años para convocar, sin detener a ninguno de los conjurados en el asesinato, a Arocena y a otros sospechosos, el 2 de septiembre 1982, ante un Gran Jurado donde todos, salvo Arocena, invocaron enmiendas de la Constitución para no declarar. El jefe terrorista, por su parte, fue locuaz afirmó que no solo no tenía vínculo con Omega-7 sino que no sabía nada del grupo “aparte de lo que había leído en el periódico”.

Pero ya era tarde, sus aportes incriminan de manera convincente a Pedro Remón como el tirador en el asesinato de Félix García y en el crimen  ejecutado el 25 de noviembre de 1979 contra el emigrado cubano Eulalio José Negrín ante su hijo Ricardo, de 13 años. Dio un detalle concluyente más: ambas personas habían sido asesinadas con la misma ametralladora del tipo MAC-10.

El mismo día 24 del contacto de Arocena con el FBI, los terroristas Pedro Remón y Eduardo Losada Fernández, fueron arrestados en la localidad de Belleville, Nueva Jersey, mientras robaban un carro con la intención de cometer otro atentado, esta vez contra Ramón Sánchez Parodi, jefe de la entonces Sección de Intereses de Cuba en Washington.

Fue finalmente el 9 de septiembre de 1985, casi a cinco años del crimen que había estremecido a Nueva York, que se pudo ver, por fin, a Remón acusado de aquel asesinato ante un tribunal penal, junto a los criminales Andrés García, y Eduardo Losada Fernandez. El 7 de febrero de 1986, Remón, después de negarse constantemente a colaborar con las autoridades, sin nunca admitir que era miembro de Omega-7, reconoció su culpabilidad de acusaciones de conspiración ante un juez complaciente, que le delegó una sentencia de las que el Imperio reserva a sus servidores.

El 14 de diciembre de 1990, el asesino estaba ya en la calle, listo para seguir con sus planes homicidas. Una década después, su historial probo en asesinatos lo convocó para ultimar al Presidente de Cuba Fidel Castro Ruz, en la Ciudad de Panamá, donde fue denunciado por el propio líder como parte del complot dirigido por el criminal Luis Posada Carriles y otros connotados terroristas.

El asesinato de Félix García hace más de cuatro décadas demuestra cómo el terrorismo contra Cuba en Estados Unidos, ha sido, es y será doméstico, ha causado daños a sus intereses. El  terrorismo sigue siendo una amenaza clara y presente, así como enseña la sostenida actitud cómplice, tolerante e impune que protege a los extremistas de origen cubano en ese país, cuyas autoridades, con total sarcasmo inserta a la Isla agredida en sus listas.

(*) Escritor y profesor universitario. Es el autor, entre otros, del libro “Bajo las alas del Cóndor”, “La Operación Cóndor contra Cuba” y “Demócratas en la Casa Blanca y el terrorismo contra Cuba”. Es colaborador de Cubadebate y Resumen Latinoamericano.

Foto: EcuRed

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