Internacionales

El histórico Sur y las nuevas batallas

Por Adán Chávez Frías

“…pero aquí abajo abajo cerca de las raíces es donde la memoria ningún recuerdo omite y hay quienes se desmueren y hay quienes se desviven y así entre todos logran lo que era un imposible que todo el mundo sepa que el Sur también existe…”

Mario Benedetti

En 1818, casi treinta años antes de que los Estados Unidos de Norteamérica se anexaran Texas y dieran inicio a su larga historia de intervencionismo en el sur de este continente, nuestro Padre Libertador escribía: “Por fortuna se ha visto con frecuencia un puñado de hombres libres vencer a imperios poderosos”. Con una visión profética fecundada en su gran claridad política y estratégica, Bolívar comprendió el papel despótico y opresor que aquel coloso iba a ejercer, en un futuro no muy lejano, sobre las colonias que luchaban entonces por su independencia.

El capitalismo comenzaba a imponer su dominio en estas tierras, y los viejos imperios de monarquías y feudos fueron sustituidos por un imperio más poderoso: el del capital. La gran nación del norte se presentó ante los movimientos independentistas como un observador neutral, ocultando sus verdaderas intenciones: aprovechar el momento de desgaste posterior a la guerra, para comenzar a practicar su expansionismo. Bolívar lo vislumbró y lo dejó plasmado para la historia: “Si las naciones neutrales hubiesen obligado a nuestros enemigos a respetar estrictamente el derecho público, nuestras ventajas habrían sido infinitas, y menos tendríamos que quejarnos de los neutros. Pero ha sucedido lo contrario en el curso de la presente guerra…Hablo de la conducta de los Estados Unidos del norte con respecto a los independientes del sur, y de las rigurosas leyes promulgadas con el objeto de impedir toda especie de auxilios que pudiera procurarnos allí.

Contra la lenidad de las leyes americanas se ha visto imponer una pena de diez años de prisión y diez mil pesos de multa, que equivale a la muerte, contra los virtuosos ciudadanos que quisiesen proteger nuestra causa, la causa de la justicia y de la libertad, la causa de América”. He querido iniciar este artículo, como se habrá percatado el lector, con una mirada inicial a América; toda vez que si bien las luchas antiimperialistas y antifascistas deben ser de carácter intercontinental, es necesario, a mi juicio, destacar las raíces históricas que levantaron el árbol de la insurgencia en estas tierras.

La rebelión de los Pueblos del Sur comienza, pues, desde el mismo momento en que el poderío del Norte coloca su mira hacia los territorios que van desde México hasta la Patagonia. Y podemos afirmar que se inicia, justamente, con el sueño integracionista de Bolívar y su planteamiento de la unidad latinoamericana para enfrentar monolíticamente, como una sola Patria, a los imperios del mundo. Se trata de un planteamiento que posteriormente será tomado por otro de los grandes hombres americanos, José Martí, quien fue el primero en hablar de imperialismo. Ya había ocurrido la invasión estadounidense a México, y el genial cubano, profundo conocedor de la realidad social de los Pueblos de este continente, lo deja escrito para la posteridad en un ensayo de extraordinaria profundidad política y literaria, Nuestra América: “Los árboles han de ponerse en fila para que no pase el gigante de las siete leguas”, en brillante alusión a la unidad latinoamericana. Su última carta, inconclusa, solamente posible gracias a una mente brillante y un corazón apasionado por la liberación de los oprimidos, es un verdadero manifiesto de su temple antiimperialista: “Ya estoy todos los días en peligro de dar mi vida por mi país y por mi deber de impedir a tiempo, con la independencia de Cuba, que se extiendan por las Antillas los Estados Unidos y caigan, con esa fuerza más, sobre nuestras tierras de América. Cuanto hice hasta hoy, y cuanto haré, es para eso”.

La historia latinoamericana del siglo XX y lo que va del XXI, podemos decirlo así, es la historia de la rebeldía y la resistencia contra el imperio más poderoso que ha existido sobre el globo terráqueo. La Doctrina Monroe, como piedra angular de las políticas intervencionistas de los EEUU, es la abierta carta estratégica que el imperialismo norteamericano ha jugado desde que los países emancipados de la colonización comenzaran a construir sus Repúblicas. Bajo el principio de “América para los americanos” y la farsa de mantener la democracia y la libertad en todo el continente, han utilizado su arsenal militar para preservar sus intereses económicos en la región, derrumbando gobiernos e instalando otros (siempre a su medida). El resultado fue la instauración de un “patio trasero” en los países de la región, con gobiernos serviles (tanto las democracias liberales como las dictaduras militares).

Pero el comienzo del siglo pasado fue también una cantera de ideas revolucionarias que ya comenzaban a influenciar el pensamiento latinoamericano. Nuestros Pueblos enarbolaron las banderas legadas por Bolívar y Martí, y con el nuevo impulso de las tesis del socialismo, iniciaron una historia de luchas para subvertir el orden estructural y resistir las embestidas imperialistas. En Cuba, en 1901, el Pueblo dio una batalla desigual contra la imposición de la Enmienda Platt, que finalmente consolidó el plan de los EEUU de controlar la isla políticamente. Dos años después, instaló la base naval de Guantánamo y logró el control del canal de Panamá tras impulsar su separación de Colombia, volviendo a intervenir militarmente cinco años después el país centroamericano; cónclave del continente que será muy importante para el gobierno de Washington, por su importancia geoestratégica como puente entre ambos océanos, atlántico y pacífico. Y en 1912 comienza la ocupación de Nicaragua, que duró 21 años y terminó con la victoria popular de los combatientes pa- 45 triotas, comandados por el General Augusto César Sandino (cobardemente asesinado en 1934 por un acuerdo Somoza-EEUU). Luego, en 1914, los haitianos inician una heroica resistencia contra los invasores yanquis, que permanecieron en la nación de Petión hasta 1934.

Una historia similar vivió el Pueblo dominicano, invadido en 1916 y enfrentando la imposición de un gobierno militar. Honduras, que tuvo un proceso electoral en 1923, vivió también la intervención de la infantería de marina estadounidense un año después, bajo el pretexto de mediar en un conflicto civil. Los hondureños se opusieron valientemente a aquella presencia espuria que sólo buscaba salvaguardar sus intereses en aquel territorio. Asimismo, en 1930 el Departamento de Estado norteamericano apoyó una de las más atroces dictaduras militares del continente, la de Rafael Trujillo en República Dominicana, que duró 31 años y se llevó la vida de incontables hombres y mujeres que combatieron heroicamente por la liberación. Hay que recordar que unos años después, en 1946, los EEUU crean la Escuela de las Américas, para formar militares y fomentar la dictadura militar como tipo de gobierno en la región (los golpes de Estado en Cuba y Guatemala, en 1952 y 1954, respectivamente, y las posteriores dictaduras militares en el sur del continente (Paraguay, Argentina, Bolivia, Chile), son productos de aquella infame escuela. Miles de asesinados, desaparecidos, separados de sus familias (cifras que aún no terminan de contabilizarse) fue el precio que tuvo que pagar la resistencia popular de esos países del Sur. Ahora bien, aunque la embestida del Norte y la rebelión del Sur han continuado hasta nuestros tiempos, quiero detenerme en tres momentos específicos de mucha importancia:

1. Años 60: El triunfo de la Revolución Cubana marcó otra etapa en la lucha contra la agresión imperialista. Los movimientos revolucionarios, no sólo en Latinoamérica sino en cada continente del planeta, se inspiraron en la hazaña de aquellos hombres comandados por Fidel, en la Sierra Maestra. El referente dejó de ser, para nuestros Pueblos, la URSS o China. El gran faro pasó a ser la isla de Martí. La Revolución Sandinista, el Frente Farabundo Martí en el Salvador, la lucha armada en Venezuela, la organización de los trabajadores en Chile. Y no sólo en este territorio: los movimientos de emancipación anticolonialistas en África y Asia, tuvieron como guía la Revolución Cubana. Fueron años en los que la política del Pentágono, con la CIA, el FBI y la Fuerza Armada made in USA, se volcó a fortificar las dictaduras militares, apoyadas cobardemente por las oligarquías nacionales y en un accionar profundamente fascista. Y allí donde ya esas dictaduras llegaban a sus momentos críticos de rechazo popular e internacional, eran liquidadas y sustituidas por democracias liberales muy al gusto del Departamento de Estado Norteamericano.

2. Años 80: Marcaron el fin de las dictaduras como forma de gobierno impuesta por el imperialismo. A través de las denominadas democracias representativas (con tan buenos resultados en Venezuela y República Dominicana, para sus propósitos de dominación) el neoliberalismo fue aplicado nefastamente sobre nuestros países; un sistema que tuvo su momento cumbre en Venezuela, con El Caracazo de 1989, la primera gran reacción popular mundial al neoliberalismo. Esa manifestación del Pueblo venezolano contra las políticas hambreadoras del Fondo Monetario Internacional (FMI), fue duramente reprimida por las fuerzas armadas de entonces, serviles a la oligarquía. Como en los tiempos de las terribles dictaduras, todavía se desconocen, a la fecha de hoy, las cifras de muertos y desaparecidos que ocurrieron en aquella masacre, en plena “democracia”.

3. Siglo XXI: La Revolución Bolivariana inspiró en el Sur del continente un movimiento liberador, descolonizador, emancipador, que forjó por la vía electoral gobiernos populares progresistas en varios países hermanos. En la historia de las luchas por la unidad latinocaribeña, sin duda es éste el momento de mayor significación, justo en el momento en que el imperialismo emprendía una nueva oleada de injerencia en el mundo, bajo el pretexto de la lucha antiterrorista. La rebelión del Sur se expresaba ahora en la esperanza de la integración verdadera. Los Nuevos Retos de la Rebelión del Sur del Mundo: Aquí quiero iniciar con una frase del Comandante Hugo Chávez: “…una nueva revolución está en 46 marcha…una revolución pacífica y democrática, pero una verdadera revolución…Venezuela era una colonia del Norte y ahora nos hemos liberado y hemos mirado hacia el Sur”. Más que la frase, veamos el contexto en que el líder histórico de la Revolución Bolivariana la dijo: septiembre de 2008, en su primera visita oficial a Sudáfrica. Allí, planteó la necesidad de avanzar en la cooperación Sur-Sur, ampliando la visión del Sur hacia los países de África y Asia. Esa cooperación no es más que el planteamiento de un mundo multipolar para enfrentar la unipolaridad ejercida por las grandes potencias, con los EE.UU. a la cabeza. Así lo clarificó Chávez: “Los proyectos como el Banco del Sur y Telesur, no son para quedarse en América Latina”. Si bien el tema del Sur Global continúa estando (y lo estará, mientras las naciones poderosas nos sigan oprimiendo) en la discusión y el desarrollo de estrategias para avanzar en aspectos como la cooperación multifactorial; preciso es señalar como un gran desafío que enfrenta hoy la humanidad, el surgimiento de ultraderechas con una clara vocación fascista. La crisis del sistema capitalista, la crisis del imperialismo, está en una fase aguda. La pandemia a la que el mundo se enfrentó en años recientes, ocurrió en momentos en los que las potencias occidentales, el Norte, habían decidido recurrir a la recomposición frenética de sus cotos en cada continente, dada la cada vez mayor influencia de China y Rusia en los intercambios económicos. Pero no solamente en la economía real (intercambio de mercancías), sino en la cooperación integral.

Desde el año 2014, sobre la República Bolivariana de Venezuela se han intensificado los planes conspirativos, desde golpes de Estado, intentos de magnicidio contra las principales autoridades civiles y militares del país, invasiones mercenarias, sabotajes legislativos, eléctricos e informáticos. Todos con el auspicio del Pentágono. El golpe fascista del año 2019 en Bolivia y las alianzas con las oligarquías más rancias y la extrema derecha de países como Colombia, Brasil, Perú y Venezuela, ha servido al imperialismo estadounidense para instalar amplios dispositivos de guerra en el Sur del continente. De modo que el gran reto para Latinoamérica y el caribe, donde sin duda alguna está puesta la esperanza de muchos otros Pueblos en África y Asia, es continuar cerrando el paso al fascismo; un cometido en función del cual preciso es fortalecer los mecanismos de integración que impulsaran el Comandante Chávez y otros líderes y lideresas de la región, trascendiendo esta y perfilando la anhelada multipolaridad. No es sólo la economía, los bienes materiales de primera necesidad; no es solamente el medio ambiente, el ecosistema. La lucha contra el fascismo y el sistema capitalista depredador, inhumano e insaciable, es por la misma especie humana. Permitir que se imponga la naturaleza perjudicial del capital, es condenar a la vida misma a su fin. Tal y como lo alertara el Comandante Fidel Castro en un célebre discurso de junio de 1992, en Río de Janeiro, en el que deja claro hacia dónde irá el planeta bajo esta dominación: “Una importante especie biológica está en riesgo de desaparecer por la rápida y progresiva liquidación de sus condiciones naturales de vida: el hombre. (…) Páguese la deuda ecológica y no la deuda externa. Desaparezca el hambre y no el hombre. (…) Cesen los egoísmos, cesen los hegemonismos, cesen la insensibilidad, la irresponsabilidad y el engaño. Mañana será demasiado tarde para hacer lo que debimos haber hecho hace mucho tiempo”. Esta es, sin duda, la principal batalla que debe librar la humanidad, que hoy se encuentra en esa encrucijada en que tanto insistió el Comandante Hugo Chávez, apelando a la frase de Rosa Luxemburgo: Socialismo o Barbarie. En momentos en que el imperialismo pretende imponer la caotización del mundo sobre la base de una visión orientada al exterminio del otro, de la paz, de la razón e, incluso, de la vida en el planeta; resulta clave continuar defendiendo el derecho a elegir nuestro propio destino, seguir apelando a la unidad y solidaridad entre los Pueblos, en defensa de sus libertades democráticas, y de su soberanía e independencia, hoy amenazadas por quienes pretenden soportar un modelo que ha fracaso en el mundo: el capitalismo.

Venezuela es hoy epicentro de la lucha antifascista en el planeta y eso ha sido posible gracias a la férrea determinación del heroico Pueblo de Bolívar y de Chávez de mantenerse firme en defensa del legado del líder histórico de la Revolución Bolivariana; en defensa de la esperanza de una transformación profunda que nos permita hacer -como nos sigue diciendo el Cantor del Pueblo Alí Primera- humana la humanidad. Nos corresponde a todas y todos seguir librando una batalla sin cuartel contra quienes pretenden imponernos anacrónicas doctrinas supremacistas; una batalla en la que -seguro estamos de ello- prevalecerá la intensión de nuestros Pueblos de construir un mundo mejor para beneficio de todas y de todos.

Las palabras del Comandante Chávez en septiembre de 2011 continúan haciendo el llamado: “Pueblos del mundo, el futuro de un mundo multipolar en paz, reside en nosotros; en la articulación de los Pueblos mayoritarios del planeta para defenderse del nuevo colonialismo y alcanzar el equilibrio del universo que neutralice al imperialismo y a la arrogancia”. Una frase que encierra la importancia de trabajar en la unidad popular continental y mundial, desde todos los ámbitos, para edificar las bases sólidas del mundo que queremos, ajeno al fascismo. Seguro estamos que así como en Venezuela hemos venido derrotando al fascismo, los Pueblos de Nuestra América Latinocaribeña y el mundo continuarán levantándose no sólo en contra de la brutal agresión imperial de la que somos objeto; sino, más allá de ello, de las pretensiones fascistas de quienes pretenden seguir dominándonos.

No han podido ni podrán, y estoy convencido de que en dicho cometido también Venceremos!!

Fuente: REDH

Foto: Contexto Latinoamericano

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