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Caído como un mártir

“Un día pasaron preguntando a quién se debía avisar en caso de muerte y la posibilidad real del hecho nos golpeó a todos. Después supimos que era cierto, que en una revolución se triunfa o se muere (si es verdadera). Muchos compañeros quedaron a lo largo del camino hacia la victoria”.

(Marzo 1965 Carta de despedida del Che a Fidel)

Pocas veces uno puede abrogarse el derecho de hablar en nombre de muchas y muchos cubanos y cubanas. El martirio de Sayyed Hassan Nasrallah nos golpea a todos.

Nací en medio de la Crisis de los misiles, mientras la dignidad de mi pueblo con unas escopetas checas intentaba desde las azoteas derribar los aviones yanquis que sobrevolaban la ciudad. En aquellos días “luminosos y tristes” -nos recuerda el Che- crecieron, más allá de su inmensa estatura física y moral, la capacidad y el liderazgo de Fidel, su “manera de pensar y de ver y apreciar los peligros y los principios”. Pienso en él en este momento de rabia y dolor. Nos educó y entrenó en el internacionalismo antiimperialista y en la firmeza y compromiso con la causa del pueblo palestino y la liberación de sus territorios ocupados.

Sayyed Nasrallah dijo con igual firmeza: “No dejaremos sola a Gaza”, y cumplió su promesa.

Ahora veo en las imágenes del Líbano una multitud enardecida. Junto a las plegarias y consignas por el martirio de su líder espiritual y político, se escucha el llanto desgarrado de la mujer que tomó las imágenes.

Y alguien nos remitió este mensaje:

“Solamente esto:
Vistan sus ropas negras, lloren a nuestro querido líder, derramen lágrimas si puedes, pero no pierdan la esperanza. No se sientan perdidos, no se sientan derrotados.

“Somos los hijos de Aba Abd Allah. El mártir Sayyed Hassan ha criado una buena generación de jóvenes, continuaremos su camino. ¡La resistencia continúa!”

Desde el derecho sagrado de los pueblos a enfrentar al fascismo, al sionismo y al imperialismo, ratificamos que hay un solo lugar éticamente posible donde estar: al lado de la resistencia.

Un amigo, hace años, al regreso del Líbano, me mostró uno foto de un edificio de los suburbios del sur de Beirut. Dos grandes pancartas lo cubrían: en una, la imagen de Nasrallah, en otra la del Ché Guevara. Desde los escombros de similar edificación se alza la voz insurrecta de Nasrallah a sus combatientes, señalándonos a todos lo importante, el peligro y la conducta necesaria; aquella misma metáfora de la orden que para todas las batallas nos dejara el Che en Santa Clara, en medio del fuego y sin apuro, susurrando a sus soldados: No dejen pasar los tanques.

¡Gloria a los mártires!

Joel Suárez Rodés
La Habana, 28 de septiembre 2024

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