Nuestro derecho: Declaración del Comité UJC UH y Secretariado FEU UH
Un año atrás decíamos que los niños del mañana cargarían con piedras en Ramallah. No hubo que esperar demasiado. Hace unas pocas semanas se declaró la intención del expansionismo israelí de llevar la guerra al sur del Líbano. Se ven ataques en Cisjordania como hacía años no ocurría. Israel cruzó la frontera con el Líbano y declaran incluso que a Irán le tocará su hora en algún momento. A lo largo de este último año se han incrementado los paquetes de “ayuda” militar a Israel por parte de los Estados Unidos y ha quedado al descubierto la complicidad de los Estados europeos y algunos Estados árabes con la militarización sionista. A lo largo de este año se ha vivido una situación insoportable de genocidio televisado. A lo largo de este año el mundo ha visto la posibilidad de una Guerra regional y hasta mundial, en el que sería muy probable que se implique armamento nuclear.
Según Ilan Pappe, profesor (judío) de historia en la Universidad de Exeter, Reino Unido, el problema no es la paz, sino la descolonización. Cabe preguntarse si es posible la existencia de un Estado de Israel que no estuviera asociado al hostigamiento constante hacia la población palestina, al desplazamiento de sus habitantes, a la aniquilación física de las generaciones más tempranas y a la demostración de una superioridad étnica sobre sus víctimas. Queda muy claro que no sería posible si pensamos en el Estado de Israel actual. En Gaza se ha “perdido” el 80% de su infraestructura, no quedan universidades, el comercio interno ha sido destruido. ¿Tiene sentido contabilizar estas pérdidas? Sin duda hay daños que pueden ser sometidos a la equivalencia de números, ¿pero qué unidades de medida se le pone al costo de 16 mil niños muertos, a los millones de desplazados, a los desalojados de sus propias viviendas? Nos negamos a que sean solo eso, muertos, desplazados, desalojados. Nos negamos a que ocurra una victoria cultural del sionismo que nos haga pensar que son solo números.
Las miles de toneladas de explosivo descargadas no le han bastado a Israel para demostrar al mundo la superioridad tecnológica y militar de un ejército sionista que se enfrenta a una resistencia que no cuenta con armamento sofisticado y abundante. El sionismo está buscando mucho más que esa demostración. La explosión de miles de walkie talkies en el Líbano (en cafeterías, en plena calle, en funerarias, tiendas, etc) es una evidencia de que las vidas de los pueblos marginados están en manos de los colonizadores, tanto de Israel como de sus aliados más cercanos. Pero ante el terrorismo de Estado siempre hay resistencia, que se forma al calor de la lucha en condiciones muy difíciles y contra estigmas dominantes.
El movimiento de resistencia palestino, como movimiento que defiende a su pueblo, y cuya membresía ha crecido bajo los horrores de la guerra, no puede ser reducido a etiquetas simplistas que desconozcan al enemigo al que se enfrenta y la historia de sus acciones. El movimiento de resistencia palestino es diverso y complejo, mas no renuncia a construir el camino de la liberación. Nos negamos a una derrota cultural que implique para nosotros la equidistancia entre sionismo y movimientos de resistencia.
¿Y por qué a la comunidad universitaria le interesa lo que está pasando en Palestina”, si en definitiva las bombas no caerán en nuestras ciudades? ¿Por qué a una persona en Cuba le debe interesar lo que pasa a miles de kilómetros de distancia? Hay algo que no podemos borrar, y es el sentimiento de desgarro que ha desarrollado este pueblo ante las masacres y expolios de otros pueblos. Sufrimos por los demás porque hemos sufrido en carne propia el horror y la muerte. Pero esto no es lo único. Las líneas rojas que desde hace un año se están cruzando, no son otra cosa que el preludio de la próxima línea roja a cruzar contra cualquier otro pueblo en lucha. Basta con que se sigan creando condiciones para las próximas expansiones. Hoy se trata de unas “criaturas infernales” que hacen túneles para hacer terrorismo, mañana serán los “negros fétidos” de nuestros pueblos latinoamericanos. Por eso tenemos derecho a la protesta, al desahogo y a la lucha.
La lucha se vuelve cada día más internacional. Poblaciones de todas partes del mundo se movilizan sistemáticamente para presionar a sus gobiernos y frenar los envíos de armas, las ayudas militares y convenios comerciales con Israel. Activistas enfrentan la censura, el aprisionamiento y la marginación. Surgen declaraciones y recogida de firmas. Movimientos políticos entran en contradicciones internas para empezar a entender lo que sucede realmente en territorio palestino.
Gobiernos llevan a los criminales a la Corte Internacional de Naciones Unidas. Pueblos pobres arropan a comunidades palestinas. Unos se hacen médicos a miles de kilómetros de sus casas, donde no verán las bombas caer pero imaginarán los gritos de sus vecinos y familiares. Otros estarán en campos de refugiados, donde aprenderán inglés para contarle al mundo occidental de la desvergüenza y espíritu canalla de los opresores.
Al mismo tiempo, en medios de comunicación criminalizan al muchacho que agarró el fusil. Lacayos latinoamericanos en puestos de responsabilidad rinden la más abyecta pleitesía a los criminales, llegando a besar incluso el Muro de los Lamentos. Netanyahu recientemente hablaba de paz en la ONU mientras trascurría la operación para asesinar a líderes libaneses, en la cual dejaban caer 15 toneladas de bombas sobre población civil. Una parte de la socialdemocracia europea hace malabares para equiparar las acciones de Hamás con la demencia del Estado de Israel, solo vista por nuestra generación en películas bélicas o de ciencia ficción. La candidata del Partido Demócrata de los Estados Unidos, con ínfulas de decencia ante su adversario electoral, reafirma una y otra vez el “sagrado derecho” a la defensa del pueblo judío. Así va la realidad que nos tocó vivir.
El futuro nos recordará por nuestras posiciones ante lo que sucede hoy. Recordará lo que hicimos para frenar los chapoteos de Imperios que se ahogan, zarpazos de leones acorralados, histeria de viejos continentes en franca decadencia. Si el futuro será peor que lo que estamos viviendo, pues que nuestras nietas sepan que hicimos de todo para construir un mundo decente. Ellas coronarán la lucha que tanto ha durado, y eso depende de que en los tiempos que corren no apaguemos la llama. Estudiar, organizar, convencer. Estudiar para entender a fondo lo que ocurre, aprender a conectar con los demás, saber hilar el conflicto de allá con nuestro conflicto. Organizar para que la rabia no quede en terreno de nadie, para que la molestia no sea en vano y la acción no se desperdicie. Convencer para sumar definitivamente a las mayorías a una lucha que es suya, para que la victoria sea cultural y la coronación irreversible.
Tenemos derecho a luchar para ser reconocidos como seres humanos por cualquier medio que sea necesario.