Yo tenía entonces nueve años, y me acuerdo de que Fidel se apareció en la choza de mis padres Rogelio y Pilar, algo impensado si se toma en cuenta la jerarquía y popularidad del Comandante en Jefe, en contraste con un humilde batey que servía de morada a un par de familias carboneras, comentó a la prensa García Montano.
En el memorial-biblioteca que honra el suceso, la entonces niña cenaguera contó detalles de cómo el líder de la gesta revolucionaria en la mayor de las Antillas compartió con poco más de una docena de cenagueros, en lo que significó un hecho inolvidable para ella, pese al paso del tiempo y las muchas experiencias vividas en fechas similares.
Recuerdo con un sentimiento especial el momento en el cual Fidel se despidió, y se trasladó junto a un grupo de niños, dentro de los que me encontraba, hacia la comunidad de Soplillar y en el trayecto nos abrazaba de un modo paternal, como si quisiera protegernos de todo peligro, reveló.
El primer 24 de diciembre de la naciente Revolución Cubana se vio como “la Nochebuena de la libertad”, pues el país vivía inmerso en la alegría del cambio revolucionario, con grandes transformaciones en beneficio de los más humildes.