El conquistador de Trumplandia (II)
Por José Luis Méndez Méndez* / Colaboración Especial
Resumen Latinoamericano
Especial para Resumen Latinoamericano
El principal de Trumplandia, anunció nuevos objetivos a conquistar, pero también ha retomado viejos proyectos para hacerse del mundo y más allá. Apoderarse de la Luna, es una vieja quimera, ahora se insiste basado en varios principios: el dueño de la luna acorde con la ONU, es un estadounidense, quien la ha estado parcelando y obtenidos millones de dólares de esas ventas; un grupo numerosos de propietarios lunares son sus súbditos, a quienes habrá que defender y la moneda que circula en ese cuerpo celeste, al pronunciarse está muy cercana a Trump, son los pretextos asumidos.
Además de la cuestionada presencia de astronautas de Estados Unidos en 1972, como tripulantes del Apolo 11, quienes habrían colocado la bandera de las barras y las estrellas, lo cual se considera en el argot canino, que marcaron territorio.
Los lectores de Resumen, aprecian y ponderan la objetividad, credibilidad y seriedad de lo que aquí se publica y ahora tal vez cuestionen y piensen que se han perdido esos principios, nada más alejado de la realidad, lo descrito es rigurosamente cierto por más demencial que parezca.
Hay históricas controversias entre quienes se declaran dueños de la Luna y aquellos que, sin serlo, han vendido parcelas lunáticas a más de seis millones de inversores, que han cambiado ahorros y ganancias por proyectos lejanos.
Así se produjo el reclamo del “genuino” dueño con el vendedor más próspero de lotes, quien vive en Oregón, Estados Unidos y desde 1980 vende terrenos del suelo lunar. Algunos de sus clientes han sido figuras prominentes de la cinematografía estadounidense, como John Travolta, Tom Hanks, Tom Cruise, George Lucas y Clint Eastwood, quienes compraron acres en la Luna, súbditos del barnizado y a quienes pretende proteger asumiendo la propiedad lunar por interés de seguridad nacional.
Su iniciativa no es nueva, ya antes otros presidentes le tomaron la delantera, asesores de los presidentes Ronald Reagan y George Bush eligieron terrenos para sus jefes. El desopilante negocio que le permitió ganar 11 millones de dólares a Dennis Hope, desde 1980 divide la Luna en parcelas para venderlas al módico precio de 24 dólares por acre, unidad de medida empleada en Estados Unidos, equivalente a 4047 metros cuadrados, es decir a 1.68 centavo de dólar por metro cuadrado.
¿Cómo obtener y registrar la propiedad de la Luna, pensó Hope?. El 27 de enero de 1967 la Asamblea General de las Naciones Unidas firmó el «Tratado sobre los principios que deben regir las actividades de los Estados en la exploración y utilización del espacio ultraterrestre, incluso la Luna y otros cuerpos celestes», conocido a secas como Tratado del Espacio. El artículo 2 dice que «El espacio ultraterrestre, incluso la Luna y otros cuerpos celestes, no podrá ser objeto de apropiación nacional por reivindicación de soberanía, uso u ocupación, ni de ninguna otra manera». Nada dice, pensó Hope, sobre los individuos.
Se estima que el precio es barato y hay una razón de peso, los empresarios alegan, que la misión que tienen es altruista como organización, debido a que el Tratado Espacial de 1967 ratificado por la mayoría de los países del mundo dice que ningún gobierno puede arrogarse ser dueño de nada del espacio ultraterrestre, incluso la Luna y otros cuerpos celestes. Pero no habla de individuos. Lo que sí dice es que debe ser para el bien de la humanidad.
Los vendedores se han atribuido el carácter preceptor de la Embajada Lunar, son ese vehículo que expresa la verdadera intención del tratado. Todo ser humano debería tener al menos 1 acre. Todos tienen que poder tener la voz de decidir qué pasará en la Luna en el futuro. Corporaciones y gobiernos harán descensos y dividirán la luna para su poder.
El ejecutivo Christopher Lamar es el principal directivo desde 2014 de Lunar Embassy, la empresa que vende los lotes de Hope en la Luna desde 1980. Entonces no existía Internet y la venta era cara a cara, en los centros comerciales. Dennis Hope, el creador del negocio, iba y ofrecía «un regalo de Navidad único». Dice haber vendido en esos días 600 propiedades en dos semanas. Entonces Lunar Embassy se llamaba de otra manera y se asentaba en Gardnerville, un pueblo de Nevada.
A poco más de diez años de la llegada del hombre a la Luna en 1969, unos tantos más desde que la Unión Soviética lanzara en 1957 el primer satélite artificial de la historia al espacio, el Sputnik 1, y con la carrera por la conquista del espacio ya con algunos resultados puestos, un entonces deprimido Dennis Hope conducía su auto por una calle de su pueblo. Se había divorciado y, en palabras de Lamar: «No sabía qué hacer ni qué sería de su vida. Y tuvo una iluminación: pensaba que si tuviera muchas propiedades las cosas serían más llevaderas para él. Mientras esperaba en un semáforo miró por la ventana y ahí estaba la desnuda y apetecible Luna llena. Y pensó: “Ahí hay un montón de propiedades”.
Entonces Hope escribió tres cartas: a la Organización de las Naciones Unidas, al gobierno estadounidense y al soviético. En todas pedía lo mismo: reclamaba la propiedad de la Luna. La respuesta fue ambigua, no dijeron que sí, pero tampoco dijeron que no. Desde 1980 ha vendido lotes en la luna a más de 6 millones de personas.
Las opciones de compra van desde 1 acre por 24 dólares, por 2,50 dólares más se puede agregar el nombre al título de propiedad. El comprador recibe el certificado, un mapa fotográfico del terreno y Lunar Embassy te tienta con el pasaporte extraterrestre por 21,99 dólares más.
El diligente Lamar, hijo del “dueño” de la Luna, promocionó que había numerosos lotes por vender, pero aclaró que hay zonas preservadas por interés nacional y reservadas para monumentos nacionales, otras son parques de reserva y otras son áreas de investigación. Aquellos donde los hombres y las naves terrestres han estado son considerado patrimonio histórico y monumento nacional, protegido para el conocimiento de las venideras generaciones de terrícolas o lunáticos.
Hay ventas promocionales, se le ofrece al potencial comprador zonas a elegir, pero si no están en venta la deseada, se les hace una opción de compra si se decide por más de 5380 acres o más. Puede elegir siempre y cuando no sea en un área de reserva. Según la página web de Lunar Embassy, “el sitio del aterrizaje del Apolo 11, así como el cráter en la Luna en el que aparentemente se ha encontrado agua, pero aún no se ha confirmado” no están a la venta, debido a que constituyen áreas históricas y recursos naturales únicos.
La gestión de venta es agresiva, no se pierde oportunidad de promocionar ofertas en tiempo limitado, por ejemplo, para celebrar el 50° aniversario de la llegada del Apolo 11 a la Luna, salió la promoción: “si compras un lote antes del 21 de julio te llevas otro a mitad de precio a tu elección”.
Hay reflexiones diversas, una de ella, es: ¿Por qué compramos algo que no podemos tener?, las respuestas son tan diversas como las interrogantes, unos dicen que el esnobismo, tener los que otros no tienen; otros que la esperanza los inspira; ser de un grupo selecto donde hay celebridades y soñar con ser sus vecinos; la mayoría explican que es símbolo de poder, la capacidad de decidir y actuar; algunos se consideran inversores vanguardistas, que prevén el futuro, la eventual posibilidad de estar allí.
No faltan casos alucinantes, como el del argentino Luciano Giugno, quien compró 4 acres «en el lado de la Luna que tiene una privilegiada vista a la Tierra», éste adquirió también su pasaporte de la embajada lunar. La distancia entre la Luna y la Tierra es de 384,800 kilómetros.
No es solo Lunar Embassy, también está la Moon Estates, empresa inglesa que también vende terrenos, desprendimiento de la primera, existe un programa de embajadores se les da un territorio exclusivo para vender, el embajador es el representante de esa área. Moon Estates empezó a vender parcelas por fuera de su área, rompiendo su contrato. Un fraude. Hay varios imitadores que fueron embajadores.
Ahora, en la época final de Donald Trump, iniciada el pasado 20 de enero, la NASA de Estados Unidos ha incrementado su proyecto lunar, que busca hacer base allí para llegar a Marte. El nuevo programa se llama Artemisa y la idea original era volver en 2028, pero en el medio está el laqueado, quien adelantó la meta en cuatro años. Para esta nueva etapa en la carrera espacial, la NASA se asoció con empresas como SpaceX, de Elon Musk y Blue Origin, de Jeff Bezos, asociados en mente y metas con el conquistador de Trumplandia.
El visionista Elon Musk, quiere lograr hacer realidad el turismo lunar, pero todavía no existe la tecnología para poner un pie en la Luna. El llamado el gobierno lunar, creado en 2004, sigue de cerca ese proyecto. Junto a esa entidad surgió su propia Constitución, donde se prevé la protección de los dueños de la Luna ante las visitas ajenas. También pensaron su propia moneda: Delta. Se solicitó su reconocimiento al Fondo Monetario Internacional (FMI) en 2008. La empresa lunar, está en expansión, venden lotes en Mercurio, Marte y Venus y Júpiter, cuyos cuerpos celestes fueron solicitados a la ONU en su momento.
Las alucinaciones son contagiosas, Ángeles Durán, dice ser la dueña del Sol, ella es gallega. de Vigo, conoció el llamado vacío legal del Tratado Espacial y allá fue ella, por el Sol. Pero no pudo lucrar con su iniciativa de comenzar las ventas en 2015, se consideró que lo que Durán pretendía vender no era un bien tangible, perdió la reclamación ante la justicia y los primeros en comprar amenazaron con pedirle indemnizaciones: como dueña del Sol le exigían a Durán que respondiera por quemaduras en la piel, daños en la vista y sequías.
Una oferta aún circula en las promociones, se vende a Plutón entero por 250 mil dólares, está disponible desde las temporadas altas de venta como en la pasada Navidad y así se espera en el próximo San Valentín, ocasión en que Venus es muy perseguido. Continuará…
(*) Escritor y profesor universitario. Es el autor, entre otros, del libro “Bajo las alas del Cóndor”, “La Operación Cóndor contra Cuba” y “Demócratas en la Casa Blanca y el terrorismo contra Cuba”. Es colaborador de Cubadebate y Resumen Latinoamericano.
Foto: Getty Images