Internacionales

Por una reforma equitativa del Consejo de Seguridad

Por Hedelberto López Blanch* / Colaboración Especial 

Resumen Latinoamericano 

Para nadie es un secreto que desde el 24 de octubre de 1945, fecha en que entró en vigor la Carta de Naciones Unidas y que aparece como el día de la fundación de la ONU, Estados Unidos y sus aliados occidentales han usado el veto, en disímiles ocasiones, contra países del Sur Global y de otros que no se rinden a sus exigencias.

Los ejemplos sobran: veto contra cualquier sanción propuesta al régimen sionista desde su creación en 1948 y contra el genocidio de los palestinos en Gaza y Cisjordania; veto contra la ocupación inglesa de las Islas Malvinas; veto contra el antiguo régimen del apartheid que imperó en Sudáfrica; veto, veto y más veto.

Ciertamente que al principio casi era inexistente el uso de ese mecanismo por alguna potencia capitalista porque muchos de los países del Sur global se plegaban a la política de fuerza que mantenían las potencias occidentales.

Entre la década de 1940 hasta la de 1970, la extinta URSS tenía que enfrentarse prácticamente sola dentro del Consejo de Seguridad para defender los intereses de las naciones en vías de desarrollo.

Recordemos que no fue hasta 1971 que la República Popular de China pudo entrar en el Consejo de Seguridad, puesto usurpado y ocupado por la República de China (Taiwan) debido a presiones ejercidas por Washington.

El Consejo de Naciones Unidas esta formado por cinco miembros permanentes (Estados Unidos, Rusia, Reino Unido, Francia y China) que tienen derecho a utilizar el poderoso veto, y otros 10 miembros no permanentes que ejercen el puesto por dos años.

Rusia y después China desde que entró en el Consejo, usan su poder de veto para proteger a los pequeños países de Asia y África del neocolonialismo occidental. Asimismo, Moscú impide la realización de operaciones militares contra Estados indeseables para Occidente, y también se opone a la extensión ilimitada de los métodos de sanciones.

Desde hace años se está tratando de llegar a un consenso para realizar una reforma en esa instancia de la ONU pero hasta el momento no ha sido posible pues Estados Unidos se niega a renunciar a sus prebendas.

Al discutir la reforma en el Consejo de Seguridad, Moscú ha insistido en que es necesario tener en cuenta el principio de la representación geográfica equitativa de su composición pues actualmente hay una presencia excesiva de los Estados occidentales y aliados en ambas categorías de miembros del Consejo, lo que es un claro vestigio de la época colonial.

Los países del grupo BRICS durante la reunión efectuada en Kazán en octubre de 2024, pidieron “una reforma de la ONU, incluido su Consejo de Seguridad, y un mayor papel de América Latina, Asia y África en los asuntos mundiales, con el fin de incrementar su democracia, representatividad, efectividad (…) así como la ampliación de los países en desarrollo en todas las categorías de membresía del Consejo».

Además, destacaron la necesitad de aplicar la «justicia geográfica» a la hora de formar el secretariado de las Naciones Unidas y otras organizaciones internacionales.

Estados Unidos después de negarse durante años a una reforma en el Consejo, ahora aboga por la ampliación para incluir como miembros permanentes a India, Alemania, Japón, dos estados africanos, un país de América Latina y el Caribe, aunque se opone a la entrada de Brasil. Al mismo tiempo, considera necesario mantener el derecho de veto de los miembros permanentes debido a que ese mecanismo es un privilegio que le permite defender los intereses nacionales”.

Como se comprende, muchas naciones se oponen porque al igual que Reino Unido y Francia, la entrada de Alemania y Japón, dos potencias occidentales con largas trayectorias colonialistas, reforzarían el poderío de Estados Unidos dentro del Consejo de Seguridad. 

Para China, se hace necesario persistir en aumentar la representatividad y el derecho a la voz de los países en desarrollo y mejorar de forma efectiva la presencia del Sur Global para que participen en la toma de decisiones en el Consejo.

Recientemente, el secretario general del organismo, Antonio Guterres, destacó que esa institución y el sistema de Bretton Woods «reflejan las relaciones de poder de 1945, mientras que muchas cosas han cambiado desde entonces» y llamó a reformar tanto el Consejo de Seguridad como el sistema de Bretton Woods, con el fin de «redistribuir el poder de acuerdo con las realidades del mundo actual».

Para Rusia que en todo momento ha apoyado las causas del Sur Global, en la actualidad hay una presencia excesiva de los Estados occidentales y otros aliados en ambas categorías de miembros del Consejo, lo que es un claro vestigio de la época colonial. Además, estos países se adhieren a una estricta disciplina de bloque y se guían por la posición de Washington por lo que a menudo solo suscriben los textos preparados. 

Por eso casi siempre los países occidentales y sus adeptos, utilizan su dominio numérico injustificado en el Consejo de Seguridad para invalidar la aprobación de resoluciones a favor de las naciones del Sur.

Durante una entrevista en la última Asamblea General de la ONU, el ministro de Exteriores de Rusia, Serguéi Lavrov explicó que la posición de su país sobre la posible reforma del Consejo de Seguridad consiste en que se debe ampliar el número de miembros permanentes admitiendo a naciones como Brasil e India, pero no incluir a más Estados del bloque occidental.  

Como se desprende, se hace completamente necesaria una reforma equitativa del Consejo de Seguridad donde los países del Sur Global tienen justos y numerosos reclamos que no se pueden alcanzar con la actual metodología y composición del organismo.  

(*) Periodista cubano. Escribe para el diario Juventud Rebelde y el semanario Opciones. Es el autor de “La Emigración cubana en Estados Unidos”, “Historias Secretas de Médicos Cubanos en África” y “Miami, dinero sucio”, entre otros.

Imagen: Adan Toledo Iglesias

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