Internacionales

El origen de la política oficial (III)

Por José Luis Méndez Méndez* / Colaboración Especial para Resumen Latinoamericano.

La CIA, trató de encubrir su paternidad, protagonismo y en general presencia, desde el diseño original, en la política oficial agresiva contra Cuba, era una idea sagaz, salpicar y tratar de no mojarse, pero pronto se percataron, que si no temaban las riendas de las acciones, estas no se harían o los resultados no serían los esperados. Los ambiciosos políticos cubanos, estaban obsesionados con el fin, pero no motivados en cómo alcanzarlo, se recelaban unos a otros, cosechaban la preferencia de los gestores,  para ser mimados no reparaban en ética, se denostaban sin pudor.

Se aspiraba, que funcionara de esta manera: “Todas las acciones desarrolladas por la CIA en apoyo de o a nombre del Consejo opositor, como es lógico, serán explicadas como actividades de esa entidad (a medida que las acciones sean públicamente conocidas por todos). Sin embargo, la CIA tendrá contactos directos con cierto número de cubanos y, para protegerlos, hará uso de un grupo de comerciantes estadounidenses debidamente investigadores que tengan un interés marcado en los asuntos de Cuba y deseen apoyar la oposición. Ellos actuarán como un mecanismo de funcionamiento y canal de guía y apoyo a la dirección de la oposición bajo condiciones controladas. El personal de la CIA será documentado como representante de este grupo. Para fortalecer la cobertura se espera recaudar fondos sustanciales que se puedan lograr de fuentes privadas para apoyar a la oposición. Ya se han prometido $ 100,000 de fuentes estadounidenses. En un momento apropiado se garantizará la emisión de un bono por el Consejo (como una obligación de un futuro gobierno cubano) para recaudar $ 2,000, 000 adicionales”. Era una pantalla para canalizar fondos federales destinados a derrocar al gobierno de un país designado como hostil, era una inversión necesaria y de inicio se anticipó aproximadamente $ 4, 400, 000 de fondos de la CIA, considerados necesarios para este programa, concebido durante la administración republicana de Dwight D. Eisenhower, fue heredado por la demócrata de John F. Kennedy, cuando el católico presidente asumió el 20 de enero de 1961, ya seis meses antes había estado recibiendo resúmenes del curso de los preparativos en desarrollo, práctica habitual en los casos de los relevos.

El flamante mandatario, lo continuó y ejecutó en el evento, que se presumía liquidaría la amenaza “comunista”, que lo desafiaba, por medio de una invasión mercenaria formada por emigrados cubanos en contra de su país de origen y al servicio de los peores intereses de una potencia extranjera, aunque en apariencias se trataba de recuperar lo perdido como consecuencia del triunfo revolucionario en la diminuta isla. La historia demostraría con el `posterior fiasco de la fulminante derrota en Playa Girón, que Estados Unidos, gestó, concibió, organizó, armo y dirigió esta agresión, que pasaría al registro regional como la primera derrota del imperialismo yanqui en América Latina, aunque ya Augusto Cesar Sandino, El General de Hombres Libres, con su pequeño ejército loco, le había infligido una lección memorable en Nicaragua, al expulsarlos de ese territorio. El heredero Kennedy, quien dispuso enviar a la brigada mercenaria al vecino país, asumió la responsabilidad por el fracaso humillante, pero ahí no terminó agresión, las ansias revanchistas se avivaron y el programa de acciones encubiertas contra el régimen de Castro, como se le conoce, fue renovado con viejas y nuevas apetencias.

El remozado programa de acción encubierta dirigido a debilitar el régimen de Castro, fue aprobado en la Casa Blanca el 19 de mayo de 1961, un mes después de la victoria cubana.

Las propuestas incluidas en este programa de acción encu­bierta dirigido contra el régimen de Castro están basadas en valoracio­nes realis­tas de los medios existentes y potenciales, tanto dentro como fuera de Cuba, que son capaces de desarrollarse en límites de tiempo aceptables; y en la asunción real de la polí­tica de Estados Unidos. Todavía la purga desatada en la CIA, en busca de culpables no había terminado, se desbordaron las pasiones, viejas cuentas pendientes fueron saldadas, una razia en busca de implicados en el fisco se desató con furia, se removieron “vacas sagradas” en la agencia, fue un sisma, pero fue tanta la soberbia, que diseñadores nuevos hicieron propuestas igualmente condenadas al fracaso. Los estadounidenses no entendían lo que acontecía en Cuba, actuaban con patrones estereotipados, apegados a sus leyes y procederes.

Si antes barcos de guerra estadounidenses, con miles de marines a bordo, esperaban la ansiada cabeza de playa para desembarcar y devolver la “democracia” a la satanizada Cuba, ahora, al menos en teoría, se protegían. “Para el propósito de este documento se asume que la política de Estados Unidos: No contemplará el uso de sus fuerzas armadas para interve­nir directa o unilateralmente, en ausencia de una acción militar agresiva por parte de Cuba contra Estados Unidos u otro país del hemisferio”.

Tampoco: “No permitirá la organización y entrenamiento de la fuerza militar de los exiliados cubanos para una acción adicional contra Cuba”.

Como admitirá un crítico lector, se anunciaba no a la invasión, pero como verá, si a la permanente agresión: “Permitirá a Estados Unidos el apoyo encubierto a activida­des clandesti­nas cubanas y la ejecución de operaciones unilaterales encubiertas como las descritas aquí, incluyendo el uso de las facilidades marítimas y aéreas dentro de Estados Unidos  así como las bases para el andamiaje de sabotaje, la infiltra­ción y exfiltración, suministros, ataques sorpresivos y operaciones de propaganda, incluida el lanzamiento aéreo de volantes”.

La tozudez de la CIA, como operadora de las decisiones ejecutivas presidenciales, rayaba en la terquedad, al proponer un vasto plan agresivo a un mes de la derrota y considerar la factibilidad del proyecto en medio de la siguiente situación: “La posición del régimen de Castro dentro de Cuba se ha fortalecidos significativamente debido al fracaso de la invasión a mediados de abril. Esto es principalmente el resultado de dos factores: los efectos psicológicos de la victoria de Castro sobre el pueblo cubano, en general, y de las fuerzas de seguridad, en particular; y segundo un marcado decrecimiento en las capacidades de las fuerzas anticastristas, tanto en el exilio como dentro de Cuba. Por ello es probable que no haya un cambio mayor en las condiciones políticas internas durante los próximos seis meses”. Aún así, estos pronosticadores del curso probable de los acontecimientos, sin recuperarse del impacto colosal, no solo en lo militar, sino además en lo moral-psicológico, se aventuraban a nuevos intentos, lo cual permite valorar la voluntad obceca y el poder movilizador del orgullo perdido. Continuará…

(*) Escritor y profesor universitario. Es el autor, entre otros, del libro “Bajo las alas del Cóndor”, “La Operación Cóndor contra Cuba” y “Demócratas en la Casa Blanca y el terrorismo contra Cuba”. Es colaborador de Cubadebate y Resumen Latinoamericano.

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