Victoria en Playa Girón: Secretos de un fracaso (II)
Por José Luis Méndez Méndez* / Colaboración Especial para Resumen Latinoamericano.
Los debates sobre cómo deshacerse de los mercenarios cubanos, aumentaron, el resentimiento estuvo presente en cada discusión. El Fiscal General Robert Kennedy, añadió que los miembros de la Brigada debían ser tratados, para evitar que se volviesen hostiles, pensaba que se obtendría mucho de ellos si se les manejaba correctamente. Una forma podría ser decirles, que no podemos invadir a Cuba ahora y que ellos pueden combatir al comunismo mucho más efectivamente en la actualidad en otros países de América Latina, como miembros de las fuerzas especiales. Estaban en desarrollo los planes de contrainsurgencia de Estados Unidos, para combatir todo intento de protesta contra la hasta entonces monolítica hegemonía de Estados Unidos.
Concluyó, el hermano del presidente, que los miembros de la Brigada deberán participar en la planificación de las acciones de inteligencia. Insistió que no solamente escojamos miembros de la Brigada y utilizarlos como agentes, sino más bien debemos estimularlos a tomar parte en la selección de objetivos y métodos de operación. Reconoció, que una razón por la que hasta ahora eso no se ha hecho era por la reputación que tenían los cubanos de ser incapaces de guardar un secreto.
En el momento de emitir su parecer, Sr. McCone, de la CIA, insistió en utilizarla como un recurso político, preferiblemente trabajando con miembros de la Brigada de manera individual. El presidente expresó su esperanza de que numerosos miembros de la Brigada, escojan el entrenamiento militar.
Esto no sucedió, existía una desconfianza recíproca, las autoridades recelaban de los efectos políticos en los mercenarios de la estancia en Cuba, de una probable influencia anti estadounidense, que podían haber recibido; en cambio los mercenarios se consideraban abandonados, engañados, dejados a su suerte por los demócratas en el poder, esos sentimientos provocaron que pocos invasores se sumaron a las llamadas Unidades Cubanas del Ejército de Estados Unidos, convocadas por Kennedy en octubre de 1962, concebidas para invadir a la Isla, nuevamente.
Miembros de varias delegaciones negociadoras integradas por mercenarios, que fueron autorizadas por las autoridades cubanas para resolver la liberación de los más de mil detenidos y juzgados, desertaron al llegar a Miami, dejaron a sus colegas a su suerte, lo cual avala, la falta de ética, en el colectivo agresor.
De la cantera general de emigrados cubanos, los entrenadores estadounidenses, en varios campamentos militares, prepararon cerca de tres mil nuevos mercenarios, esta vez vestidos con el uniforme militar de Estados Unidos.
El 24 de enero de 1963, cuando el entrenamiento de los voluntarios cubanos estaba en pleno desarrollo se efectuó la reunión del Comité Ejecutivo del Consejo de Seguridad Nacional para analizar un memorando enviado por el Coordinador de Asuntos Cubanos, con un tema único en su contenido: La Brigada Cubana.
La valoración general sobre integrarlos a las fuerzas armadas estadounidenses fue: “La Brigada Cubana entrenada sería de un valor militar relativamente secundario debido a sus limitaciones cuantitativas y a la capacidad militar restringida, pero su valor psico-político como símbolo de la resistencia cubana al comunismo de Castro puede ser más que compensado por su limitada utilidad militar”.
Se propusieron tres posibles cursos de acción con los mercenarios cubanos recibidos a finales de 1962 : Primero, provocar que la Brigada sea desmantelada como unidad militar, sin una ayuda especial adicional por parte de Estados Unidos. Esta opción tenía la siguiente valoración: “Este curso de acción constituiría la forma más económica y simple de librarnos del problema”.
En este momento de reflexión obligada del lector atento, valdría la pena recordar “Roma no paga a traidores” y “Consumada la traición, el traidor sobra”. Expresiones, que advierten como la deslealtad no es recompensada ni por aquellos que la fomentan.
La segunda opción consistía en: “Entrenar a la Brigada y a los cubanos como una unidad. Mantenerlos y apoyarlos como un componente de la reserva militar de las fuerzas armadas norteamericanas”.
Una objeción al respecto señalaba: “Sin embargo, inevitablemente, se convertiría en un punto focal por las actividades políticas del exilio cubano, la moral, la disciplina y el espíritu de combate, serían difíciles de mantenerlos a largo plazo sin el empleo inicial de la motivación para retomar a Cuba. Presuponían, que los isleños, no se prestarían para participar en otros escenarios bélicos, donde Estados Unidos, tendría intereses o participara, pero se equivocaron, demostraron que eran soldados de fortuna convencidos e identificados con el Imperio, que los utilizó con profusión en Vietnam, Congo ex belga, Centroamérica, en el Cono Sur de América Latina y las agencias de espionaje de ese país los captaron para diversos usos.
La tercera propuesta y final consistía en: “Un programa militar y civil para los miembros de la Brigada. Instar a que la Brigada continúe como una unidad «fraternal». Alentar a los miembros de la Brigada a que se incorporen al entrenamiento militar preparado en especial para los cubanos a fin de establecer un componente de la reserva militar de la Brigada”.
De acuerdo con el real propósito de la administración Kennedy, esta variante permitía: “Dispersar geográficamente a los miembros de la Brigada en diferentes actividades, desmantelando así de manera efectiva la Brigada actual en su totalidad como una unidad”. Sobre esta propuesta el Coordinador escribió: “Recomiendo la propuesta 3, un programa especialmente diseñado para los miembros de la Brigada”.
Y añadió: “Recomiendo inducir, más que a forzar a la Brigada para que acepte esta propuesta, “Debido a la falta de una utilización militar inmediata para la Brigada, debemos desmantelar ésta como tal. Como puede ser que en un futuro deseemos contar con la presencia de cubanos entrenados militarmente en las fuerzas armadas de Estados Unidos, debemos alentar a los miembros de la Brigada para que se enrolen en el programa de entrenamiento militar existente para los cubanos y que a partir de ahí se incorporen a la unidad de reserva de Estados Unidos”.
Fue objetada con el siguiente sustento: “Esto podría generar una crítica política y militar nacional al incorporar grupos extranjeros organizados en el componente de reserva de las fuerzas armadas estadounidenses. Existe el riesgo de que un acto impulsivo e irracional de los miembros de la Brigada, como miembros de las fuerzas de reservas norteamericanas, pudiera ser la fuente de serias molestias para Estados Unidos”. El recelo, resentimiento y desconfianza de la administración fue evidente, por haber tenido que reconocer la paternidad del fracaso, ante la comunidad internacional, a menos de tres meses de haber asumido la presidencia.
El colofón de ese criterio reticente fue expresado: “Debemos ofrecerles cierta ayuda especial, pero no hasta el punto de que se conviertan en una clase privilegiada de forma perpetua…”. Este era el sentimiento adverso hacia los vencidos.
(*) Escritor y profesor universitario. Es el autor, entre otros, del libro “Bajo las alas del Cóndor”, “La Operación Cóndor contra Cuba” y “Demócratas en la Casa Blanca y el terrorismo contra Cuba”. Es colaborador de Cubadebate y Resumen Latinoamericano.