Internacionales

La insoportable levedad de Nüremberg -Leningrado versus Gaza-

Por Pablo Fernández Miranda.

En los procesos de Nuremberg se aportaron actas de reuniones mantenidas por el Estado Mayor Alemán presididas por Hitler en fechas en las que estaban cercando Leningrado. En las del 8 de septiembre de 1941 figura la presentación de un informe del médico dietista, profesor Ernest Ziegelmeyer, experto del Instituto de Nutrición de Múnich, con la estimación de la cantidad de días en los que tardaría en morir la cercada población de Leningrado en función de los alimentos que quedaban y las calorías necesarias para subsistir.

Ziegelmeyer concluía en su informe: “No merece la pena arriesgar la vida de nuestra tropa. Los habitantes de Leningrado morirán de todas formas. Es esencial que ni una sola persona traspase nuestro frente.” La conclusión de Hitler está documentada, no había que tomar la ciudad ni permitir su rendición ya que no convenía malgastar reservas alimentando a una población de tres millones. Había que extinguirlos.

El 10 de septiembre Goebbels escribía: “No nos molestaremos en pedir la capitulación de Leningrado. Podemos destruirlo aplicando un método casi científico”. Se trataba de matar mediante caquexia, sometiendo a sus habitantes a inanición. Se ordenaba disparar contra cualquiera que tratase de huir o entregarse, hombres, mujeres o niños. El informe fue aprobado por el jefe del Estado Mayor del Ejército, general Alfred Jodl.

“El Fúhrer ha decidido arrasar la ciudad de Petersburgo de la faz de la tierra…/… se ha propuesto someterla a un estrecho asedio y no dejar piedra sobre piedra a base de bombardearlos sin cesar …/… Si ello provoca intentos de rendición se hará caso omiso. En esta guerra no nos interesa preservar ni la menor parte de la población de esta ciudad”.

Resulta insoportable la similitud con la estrategia actual aplicada por el Estado de Israel contra Gaza. Aparentemente no hay diferencias, en la realidad si las hay.

Quizá la más importante es que, aunque inicialmente las potencias “occidentales” habían contemplado pasivamente las ascensiones de los regímenes nazi-fascistas, posteriormente los combatieron. En el momento del Bloqueo de Leningrado sus habitantes sabían que millones de personas, empezando por sus propios conciudadanos, luchaban contra los ejércitos que los cercaban, bombardeaban y sometían a la hambruna. A pesar de que 632.000 personas murieron en aquella ciudad, por cierto, el 97% de inanición según los datos del proceso de Nuremberg, mantenían la expectativa de la liberación, como luego así fue. Esa esperanza no pueden tenerla los palestinos, conscientes del abandono y cinismo internacional, con las instituciones cogiéndosela con papel de fumar. Evaluando, como si hubiera dudas o se tratase de un algoritmo complicadísimo, si hay o no genocidio y crímenes de guerra, si son galgos o son podencos. Otra diferencia no menor es que incluso durante los peores momentos del “bloqueo” se mantuvo el cordón umbilical que supuso el lago Ládoga por donde entraba armamento y ayuda, por escasa que fuera. En Gaza nada de nada: la soga abarca todo el cuello de los gazatíes.

Las generaciones que nacimos después de la guerra, cuando tuvimos uso de razón nos hicimos la pregunta (acusatoria) de cómo se pudo llegar a consentir el genocidio y los crímenes de guerra contra judíos y otros pueblos. Probablemente futuras generaciones nos señalen con el dedo viendo las imágenes (retrospectivas entonces) de cuerpos esqueléticos; de cadáveres troceados por las bombas del pim-pam-pum como figurantes de feria sin defensa posible; las migraciones masivas y denigrantes: «ahora p`allá, luego p`acá», acarreando los pocos bártulos que les van quedando de un traslado a otro para acabar muriendo bajo un plástico por bombas incendiarias  arrojadas sobre el sitio “seguro” a donde les ordenaron huir.  

Y, sí, viene al caso sacar a colación el cocinado de Eurovisión por más que parezca baladí. Hace pocos meses se estrenaba la película, El Ministro de Propaganda, sobre la manipulación informativa, comunicativa y cultural del nazi,  Goebels. Los espectadores seguimos atentos un guion que trazaba el paralelismo entre “guerra cultural” y “guerra armamentista”, no hay lo uno sin lo otro. Sin embargo, ahora, en la realidad actual nos tragamos las ruedas de molino que nos ponen delante y cuestionamos si merece la pena debatir sobre aberraciones como esa retransmitida a toda Europa. Hay que dar la batalla mediática a la manipulación “cultural” que tantos réditos les dio y les da  y que saben manejar los fascismos justificando la deshumanización de las víctimas.

Todo apunta a que los gobiernos seguirán mirando para otro lado (cierto: más unos que otros). En ese caso Nuremberg acabará siendo recordada más por su mercadillo navideño que por el precedente histórico  en favor de los derechos humanos y contra los crímenes de lesa humanidad. 

Tomado de La Discrepancia.

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