Internacionales

Injerencia de la CIA en Venezuela (I)

José Luis Méndez Méndez

Especial para Resumen Latinoamericano

Imagen: IA

No es posible abarcar en apenas pocos cientos de palabras, todo lo actuado por la Agencia Central de Inteligencia, CIA, en y contra Venezuela, han sido décadas de decenas de operaciones encubiertas dirigidas a intentar someter y apoderarse de los incontables recursos de este inmenso y rico país. 

Amigo lector, conocerá del sistemático plan de esta agencia estadounidense para alcanzar sus objetivos de dominación y recolonización cultural. Han participado en ese intento varias generaciones de funcionarios, agentes, colaboradores y simpatizantes de la CIA, que han inundado los rincones más recónditos del territorio venezolano para subvertir, desestabilizar e imponer su dominio.

Encontrará, además, dos momentos históricos fundamentales de su accionar subversivo, el primero desde el comienzo de la década de los años sesenta del pasado siglo, caracterizado por condiciones políticas internas facilitadoras y favorables al trabajo de la agencia.

El segundo, cuando los venezolanos patriotas decidieron alcanzar, consolidar y defender su genuina independencia, desde entonces hasta ahora la CIA, ha intentado casi todo para revertir la verdadera soberanía nacional venezolana.

Se trata, con énfasis, de sustentar, argumentar y convencer, que la CIA es noble en sus propósitos y fines; sin embargo es en realidad, una de las agencias de la comunidad de inteligencia de Estados Unidos, cuyo encargo gubernamental es instrumentar las políticas de la administración de turno en ese país. Es en esencia una organización de acción encubierta y de obtención de inteligencia que simula ser la menos comprendida en el mundo. 

La sola mención de su nombre evoca imágenes de espías ubicados en todos los confines del mundo maniobrando en un medio sombrío, mientras que pequeños grupos de comandos aerotransportados operan en alguna región remota de América Latina, África o el Sudeste Asiático, todo está bien urdido para presentarla como gestora de fines altruistas en aras de la “democracia” universal según su concepción, con ese pretexto, tiene licencia para cometer, todo tipo de ilícitos, con el eslogan de que el fin justifica los medios.

En su breve historia, la CIA ha sido todo eso, pero es mucho más. Como la encarnación del gobierno federal estadounidense de época en la segunda profesión más vieja del mundo, la CIA paga a decenas de miles de servidores. Esas cifras, al igual que muchos de los trabajadores internos de la CIA, siguen siendo clasificadas. Pero la criticada reputación de la Agencia, que proviene de su participación directa en algunos de los acontecimientos más denigrantes de la historia reciente, le ha conferido la bien ganada censura universal.

Nacida de una serie de organizaciones federales que buscaron reunir todas las actividades de obtención de inteligencia externa de Estados Unidos bajo un solo techo, la CIA ha existido como el miembro más viejo de la comunidad de inteligencia de ese país por más de setenta años.

Las responsabilidades de la Agencia son diversas, desde la obtención y análisis de la información a partir de una variedad de fuentes para producir inteligencia terminada, hasta la conducción de operaciones encubiertas a nivel mundial, y supervisar la labor de agencias federales encargadas también de la obtención de inteligencia, tanto externa como doméstica. Esta es la cara oculta y falsa de la imagen que se muestra en libros, enciclopedias y en decenas de audiovisuales dirigidos a glorificar su actuación.

En su libro, de éxito editorial, Dentro de la Compañía: Diario de la CIA, su antiguo operativo devenido en crítico acérrimo, Philip Agee, proclamó a sus lectores que “es difícil para las personas comprender lo grande y siniestra organización que es la CIA”. Tuvo toda la razón, pero a él solo le toco conocer y vivir una parte temporal de su sórdida historia, suficiente para protestar de ella y denunciar su omnipresente injerencia, hasta el final de sus días.

Los críticos de la CIA desde todos los rincones, realmente, han intentado echar leña al fuego con esas declaraciones que señalaban a la desastrosa invasión dirigida por la Agencia en Playa Girón en 1961, la irrestricta operación de intercepción de correos entre 1952 y 1973, que violó toda la privacidad y los derechos humanos de los espiados, una serie de experimentos de control de la mente mediante drogas conducidos en seres humanos no conscientes de lo que hacían, en su mayoría estadounidenses y numerosos planteamientos sobre asesinatos selectivos de “enemigos” e intentos de homicidios concebidos y ejecutados por la CIA. “A la CIA deberían cerrarla porque su bandera tiene muchas manchas de la Guerra Fría”, reflexiono el teniente general William Odom, antiguo jefe de la Agencia de Seguridad Nacional, la entidad súper secreta de escucha telefónica y de rompimiento de cifrados perteneciente al gobierno de Estados Unidos.

La CIA, según un artículo aparecido en U.S. News & World Report, es una agencia con un presupuesto multi billonario anual, emplea satélites que pueden ver a través de las nubes, y un ejército de analistas que puede diseccionar cualquier situación pronosticar un desenlace, pero en repetidas ocasiones se ha equivocado. Aun así, la CIA no ha podido eliminar completamente el brote de ataques terroristas altamente sofisticados que, aunque tienen un alcance internacional, a menudo han tenido como objetivo a su territorio y a sus aliados. Han empleado con profusión al terrorismo en sus más diversas formas, que se les ha revertido con fuerza letal. También se han dejado ocurrir tales crimines para justificar otros con aparentes intereses superiores. 

El derribo de las llamadas Torres Gemelas, el 11 de septiembre de 2001, en la ciudad de Nueva York, todavía guarda numerosas incógnitas, enigmas por resolver. Acto de terror que se manipuló como pretexto para invadir países alegando combatir al terrorismo hasta llegar a los más “oscuros rincones del mundo”.

Los fracasos siempre van a pasar por la mirada cruel del escrutinio público, aunque los éxitos de los hombres y mujeres que trabajan para las direcciones, oficinas y centros de la CIA son, a menudo, desconocidos, entrañan, para ellos, la creencia de que sirven a una causa justa y no a propósitos ignotos, cuando han descubierto la realidad, han renunciado frustrados tras años de servicios a las peores causas en beneficio del imperio.

A pesar de eso, esos mismos hombres y mujeres han puesto y continuarán poniendo sus vidas en peligro en favor de la “libertad” según la versión estadounidense y del gran experimento de la democracia. Esta afirmación es limitada, muchos de sus servidores han rechazado su pertenencia al comprobar que lo real dentro de la CIA, es lo que no se ve y que fueron reclutados para negar conocimiento y repetir que la “verdad está afuera”.

19 de junio de 2025

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