Cuba

La Soberanía Biotecnológica de Cuba: Imaginando un Modelo de Desarrollo Resiliente

Por Jon Alami *

Frente a vientos económicos intensos y sin alivio a la vista respecto a las sanciones, Cuba debe reflexionar sobre su camino hacia adelante para renovar su agencia económica y política. Debe capitalizar y ampliar la creatividad del pasado, mientras recurre de manera ingeniosa a su capacidad de innovación.

La República ha logrado resultados sanitarios impresionantes con recursos limitados al construir una base sólida en salud pública e innovación científica. Al profundizar la formación en medicina terciaria y crear condiciones favorables para la inversión biotecnológica dentro de su sistema socialista unitario, Cuba puede construir una economía más resiliente y basada en el conocimiento en los años venideros.

Avanzando a partir de los logros pasados

La estrategia de desarrollo futuro de Cuba debe basarse en políticas anteriores que han aprovechado su éxito en salud pública. Varias expansiones de estas políticas pueden crear un valor renovado para el pueblo cubano.

Asociaciones estratégicas con instituciones aliadas

Cuba se ha beneficiado durante mucho tiempo de vínculos diplomáticos y científicos con países como China y Venezuela, así como con instituciones regionales de salud como la Organización Panamericana de la Salud (OPS). Los intercambios abiertos y colaborativos aceleran el perfeccionamiento del conocimiento, algo clave para profundizar la formación médica especializada.

Las asociaciones y acuerdos actuales deben ampliarse para apoyar becas médicas avanzadas y programas de intercambio de especialistas. Por ejemplo, médicos cubanos podrían realizar pasantías de 6 a 18 meses en el extranjero en especialidades de alta demanda, mientras que especialistas extranjeros vendrían a Cuba para rotaciones clínicas, docencia conjunta o investigación comparativa en salud pública. China ha construido un modelo similar de intercambio médico con países de la ASEAN. De manera relacionada, los programas de intercambio de especialistas a corto plazo permiten la transferencia de habilidades en el lugar y mentoría clínica. Esto podría incluir a neurólogos españoles impartiendo un taller de neuroimagen de tres meses en el CIREN de La Habana, o a oncólogos indios coorganizando revisiones clínicas y simulaciones en el Instituto Nacional de Oncología.

También debería priorizarse la institucionalización de la cooperación. Centros conjuntos de excelencia, como instituciones clínicas o de investigación cofundadas con un país socio o universidad, pueden reunir financiamiento, talento y tecnología para abordar especialidades críticas y fortalecer la capacidad nacional. Los programas de doble titulación en investigación médica incluirían asociaciones académicas formales entre universidades cubanas y extranjeras, permitiendo que los estudiantes cubanos obtengan títulos conjuntos mientras completan parte de su investigación en el extranjero. Cursos en La Habana podrían complementarse con rotaciones clínicas en la UNAM (México) o la Universidad de São Paulo, resultando en títulos compartidos  y generando publicaciones conjuntas.

El éxito pasado y presente de BioCubaFarma y Fiocruz subraya la importancia de la transferencia tecnológica y la colaboración. Algunas de las iniciativas anteriores podrían incluso financiarse a través de la OPS, la OMS u otros fondos de cooperación sanitaria multilateral. Estas instituciones también ofrecen oportunidades para coordinar agendas regionales de investigación, transferencia de tecnología y estándares de intercambio de datos, reforzando así el papel de Cuba como líder regional en investigación equitativa y ciencia aplicada. El objetivo de política pública debe ser importar experiencia subespecializada mientras se insertan los profesionales cubanos en redes globales médicas y científicas.

Impulsar el financiamiento sanitario a través de brigadas médicas escalonadas

La diplomacia médica de Cuba ha recibido apoyo internacional por su papel en misiones humanitarias globales. Tradicionalmente, los médicos cubanos han participado en brigadas médicas centradas en la atención primaria, lo que ha resultado en una mejor prestación de servicios de salud y capacidad del sistema, incluyendo la formación de escuelas de medicina. Un énfasis mayor en servicios especializados de alto valor, personal médico en demanda (por desequilibrio global de recursos humanos), y colaboración en investigación podría generar ingresos por divisas y fortalecer la reputación institucional. Brigadas médicas especializadas —compuestas por equipos subespecializados— podrían ser insertadas en hospitales o centros de investigación de países socios. Los países anfitriones contratarían a estos especialistas cubanos para mentoría clínica, codocencia, co-tratamiento y ensayos colaborativos, yendo más allá de la prestación directa de atención.

En cuanto a la formación de estudiantes internacionales, podrían implementarse programas de capacitación pagos en los que gobiernos extranjeros o hospitales públicos envíen médicos a realizar especializaciones en instituciones cubanas. Estos programas serían distintos al modelo gratuito de ELAM, ofreciendo un esquema escalonado dirigido a países de renta media y hospitales públicos. La estructura incluiría especialidades poco representadas en los países socios (por ejemplo, diagnóstico de enfermedades infecciosas, medicina materno-fetal), con matrícula cubierta por las instituciones remitentes. Las tarifas incluirían alojamiento, supervisión, acceso clínico y acreditación opcional. Los beneficios mutuos bajo un enfoque humanitario impulsarían esta iniciativa: Cuba obtendría ingresos en divisas y fortalecería vínculos institucionales, mientras que los becarios regresarían con formación especializada y conexiones duraderas con redes médicas cubanas.

Expandir la inversión e innovación biotecnológica dentro del sistema socialista unitario

Las entidades biotecnológicas estatales, como BioCubaFarma, han sido claves en lograr la soberanía tecnológica del país y han recibido reconocimiento internacional. Ampliar estos emprendimientos conjuntos estatales —con autonomía jurídica y fiscal adecuada— permitiría a Cuba acceder a capital y tecnología global sin abandonar la propiedad pública. Se podrían replicar o profundizar alianzas en áreas emergentes como diagnóstico asistido por IA o terapias CAR-T con socios en Europa, Asia o América Latina.

Aunque la Ley de Inversión Extranjera de 2014 (Empresa Mixta) permitió formalmente estas asociaciones, persisten obstáculos para transformar el sector biotecnológico en un motor de crecimiento. Para lograrlo, Cuba debe crear un régimen regulatorio biotecnológico especial que sostenga su innovación local y atraiga socios de largo plazo.

Nuevo régimen regulatorio biotecnológico segmentado

Las licencias de propiedad intelectual (PI) de socios extranjeros —por ejemplo, métodos de producción o candidatos farmacéuticos— son fundamentales para la transferencia tecnológica y la creación avanzada de conocimiento. También pueden servir como fuente de financiamiento si se licencian tecnologías cubanas en el exterior. A pesar de su productividad científica, el sector biotecnológico estatal de Cuba enfrenta limitaciones estructurales importantes en cuanto a la negociación y aplicación de licencias o convenios con entidades extranjeras en forma de empresa conjunta (EC). El modelo integrado verticalmente —que centraliza investigación, desarrollo y comercialización bajo control estatal— deja poco espacio a la autonomía operativa.

Aunque Cuba cumple con los aspectos comerciales de la OMC (TRIPS) y posee un registro de patentes centralizado, la titularidad estatal de la PI convierte el proceso de licenciamiento en uno administrativo más que comercial. Esta estructura dificulta respuestas ágiles ante oportunidades o requerimientos de licencias específicos por parte de socios internacionales. Además, las empresas carecen de independencia financiera y enfrentan restricciones para acordar reparto de beneficios, debilitando su posición en el mercado global. La descentralización de la gobernanza científica, a través de un régimen legal especial, podría allanar el camino hacia nuevos avances.

Este régimen aplicaría exclusivamente a entidades biotecnológicas avanzadas y establecería normas específicas sobre licenciamiento y PI. Ofrecería condiciones para atraer inversión e innovación sin renunciar a la propiedad estatal. Su diseño diferiría del Polo Científico del Oeste de La Habana al formalizar la participación extranjera y ofrecer un marco legal más predecible y centrado en inversión e innovación, más que en producción o investigación lineal. También corregiría retrasos regulatorios y mejoraría la gestión de información confidencial.

Dependiendo de las prioridades de los formuladores de política económica, podrían establecerse diversas reglas, pero todas con el propósito de crear un entorno operativo transparente y predecible. Definir estructuras societarias (por ejemplo, términos de licencias, regalías, valoración de PI, niveles de control, protocolos de transferencia tecnológica), establecer cláusulas de protección, y mecanismos de resolución de disputas, serán claves para atraer inversionistas sofisticados. Establecer plazos máximos (como 120 días para aprobación de ECs) y definir procesos para exportaciones también fortalecerá el entorno de negocios. En cuanto a estándares industriales, es imprescindible establecer reglas claras para ensayos clínicos, Buenas Prácticas de Manufactura y permisos de I+D. Dentro de este régimen, el Estado podría autorizar a estas entidades a negociar uso de PI, pagar regalías, pactar repartos de beneficios y definir términos de transferencia sin incurrir en privatización. También sería recomendable flexibilizar el régimen cambiario dentro de estas ECs, permitiendo cuentas cuasi-convertibles en EUR/CNY o conversión preferencial para atraer socios a largo plazo.

Mejorar el entorno regulatorio también facilitará el financiamiento sostenible del sector. Cuba podría impulsar licencias derivadas de activos de salud pública (por ejemplo, vacunas o anticuerpos monoclonales bajo acuerdos de manufactura) para producción o adaptación en África, Asia o América Latina. Aunque algunos señalan que el portafolio actual de fármacos y vacunas cubanas tiene problemas de rentabilidad, las medidas antes mencionadas diversificarían la oferta y ampliarían destinos de exportación para superar los altos costos fijos de I+D. Crear un nuevo régimen abriría puertas a nuevas tecnologías y descubrimientos sostenibles a largo plazo.

Abordar la escasez de insumos médicos esenciales

Los objetivos trazados por las políticas anteriores serían imposibles sin abordar la escasez de insumos esenciales (como jeringas y catéteres) y suministros más complejos (anestésicos, reactivos). Para avanzar en sus metas biotecnológicas y estabilizar los servicios clínicos, Cuba debe seguir una estrategia gradual de manufactura focalizada y resiliencia en el suministro. El Estado debe priorizar la producción nacional de un conjunto de insumos críticos de alto volumen y baja complejidad, esenciales para la salud pública y propensos a interrupciones de importación. Esto requeriría inversión moderada en instalaciones existentes como Medsol o Laboratorios AICA, con apoyo potencial de cooperación tecnológica Sur-Sur. Para insumos más complejos o costosos, Cuba podría formar asociaciones bilaterales o acuerdos de suministro soberano con socios estratégicos, como India, Irán o Vietnam. Estos podrían adoptar la forma de ECs o contratos con sitios de producción conjunta. Paralelamente, BioCubaFarma podría explorar canales de compra alternativos, como plataformas electrónicas transfronterizas (por ejemplo, Alibaba Health), para adquirir insumos no sensibles a granel. Estas medidas ayudarían a mitigar restricciones materiales y fortalecer la capacidad de Cuba para sostener un sector biotecnológico resiliente y soberano.

Mirando hacia adelante

Cuba puede trazar un camino que aproveche sus fortalezas: salud pública, solidaridad médica e ingenio científico. A través de asociaciones renovadas y reformas regulatorias estratégicas, el país puede profundizar su experiencia médica terciaria y convertirse en un innovador biotecnológico bajo sus propios términos. Un modelo de desarrollo basado en soberanía multiforme requiere cooperación reflexiva y voluntad política, algo que Cuba tiene al alcance.

 

(*) Jon Alami es investigador, escritor y abogado con enfoque en políticas públicas. Tras graduarse de la Facultad de Derecho de Harvard, donde se especializó en derecho y desarrollo económico, trabajó en el Congreso de los Estados Unidos y en el sector social en Chile y el Caribe. Su investigación actual se centra en la administración pública en Perú y el colonialismo de residuos en África subsahariana.

Fuente: Resumen Latinoamericano Argentina

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *