Defender hoy a Venezuela es luchar por la Patria Grande
Por Carlos Aznárez / Resumen Latinoamericano.
El nivel de agresión que Donald Trump, en representación del imperio, está desplegando todos los días contra Venezuela solo es igualable a la guerra que los mismos protagonistas le han hecho a Cuba desde hace 66 años. Al igual que la Isla revolucionaria, el proceso bolivariano no solo es acosado con la intención de apoderarse de su petróleo y otras riquezas, sino que molesta a los enemigos de la verdad, en cuanto a ejemplos constantes que ofrece a un mundo adormecido y en muchos casos imbecilizado por el discurso del capitalismo.
De allí que el multimillonario sionfascista Trump actúe como partenaire desbocado de las corporaciones e insulte a quienes con toda la gallardía le hacen frente. Al tratar, en una intervención ante la prensa, de «animales» e «hijos de perra» a millones de venezolanos y venezolanas, no hizo otra cosa que demostrar su desesperación por no poder doblegar ni debilitar un ápice a quienes han convertido en una fenomenal estructura de autodefensa el natural miedo que provoca estar enfrentando a tan brutal enemigo. Y lo han hecho, a sabiendas de que el escenario planteado por Estados Unidos es totalmente desigual, pero como bien expresara en su momento el Comandante Hugo Chávez, y ahora ratifica Nicolás Maduro: «este pueblo sabe bien por lo que está peleando» y sacará fuerza de donde sea para impedir que cualquier intervención extranjera se adueñe de su territorio para volver a un pasado de semi esclavitud.
Por ello, es que la perversidad del imperio, coaligado con la oposición violenta que aún anida en el país caribeño, no dudan en buscar hacer el mayor mal posible a quienes desde hace más de 25 años están construyendo en paz un país solidario consigo mismo y con sus vecinos del continente. De hecho, la presencia del Comando Sur y sus barcos de guerra asesinando a mansalva a pescadores de varios países, y la aparición de pruebas concretas sobre planes de guerra biológica no constituyen un aspecto bélico a minimizar. Esta última denuncia, realizada por la afamada periodista estadounidense Maureen Tkacik, en el medio «The American Prospect», no deja dudas de la brutalidad en la que habitualmente está empeñado EE.UU cuando quiere imponer su falso orden. El plan, ahora descubierto, pretendía provocar un colapso nacional, contaminando virus de hepatitis, influenza, sarampión y otras enfermedades infecciosas, en sectores claves de aglutinamiento popular, como son las grandes barriadas de Caracas, pero también en instituciones donde se mueven diariamente representantes del gobierno. En su ambición enfermiza, los mismos que ya actuaron de manera similar en Cuba, generando numerosas muertes de personas y animales (recordar la peste porcina y otras similares) pretendían que la guerra biológica «ablandara y destruyera al aparato dictatorial del chavismo», ayudando a provocar «la caída del régimen» y el inmediato reemplazo por un gobierno ligado a los intereses estadounidenses, donde fueran abolidos partidos y organizaciones de «ideología socialista y comunista».
Parecen datos arrancados de películas de terror pero lo peor es que estas se nutren de temas de la realidad, y no son los únicos instrumentos que utiliza el imperio contra Venezuela. De hecho, lo ocurrido y también denunciado, con la venta de la empresa CITGO, avalado por tribunales norteamericanos, y el robo descarado de su millonario capital, marca la permanente avanzada delincuencial del gobierno Trump, como antes hicieron Obama y Biden, sobre la empresa estatal PDVSA.
Insuflando oxígeno a cada una de estas actuaciones desestabilizadoras, abunda el terrorismo mediático, que en crónicas disparatadas no dejan nada por inventar en su imaginario de que «es inminente» el derrocamiento de Maduro o la extinción de un plumazo de más de un cuarto de siglo de ideología revolucionaria chavista. Como, a pesar del poder económico que los sostienen, no conocen la idiosincrasia del bolivarianismo, suenan cada vez más burdos. Llegan a tanto en sus mentiras, que mientras sus «periodistas» anuncian en cadena que el capo del Cártel de los Soles «está buscando un país al que huir ante una situación que parece definirse en cuestión de horas», el presidente legítimo, consagrado en numerosas elecciones democráticas -no como la reciente de Honduras- no cesaba de zambullirse en el mar de una multitud que lo aclamaba en el barrio de Catia, al grito de «no pasarán».
Lo mismo ocurre con la campaña de rumores sobre el comportamiento de «algunos jefes militares» que según la prensa escuálida ubica en maniobras conspirativas contra el ministro de Defensa, Padrino López. No solo no han logrado comprar a ninguno de esos generales y coroneles chavistas con los que sueñan tener de su lado (a pesar de ofrecer millonadas de dólares y «un futuro de magnates» al uso yanqui) sino que, por el contrario, varios de los «tentados» les dijeron a sus interlocutores que no se puede comprar la ideología revolucionaria con todo el oro del mundo. De la misma manera que jamás lograron doblegar con ofrecimientos similares y prácticas de concreto terrorismo contra la población, a quienes levantaron un gobierno socialista a 90 millas de la península de la Florida.
Mientras ellos inventan, menosprecian, insultan y amenazan, la Revolución no se detiene. Sigue construyendo escuelas, universidades, viviendas, centros asistenciales de salud. Hace acuerdos con los países de los Brics, consigue pleno respaldo político, económico y militar de Rusia, o acuerda montar una ruta marítima entre China y puertos venezolanos, favoreciendo notablemente los tiempos del tránsito de todo tipo de mercancías.
Mientras Trump, acostumbrado a tratar con presidentes y ministros que se derriten, haciendo gestos bufonescos ante su presencia -el caso de Milei y el gringo-ecuatoriano Noboa son extremos en ese sentido-, Maduro se pone el uniforme de comandante en jefe y acompañado por fuerzas armadas conscientes, disciplinadas y con fuerte ideología de combate, le planta cara al energúmeno. Lo hace además, no como un lobo solitario, sino junto a todo un pueblo sabedor de que esta es una instancia de «patria o muerte», y que en esas circunstancias, retroceder no figura en los manuales del patriotismo.
Frente a semejante desafío, donde la disyuntiva universal sigue siendo Nación Soberana o Dependencia, es absolutamente necesario que crezcan infinidad de movilizaciones de apoyo al pueblo y al gobierno revolucionario encabezado por Nicolás Maduro. Si realmente se asumen posiciones a la izquierda del sistema, no hay dudas por dónde pasa hoy el lado correcto de la historia antiimperialista: Venezuela, Cuba y Nicaragua, deben ser defendidas en todos los ámbitos de lucha.
Son horas más que decisivas para el anhelo de una Patria Grande integradoramente justa, definitivamente libre y soberana.

