Consenso: Perdura lo que un pueblo quiere
Por Agustín Lage Dávila.
Este Primero de Mayo del 2022 se volvieron a llenar las plazas de trabajadores, celebrando SU día, en SU país y defendiendo SU proyecto de sociedad socialista.
Fue una expresión de consenso, colectivo, masivo y libre. Como lo fue también en el 2019 la votación popular de la Constitución de la República (84.4%). Nadie obligó a nadie a asistir a los actos del Primero de Mayo, como nadie obligó a nadie a votar aprobando la Constitución.
Cualquier análisis serio de la situación política en Cuba tiene que partir de esa realidad. Hay un consenso sobre el proyecto social socialista.
En palabras de José Martí, “La unidad de pensamiento, que de ningún modo quiere decir la servidumbre de la opinión, es sin duda condición indispensable del éxito de todo programa político..”.
Y tenemos esa unidad en torno al programa político de la Revolución. Es una unidad de pensamiento sobre las esencias del programa político: Soberanía nacional, justicia social, propiedad socialista del todo el pueblo sobre los recursos de la economía, derecho al trabajo, a la salud, a la educación y a la cultura.
Luego tenemos también, y bienvenidas sean, las discrepancias de opinión sobre los medios concretos para alcanzar la sociedad que queremos, y sobre si, aquí o allá, por este cuadro o por el otro, lo estamos haciendo bien, regular o mal. O sobre si una u otra decisión concreta contiene más peligros que oportunidades, o viceversa. O sobre si marchamos a buen ritmo, teniendo en cuenta las limitaciones del contexto económico mundial (que son realidades imposibles de no ver) o si nos dejamos atrapar por las inercias institucionales propias de la racionalidad burocrática.
Eso es otra cosa. Pero la unidad de pensamiento sobre los objetivos del proyecto social no se puede tocar, ni se puede permitir que nadie intente tocarla.
Siempre hemos tenido en nuestra Historia esa disyuntiva entre unidad y discrepancias. Y siempre ha tenido el pueblo, y sus grandes líderes, la sabiduría para identificar donde termina la discrepancia sana e inevitable, y donde empieza el cuestionamiento de lo esencial. Es una línea divisoria que no se nos puede desdibujar.
Discrepancias tuvo Ignacio Agramonte con Carlos Manuel de Céspedes, pero el día en que oyó las censuras que hacían del gobierno revolucionario sus oficiales, reaccionó duramente diciendo: “Nunca permitiré que se murmure en mi presencia del Presidente de la República”. Ahí estaba la línea roja que no se podía permitir que fuese traspasada.
El consenso sobre lo esencial es una construcción colectiva de décadas, sino de siglos, y es muy difícil de lograr. Otros países no lo han logrado sobre temas muy sensibles: No lo logran los Estados Unidos sobre su problema racial; no lo logran varios países europeos sobre el problema de las nacionalidades y el de la inmigración; y habría muchos otros ejemplos que estudiar. No se trata de que los dirigentes en un momento dado tomen buenas o malas decisiones, o que se dicten buenas o malas leyes; el problema es cultural, y se trata en esos casos de que no tienen consenso colectivo sobre lo que hay que lograr.
Nosotros en Cuba, sí que tenemos ese consenso, sobre los propósitos esenciales del proyecto de convivencia; y ese consenso, construido por décadas o siglos de pensamiento y luchas, es un tesoro, y como tal hay que cuidarlo y trasmitirlo intacto a las futuras generaciones de cubanos.
Lo necesitamos como el aire y el agua, para que Cuba siga siendo Cuba, y los cubanos orgullosos de serlo. Y por eso mismo es que nuestros adversarios de siempre atacan con prioridad ese consenso social, e intentan fragmentarlo, porque saben que es la base de todo: la base para poder avanzar, para poder trabajar, y hasta para poder discrepar.
La hostilidad contra el proyecto socialista en los medios de comunicación, especialmente en las redes “anti-sociales” es implacable. Lo sabemos. Y los revolucionarios tenemos que aprender a “tomar las redes”, como mismo tomamos las calles y las plazas.
En este Primero de Mayo, el contraste entre la basura anticubana, hostil y mediocre, que circula en las redes; y la expresión tangible y culta de unidad de los trabajadores en las plazas revolucionarias, nos hizo recordar el concepto que expuso José Martí al escribir sobre la fundación del Partido Revolucionario Cubano en abril de 1892: “Lo que un grupo ambiciona, cae; perdura lo que un pueblo quiere”.
Ayer Primero de Mayo, 130 años después, el pueblo cubano habló, y dijo una vez más en las plazas de Cuba, alto y claro, lo que quiere.
Y perdurará.
Tomado de Cubadebate / Foto de portada: Ismael Francisco / Cubadebate.