Al encuentro de Julio Antonio Mella
Por Maribel Acosta Damas* / Colaboración Especial para Resumen Latinoamericano.
En el centro de la ciudad de México, en la Avenida Morelos 62, el café La Habana, continúa siendo ese lugar de reunión y de historia. Fundado en los años 50, allí se conserva la leyenda de la presencia de Fidel Castro y Che Guevara en el exilio mexicano que precedió en 1956 al desembarco del yate Granma en las costas cubanas.
Fue nuestro punto de partida… Cercano al Café La Habana, a una cuadra, doblas a izquierda y topas con el sitio exacto donde fue abaleado Julio Antonio Mella el 10 de enero de 1929. Una calle cualquiera de una ciudad cosmopolita y gigante que tiene el día a día de la vida… Pero allí está la tarja que recuerda a Mella, al día infausto de su asesinato y a los asesinos que planearon y acabaron con su fecunda vida…
Expuso Ciro Bianchi en su columna Lecturas del diario Juventud Rebelde que “El 10 de enero, el día en que lo iban a matar, Mella y Tina Modotti salieron de una reunión en Socorro Rojo Internacional. Eran las ocho de la noche y Tina se dirigió a una oficina de correos a fin de pasar a La Habana un telegrama dirigido a La Semana, la revista de Sergio Carbó, en que se desmentía el ultraje a la bandera. Mella caminó un poco más pues en una cantina lo esperaba Magriñat, que le había pedido una cita urgente para decirle que desde La Habana habían llegado dos asesinos a sueldo para ultimarlo. Se dice que aquella entrevista se celebró para que Mella fuera identificado por sus asesinos.
Mella recogió a Tina en la oficina de correos y continuaron a pie el camino hacia la casa. Dos disparos sonaron cuando la pareja desembocó en la calle Abraham González. Julio Antonio había sido herido por la espalda. Moriría poco después, mientras era intervenido quirúrgicamente, en el hospital de la Cruz Roja. Tina, Diego Rivera y otros amigos pudieron permanecer junto al cadáver después de autopsiado. Se le hizo la mascarilla y Tina tomó una última foto. Lo velarían en el local del Partido Comunista mexicano.”
El hecho tuvo gran repercusión en la prensa mexicana y en la vida social y política tanto de México como de Cuba. Quisieron incriminar a Tina Modotti con su asesinato, y la muerte del revolucionario cubano resultó golpe descomunal para el movimiento antimperialista latinoamericano.
Mella fue inhumado en el cementerio de Dolores en extraordinaria manifestación y las palabras finales de su entierro las expresó Diego Rivera. Tenía 25 años.
En una minuciosa revisión de archivos, Delfín Xiqués Cutiño publicó en el periódico Granma que “de acuerdo con los libros sepulcrales, la tumba de Mella correspondía a la No. 44, pero no era así. Realmente era la No. 45.” Y ahí reposó hasta que luego de caer la dictadura machadista, el Partido Comunista toma la decisión de trasladar sus restos a Cuba, con la contribución de numerosas organizaciones revolucionarias de Cuba y México para financiar su traslado seguro a la isla.
Entonces, el 6 de septiembre de 1933 “el Departamento de Salubridad realizaría la exhumación. Fueron citados para el Panteón Dolores los compañeros que tenían tareas que cumplir en dicha ceremonia junto a Marinello: Mirta y Sergio Aguirre, Jorge Rojas y Aida Carreras, entre otros comunistas cubanos y mexicanos (…) Se extrajo el ataúd y los compañeros lo llevaron en hombros hasta el horno crematorio…”
Mella regresó a Cuba pero sus cenizas no pudieron estar a disposición de su pueblo hasta el triunfo de la Revolución; eran perseguidas sin descanso por los tiranos de turno. Entonces fueron escondidas y resguardas por muchas manos para preservarlas. A partir de 1959 estuvieron expuestas en el hoy Museo de la Revolución y ya en 1976 fueron trasladadas a su lugar de batallas de hoy: el Memorial Mella al pie de la escalinata de la Universidad de La Habana.
Mella en Ciudad de México…
En las calles mexicanas, territorio y testigo del día terrible de la muerte de Julio Antonio Mella, la vida transcurre en los avatares de estos tiempos… Allí sigue su tarja y muchos visitantes vienen a su encuentro, que luego culmina unas cuadras más allá, en la Casa de María Antonia, aquella en que se conocieron Fidel y el Che y que gestó la Revolución que juntó definitivamente a Mella con su Patria.
(*) Periodista cubana, especializada en televisión. Es profesora de la Facultad de Periodismo de la Universidad de La Habana y Doctora en Ciencias de la Comunicación.
Fotos: Maribel Acosta Damas / Foto de portada: Tina Modotti.
Hermoso artículo.