“Luppi era una mente lúcida (…), una mente lúcida que quería, desde las entrañas, habitar un mundo más justo, más digno, más solidario”.

Mariano Barroso, quien muy joven lo dirigió en Éxtasis, una vez le comentó: “Federico, para nosotros, era una referencia. Y se lo dije: ‘Si tu lengua materna fuera el inglés, tendrías el reconocimiento de Gregory Peck. Pero tienes la mala suerte de hablar español’. Él alzó una ceja y me miró, como diciendo ‘No digas tonterías, Mariano, que ya sos mayorcito’”.

Mi hija recuerda cómo hace unos cuantos años lo abordó, justo a la salida de la proyección de una de sus películas, y él le concedió con sencillez el autógrafo en la cartelera del evento. La impresión que provocó hace más de un lustro la noticia de su muerte, como sus películas, la compartimos padres e hijos, más allá de barreras generacionales, por eso ella me hizo recordar un diálogo de la celebrada Martín (Hache) —premiada en el XIX Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano—. En una escena Luppi está frente a Juan Diego Botto, quien interpreta a su hijo en el filme, sentados en la mesa de un restaurante, ambos especulan sobre la razón de patria y Botto le pregunta si no extraña Argentina: “Eso de extrañar, la nostalgia y todo eso, es un verso. No se extraña un país, se extraña el barrio en todo caso, pero también lo extrañás si te mudás a diez cuadras (…)”, y con este y otros argumentos defiende su tesis escéptica el personaje del padre. A lo que contesta Juan Diego, enmendándole la plana al progenitor: “Que la patria es un verso estoy de acuerdo”.