Internacionales

A 35 años de una causa injusta (II)

Por José Luis Méndez Méndez* / Colaboración Especial 

Resumen Latinoamericano 

El 31 de julio de 1981, el general Omar Torrijos Herrera, muere en extrañas circunstancias no esclarecidas como resultado de un accidente aéreo y asume el poder real, más allá de los Presidentes que se sucedieron, el entonces coronel Manuel Antonio Noriega, quien aun siendo un viejo colaborador de la CIA se tomó atribuciones y decisiones que no gustaban a algunos sectores de poder yanquis que recomendaban cambiarlo, el mando castrense estadounidense en el canal tenía ya en sus manos los planes aprobados por la Casa Blanca para detener a Noriega en el momento que se decidiera. No era necesario invadir el país.

El sábado 16 de diciembre de 1989, a las nueve de la noche un vehículo conducido por soldados estadounidenses procedentes de bases en la zona del Canal, vestidos de civil rompió las barreras de los retenes frente al Cuartel Central de las Fuerzas de Defensa de Panamá (FDP) y abrieron fuego. Los soldados panameños, se defendieron y resultó muerto uno de los provocadores, el teniente Robert Paz Fisher. Al día siguiente a las once y treinta de la mañana, un infante de marina estadounidense disparó contra el cabo panameño César Tejada causándole una herida en el brazo izquierdo. Era evidente que esta provocación era el preludio de la agresión, ensayada a diario por tanques que cruzaban amenazadores el paso marítimo internacional y después regresaban a sus bases.

El día 19 al caer la noche los noticieros televisivos estadounidenses reportaban un inusual movimiento de aviones hacia Panamá. Desde días previos se escuchaban incursiones aéreas en el polígono de Nuevo Emperador, cercano a la capital panameña donde se acantonaban los soldados estadounidenses llegados desde Estados Unidos.

Las principales agencias de prensa norteamericanas habían enviado a sus corresponsales estrellas especializados en conflictos de guerra, fue una señal de lo que se avecinaba. Estos medios de prensa pidieron confirmación a sus reporteros en ese país. Aproximadamente a las nueve de la noche desde el poblado de Veracruz cercano a los asentamientos militares, se empezó a percibir el arribo constante y masivo de aviones a la base aérea de Howard.  

Antes de la medianoche fue atacada la estación de las Fuerzas de Defensa de Balboa y neutralizadas las patrullas de la policía canalera, luego atacaron otras dependencias. A las doce y cuarenta y cinco de la madrugada del siguiente día empezó el bombardeo aéreo al Cuartel Central en el barrio de El Chorrillo. Había comenzado la invasión, el despliegue militar estadounidense más grande después de la guerra de Vietnam.  

Estados Unidos tomó rápidamente el control de sitios estratégicos, entre otros: aeropuertos, puertos, represas hidroeléctricas, entidades distribuidoras de electricidad y agua potable, carreteras, medios de transportes y comunicaciones. 

Participaron más de 40,000 soldados estadounidenses, incluyendo los que llegaron al momento de la invasión, integrantes de la 82 División Aerotransportada, sumados a los que ya se encontraban acantonados en la zona del canal (entre 14,000 y 16,000 soldados) incluida la 193 Brigada de Infantería. 

A ellos se agregaron los que habían llegado de manera ilegal desde 1987 y otros que subrepticiamente ocuparon residencias y hoteles en función de espionaje antes del día 20. También participaron: 300 aeronaves, incluidas los AC-130, Specter, aviones de observación y ataque OA 37b, Stealth F117a, helicópteros Apache AH-64 y Cobra, probados por primera vez en Panamá y misiles y cañones blindados de fuego rápido. 

Las Fuerzas de Defensa de Panamá tenían un solo avión de guerra, saboteado desde mucho antes. En el rechazo a la invasión participaron algunas tropas y policías sin organización ni coordinación. Las acciones de los Batallones de la Dignidad fueron arrasadas ante la abrumadora superioridad de los atacantes. El propio general perseguido desapareció de las zonas de confrontación, donde nunca estuvo.

Los invasores bombardearon indiscriminadamente el martirizado Cuartel Central en El Chorrillo, el aeropuerto de Punta Paitilla, el cuartel de Tinajitas, el cuartel de Panamá Viejo, el cuartel de Los Pumas, la base militar de Rio Hato, donde funcionaba el instituto militar Tomas Herrera. 

La invasión militar había sido experimentada con anterioridad en numerosas ocasiones, incluida la de manera “silenciosa”, consistente en la ocupación por militares norteamericanos de casas dentro de la ciudad para buscar información sobre los movimientos del general Noriega y señalar los objetivos de interés a ocupar para neutralizar las fuerzas oponentes y garantizar que la operación fuera un mero “paseo”. 

Al pretexto inicial le fueron colgando otros para hacerlo más creíble como el referido a los derechos humanos. También pregonaron que Panamá se había convertido en un pasadizo de cocaína desde Colombia hacia los Estados Unidos y un centro de blanqueo de dinero, además justificaron la invasión con la protección de la vida de los estadounidenses que residían en Panamá, la necesidad de devolver la democracia y otras mañas por el estilo. 

Titular ese genocidio de “Causa Justa”, fue una expresión de abuso, sin necesidad de mostrar los músculos, contra un país pequeño y mal armado. Se escogió el momento por varias razones: había caído el muro de Berlín, la URSS en manos de Gorbachov se desmoronaba y con ella el campo socialista, terminaba la llamada guerra fría. El inquilino de la Casa Blanca aún no tenía su sello distintivo, el ex jefe de la CIA ahora Presidente no contaba con su doctrina propia. A partir de Panamá apareció la “Doctrina Bush”.

La invasión a Granada en 1983 fue un presagio de lo que ocurriría cuando terminara de caer el campo socialista y Panamá se convertiría en la primera de la Postguerra Fría, donde Estados Unidos inauguraba un nuevo Orden Internacional bajo su égida, troquelándose el istmo como un tubo de ensayo para futuras agresiones. Fue aquí donde se aplicó por vez primera el concepto estadounidense de la “soberanía limitada”. 

La invasión fue innecesaria, la vida de 35,000 ciudadanos estadounidenses, nunca estuvo en peligro. En relación al rescate de la democracia, el Secretario de Estado norteamericano había felicitado a Noriega por el resultado de las elecciones, a sabiendas de que en ninguna mesa electoral había ganado el oficialismo. Hasta las mesas donde votaron los soldados de las FDP ganó la oposición. Los resultados fueron manipulados por ambos bandos. 

Ante el desastre quisieron sacar a Noriega, pero el director de la CIA William Casey salió en su defensa alegando que éste cumplía tareas importantes para los Estados Unidos. Continuará …

(*) Escritor y profesor universitario. Es el autor, entre otros, del libro “Bajo las alas del Cóndor”, “La Operación Cóndor contra Cuba” y “Demócratas en la Casa Blanca y el terrorismo contra Cuba”. Es colaborador de Cubadebate y Resumen Latinoamericano.

Foto: Archivo ABC

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