Desarraigados
Por Patricia María Guerra Soriano / Colaboración especial para Resumen Latinoamericano
El martes 20 de abril la directora ejecutiva del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef), Henrieta Fore, recordó que hace dos años, una joven de San Pedro de Sula, en Honduras le dijo: “No emigramos para tener una vida mejor, sino para sobrevivir”.
Durante la sesión informativa sobre la situación humanitaria en El Salvador, Guatemala y Honduras, ese pasaje le sirvió a la funcionaria para introducir una descripción lamentable del estado en que viven miles de niños, niñas y adolescentes que se desplazan por las naciones del triángulo norte de Centroamérica y México, con el fin de alejarse de la pobreza extrema, la violencia de las maras, y la debilidad estructural de los sistemas sanitarios y educacionales en sus países de residencia.
El aumento del número de niños migrantes en México es alarmante: desde el comienzo del año las cifras han ascendido nueve veces, de 380 registrados, a cerca de 3 500 en estos momentos. Unicef notificó esos datos; mientras “los coyotes” registran diariamente abusos, violaciones, tráfico de menores, reclutamiento para las bandas, extorsiones. La atención mediática se centra en la frontera norte con Estados Unidos, donde también se cometen todo tipo de delitos, pero en la frontera sur de México las tierras áridas aparecen lánguidas de tanta muerte, incertidumbre y miedos.
Al menos el 30 por ciento de la población migrante está representada por menores de edad que se refugian en los albergues de una tierra convertida en origen, tránsito y retorno y por la que se mueven solos, sin la compañía de sus padres.
“Desarraigados en Centroamérica y México”, un informe emitido en 2018 por la agencia de la niñez y la adolescencia de Naciones Unidas, documentó que los migrantes irregulares se encuentran expuestos al peligro de ser interceptados y detenidos durante el viaje y muchos de los niños son separados de sus tutores en el camino; en otros casos, “algunos familiares han tomado la difícil decisión de partir solos hacia el norte con la esperanza de reunirse en un futuro”.
Jorge Vidal Arnaud, director de programas de “Save the Children” en México, una organización no gubernamental que trabaja por los derechos de la niñez, aseguró que la situación se está tornando aún más crítica, pues “los albergues habilitados por el Gobierno o la sociedad civil en diferentes partes del país se están llenando y corren el riesgo de sobrepoblarse” y agregó que “algunos carecen de alimentos o agua potable y otros no tienen medidas para evitar la propagación de la COVID”.
El panorama que prevé “Save the Children” no es alentador, al considerar que el número de niños y niñas no acompañados pudiera seguir aumentando.
“Como comunidad mundial no podemos mirar hacia otro lado”-aseguró Fore. Para la funcionaria, la solución tampoco está en esperar a que desaparezcan las causas estructurales de la migración porque los menores necesitan el apoyo de los Gobiernos y de las autoridades fronterizas.
El esfuerzo que se está realizando por voltear los rostros del mundo hacia la crítica situación aún no es suficiente. Mark Manly, representante de la agencia de Naciones Unidas para los refugiados (Acnur) en México, afirmó que todavía no se identifican a muchos de los niños, niñas y adolescentes que llegan a ese país urgidos de protección internacional como refugiados. Por eso, destacó en marzo que la implementación del proyecto “Promoción global de mejores prácticas para niñas, niños y adolescentes en situación de migración” a cargo de la Acnur y Unicef, ofrecerá un apoyo importante en la implementación de la reforma legal que impide el arresto de los menores.
“Ayúdenos a ampliar nuestro llamamiento a todos los Estados para que garanticen los derechos de las personas que se desplazan tanto dentro de los países como a través de las fronteras”, convocó Henrieta Fore en su mensaje final y concluyó con otra estremecedora verdad: “Un niño es, ante todo, un niño. Sus derechos no desaparecen cuando son expulsados de sus hogares. Necesitan y merecen apoyo-ya sea que viajen solos o con sus familia-en cada paso”.
Imagen de portada: Unicef