Internacionales

El fantasma del anticomunismo acogido en Miami (I)

Por José Luis Méndez Méndez* / Colaboración Especial para Resumen Latinoamericano.

El anticomunismo es una corriente ideológica históricamente opuesta de manera activa al comunismo. A través del tiempo, la palabra comunismo ha sido usada para referirse a varios tipos de organización social y sus partidarios, pero, desde mediados del siglo XIX, la corriente dominante del comunismo en el mundo ha sido el marxismo. El comunismo marxista consiguió muchos más seguidores y oponentes que todas las demás formas de comunismo juntas. Así mismo, el término anticomunismo se emplea principalmente para referirse a la oposición a tal movimiento político.

El marxismo, y la forma de comunismo asociado a él, alcanzaron su apogeo en el siglo XX. El anticomunismo organizado se desarrolló como reacción a la creciente popularidad del movimiento comunista, y adoptó muchas formas a lo largo de esa centuria. Las aspiraciones, reivindicaciones políticas y sociales vieron en el comunismo la respuesta a sus necesidades frente a un capitalismo cada día más rapaz.

El fascismo y el nazismo se basaron en una forma violenta de anticomunismo; incitaban el miedo a la revolución comunista para obtener el poder político, e intentaron destruir el comunismo en la Segunda Guerra Mundial. Los nacionalistas lucharon contra los comunistas en numerosas guerras civiles por todo el mundo. Tanto el conservadurismo como el liberalismo clásico conformaron gran parte de las políticas exteriores anticomunistas de las potencias occidentales, y dominaron el pensamiento intelectual anticomunista en la segunda mitad del siglo XX.

Tras la Revolución de Octubre en Rusia, el comunismo marxista quedó principalmente asociado a la Unión Soviética en la imaginación pública, y tenía también opositores. Como resultado, el anticomunismo y la oposición a la Unión Soviética se hicieron prácticamente indistinguibles, especialmente en política exterior.

Los años de las décadas del veinte y treinta del pasado siglo vieron el declive del conservadurismo tradicional. La primera línea del anticomunismo fue tomada por los entonces ascendentes movimientos fascistas por un lado, y por los conservadores liberales inspirados por Estados Unidos por otro. El comunismo siguió siendo un fenómeno fundamentalmente europeo, por lo que el anticomunismo estuvo también concentrado en Europa. Cuando grupos y partidos políticos comunistas empezaron a aparecer por todo el mundo, como en China a finales de los años veinte, sus oponentes fueron generalmente las autoridades coloniales o los movimientos nacionalistas locales.

El anticomunismo ha sido un elemento importante en la política exterior de los Estados Unidos y otros países capitalistas durante la estrategia de la Guerra Fría, cuya esencia era destruir y extirpar todo vestigio de comunismo, a eso se dedicaron durante décadas. Casos extremos de anticomunismo fueron las matanzas de comunistas, es decir, asesinatos en masa de personas comunistas o sospechosas de serlo, por el simple hecho de tener una creencia, además de la discriminación por razones políticas, que se convirtieron en persecuciones de intelectuales, artistas, profesionales, científicos, hombres y mujeres notables en todo el mundo.

El anticomunismo ha servido de pretexto para cruzadas represivas, así en Estados Unidos, se reprimieron manifestaciones contra la segregación racial en la década de los años sesenta del pasado siglo, alegando que tenían inspiración comunista y argumentaban que los negros querían tomar el poder con el apoyo de esa ideología. Históricamente los ultraconservadores estadounidenses han tachado de comunista a un buen número de actitudes, creencias o valores que les disgustaban.

Después de la Segunda Guerra Mundial, el comunismo se convirtió en un fenómeno global, y el anticomunismo en parte integral de las políticas exterior e interior de los Estados Unidos y sus aliados de la ahora omnipresente OTAN.

Los conservadores de posguerra abandonaron sus raíces monárquicas y aristocráticas, centrándose en la defensa del mercado libre y la propiedad privada, la cooperación entre las diferentes clases y la defensa de costumbres, valores y normas sociales tradicionales. Para esos conservadores el comunismo es peligroso por su intención de abolir la propiedad privada y su deseo de destruir las normas culturales tradicionales, de la estructura de la sociedad que oprime a la mayoría sometida para el beneficio de la minoría en el poder.

En Estados Unidos, no estuvo presente el llamado conservadurismo tradicional, presente en Europa, el titulado conservadurismo americano no comparte los sustentos de sus pares europeos, se basa en el individualismo y en una visión de la competición económica como beneficiosa para la sociedad, todo sazonado con fuertes sentimientos religiosos y en apariencias en defensa de la familia tradicional. Ambos elementos se emplean para atraer y darle cohesión a esa ideología.

Los conservadores estadounidenses siempre se opusieron al comunismo, pero esta oposición sólo se convirtió en una piedra angular del conservadurismo en los años cuarenta y cincuenta de la post guerra. Los Estados Unidos hicieron del anticomunismo la principal prioridad de su política exterior, y muchos conservadores estadounidenses combatieron en su país todo aquello que les parecía influencia comunista. Esto llevó a la adopción de un conjunto de medidas en política interior, que privaron a numerosas personas de sus más elementales derechos humanos y civiles.

Las primeras grandes muestras de anticomunismo en los Estados Unidos tuvieron lugar entre 1919 y 1920, durante el mandato de Alexander Mitchell Palmer como Fiscal General de Estados Unidos, quien fue uno de los primeros en usar la expresión Peligro Rojo, para generar pavor.

Durante la Guerra Fría, gobiernos conservadores en varios continentes buscaron apoyo financiero de Estados Unidos, que había emergido incólume del conflicto armado, que devastó a otros países y para ello se plegaron a su doctrina, convirtieron el totalitarismo represivo en conservadurismo y en guerra contra el comunismo como pretexto para perpetuarse en el poder, legitimar la represión, la supresión de los derechos individuales y la abolición de la democracia.

El fascismo italiano, fundado y dirigido por el antiguo socialista Benito Mussolini, tomó el poder con la aquiescencia del rey Víctor Manuel III tras años de revueltas izquierdistas, y contó con el apoyo de muchos conservadores que temían que la revolución comunista fuese inevitable y así instauró su modelo de Estado Corporativo.

Por toda Europa, capitalistas y empresarios dieron su apoyo a movimientos fascistas que en sus respectivos países surgieron tomando como modelo el fascismo italiano. Mientras en Alemania, aparecieron grupos nacionalistas de extrema derecha, particularmente entre los Freikorps post bélicos, que fueron usados para aplastar tanto el Levantamiento Espartaquista como la República Soviética de Baviera.

Continuará…

(*) Escritor y profesor universitario. Es el autor, entre otros, del libro “Bajo las alas del Cóndor”, “La Operación Cóndor contra Cuba” y “Demócratas en la Casa Blanca y el terrorismo contra Cuba”. Es colaborador de Cubadebate y Resumen Latinoamericano.

Ilustración de portada: Propaganda anticomunista durante la Guerra Fría.

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