Haití: Donde el fuego arde
Por Daniel Gatti / Entrevista a Henry Boisrolin sobre la situación en Haití.
La descomposición sociopolítica del país es tan fuerte que no puede ser sino producto de un plan, entre otras cosas para promover la vuelta de la Minustah,
dijo a Brecha Henry Boisrolin, coordinador del Comité Haití Democrático, poco antes de que estallara una revuelta generalizada.
El 8 de agosto pasado, Luis Almagro, el Secretario General de la Organización de Estados Americanos (OEA), difundía un documento que, leído a vuelo de pájaro, parecía sorprendente: «Los últimos 20 años de presencia de la comunidad internacional en Haití –decía el texto– significan uno de los fracasos más fuertes y manifiestos que se hayan implementado y ejecutado en ningún marco de cooperación internacional». Allí daba cuenta de un estado de cosas que bien podría ser parte del diagnóstico que desde hace años y años hacen las organizaciones sociales y la izquierda haitiana: pobreza brutal, corrupción generalizada, violencia social extrema, extensión del control territorial por los narcotraficantes, represión descontrolada, institucionalidad inexistente. Pero había gato encerrado.
«No tiene límites el cinismo del señor Almagro», dice a Brecha Henry Boisrolin, – «Queremos avanzar hacia la creación de una masa crítica en América Latina que se oponga al regreso de la Misión de las Naciones Unidas para la Estabilización de Haití [Minustah] o a una intervención militar externa “humanitaria”, y promueva una salida anticolonialista. Aspiramos, en definitiva, a que haya muchos Guillermo Chifflet, capaces de decir no a una ocupación neocolonial y sí a un Haití
verdaderamente independiente. Se sigue sabiendo muy poco sobre mi país en el Cono Sur y tenemos que insistir en rebatir preconceptos. Almagro es, además de cínico, un vehículo de esos prejuicios», afirma.
—A ver…
—Es cierto que en Haití la descomposición política y social está llegando a niveles extremos. Pero esa degradación surge del riñón mismo del poder político y económico, y es producto de las políticas concretas que se han realizado desde que Estados Unidos, con complicidad de la propia OEA, derrocó en 1990 al
único gobierno surgido de elecciones libres en la historia reciente de Haití, el de Jean-Bertrand Aristide.
Desgraciadamente para esta gente, las clases dominantes haitianas no tienen posibilidad de ganar limpiamente. Aristide les hizo frente y lo destituyeron con un golpe militar que se saldó con miles de muertos. La OEA, antes y durante la gestión de Almagro, ha sido parte del problema y no de la solución en Haití. Como lo ha sido el conjunto de la llamada comunidad internacional, que nos envió un ejército de ocupación, la Minustah; promovió y protegió gobiernos surgidos de elecciones fraudulentas, incluido el de Jovenel Moïse, el presidente asesinado en 2021 en condiciones aún no aclaradas; fue cómplice de los grupos económicos que siguen saqueando al país; nos trajo la epidemia de cólera y sus 30 mil muertos; los cascos azules violaron mujeres y todavía los cubre la impunidad…
Almagro hace una doble maniobra: por un lado, denuncia un estado de cosas del que se lava las manos y, por otro, dice que no se hubiera llegado a él si, por ejemplo, la Minustah hubiera permanecido más tiempo [estuvo presente, con miles de soldados, entre 2004 y 2017]. Dice también en su documento
que Haití es un «Estado fallido» y sostiene que la sociedad haitiana es incapaz de manejarse sola, que necesita una tutela exterior.
—Lo vienen diciendo desde siempre…
—Sí, con distintas modalidades y énfasis: sugieren algo así como que los haitianos tendríamos en nuestro ADN un gen que nos llevaría a matarnos entre nosotros, a no poder salir de la pobreza o el atraso. No sería consecuencia de políticas concretas, de estructuras sociales, de un modelo de desarrollo, sino de una debilidad de la sociedad que vendría de no se sabe dónde.
Tengamos en cuenta que nada se hace en Haití en el plano político e institucional sin el aval del llamado Core Group, que reúne a las embajadas de Estados Unidos, Canadá, Francia, España, Brasil y Alemania, y a representantes de la Unión Europea, la OEA y la ONU. Quien tiene la voz cantante en ese grupo es naturalmente la embajada estadounidense. Y es estadounidense también la jefa de la Oficina Integrada de la ONU en Haití, Helen Meagher La Lime. Cuando Moïse fue asesinado, asumió en un principio el primer ministro Claude Joseph. Pero, tras diez días, Joseph fue reemplazado por Ariel Henry. Quien anunció que el presidente debía ser Henry y no Joseph fue La Lime, a través de un tuit.
Desde el golpe contra Aristide, la «comunidad internacional» fue la que manejó los tiempos políticos. A través de la Minustah, del Core Group, de la Oficina Integrada de Naciones Unidas. Y es la que ha promovido la inestabilidad política, a la que ha usado al mismo tiempo como argumento para justificar la permanencia de los cascos azules y ahora, en el caso de Almagro, para defender su retorno. La descomposición social agudizada les sirve.
—Decís que las propias bandas armadas son funcionales al poder.
—Por supuesto. De ahí vienen. Cuentan con protección de la Policía y no se las combate. Desde hace un mes han tomado el propio Palacio de Justicia. Y secuestran y matan gente con total impunidad, afectando a toda la sociedad haitiana. Las bandas son una creación del propio Estado neocolonial para amedrentar a la población y romper la espina dorsal del movimiento popular.
Una cosa que no se sabe fuera del país es que hay un alto nivel de resistencia: cada vez hay manifestaciones populares más grandes que desafían, por un lado, a la Policía y, por otro, a estas bandas que socializan el terror e impiden a la gente salir de sus casas.
Esa sociedad haitiana que Almagro tanto desprecia y a la que menciona de manera tan peyorativa protagonizó revueltas gigantescas en 2019 que pusieron contra las cuerdas al gobierno de Moïse, presionado por el FMI (Fondo Monetario Internacional) para que aumentara el precio de los combustibles. Cuando lo mataron, el hombre estaba tan desprestigiado que a los dueños del poder les servía más muerto que vivo. Lo asesinaron tan fácilmente… Moïse pertenecía a un partido de derecha que se ha sucedido en el poder desde 2011 con apoyo de Estados Unidos. Le dieron la misión de reformar la Constitución y de organizar nuevas
elecciones, supuestamente más justas. No lo hizo y, de hecho, gobernó por decreto hasta que lo asesinaron. Luego se dijo que iba a haber elecciones en 2021. No las ha habido, y el Parlamento sigue sin funcionar.
—Hace un año, casi 1.000 organizaciones de oposición firmaron un acuerdo conjunto.
—Sí, fue en agosto de 2021, y se lo llamó acuerdo de Montana. La idea es marchar hacia una salida haitiana, autónoma, del sistema neocolonial, una salida que en su documento Almagro describe como imposible.
La fuerza de Montana es también su debilidad: su amplitud. En setiembre del año pasado, algunos partidos de oposición firmaron otro acuerdo con Henry, para una apertura moderada.
En la izquierda buscamos una transición de ruptura, que fue el espíritu inicial de Montana. Llevará tiempo deshacernos de todo el peso del neocolonialismo, pero tenemos que empezar por algo. Y se preparan acciones de envergadura para octubre, para noviembre. Una rebelión está en ciernes.
La insurrección que Henry preveía para octubre se adelantó y está en curso.
Tomado de Brecha.