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Chamamé a Cuba

Chamamé a Cuba fue escrito por prisioneros políticos argentinos durante la dictadura del general Alejandro Agustín Lanusse. Recluidos en el penal de Rawson (en la Patagonia), se encontraban numerosos militantes del Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP), de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR) y de Montoneros.

Eran jóvenes revolucionarios que en medio de la represión no dejaban de aspirar una Argentina para todos y fueron capaces de componer este canto de alegría y amor en medio de la soledad de la cárcel; se desconoce el nombre del autor.

Esos mismos jóvenes fueron los que llevaron a cabo una de las acciones más osadas que podrían concebirse: la toma de la prisión y la fuga, una verdadera «obra de arte» guerrillera, que tuvo lugar el 15 de agosto de 1972.

Desgraciadamente, factores adversos impidieron el éxito total de la operación y los revolucionarios fueron fusilados a mansalva el 22 de agosto de 1972. Solo sobrevivieron tres militantes. Tras el breve retorno de la democracia (1973-1976), los tres sobrevivientes de la masacre «desaparecerían» más tarde en la negra noche de la sanguinaria dictadura cívico-militar (1976-1983).

Chamamé a Cuba logró sobrevivir, fue popularizada en la voz de la cantante hispanovenezolana Soledad Bravo quien la incluyó en su repertorio. En Cuba fue acogida con inmenso cariño e interpretada por el Grupo Moncada desde sus primeros años de fundado, siendo popularizada en la voz de y Alberto Faya y Augusto Enríquez.

Más recientemente ha regresado a la pantalla a través del animado musical, también con la interpretación de Moncada, esta vez con Alexis Morejón como cantante principal.

LETRA:

Una tarde de enero tomé mi canoa pa’ dar una vuelta.

Me dijeron: «Cuidate, que con la tormenta te vas a perder».

Pero soy correntino, machazo en mi pago y baqueano en el delta:

salí cuando entraban las primeras luces del atardecer.

Cuando ya estaba oscuro como boca e’ lobo pretendí volverme,

pero el río engañoso me llevó a empujones a orillas del mar y,

desalentado, sin ver más la costa, para entretenerme panza para arriba contando estrellitas me puse a pensar.

Yo pensaba en lo poco que vale el hombre cuando está tan solo,

pero tuve una idea que en aquel momento me hizo reaccionar:

«Haré una proeza como Vito Dumas, ¡seré Marco Polo!

Y al volver a mi pago toditas las guairas me querrán besar».

Y a los pocos días de navegación tuve una alegría, pues ya me creía Cristóbal Colón,

y andaba con pena cuando vi el manchón que no era ballena y sí tierra buena, ¡caray, qué alegrón!

Cuando puse un pie en tierra y pegué una olfateada por si era Corrientes,

y al ver a un paisano con una escopeta le pregunté a él si el rancho e’ la Cambicha quedaba muy lejos, dijo buenamente:

«Usted está en Cuba, patria socialista, tierra de Fidel».

Yo quería volverme por lo que leía en el diario La Prensa,

pero al ver los cubanos trabajar contentos por el porvenir,

hoy la tierra es de todos, no hay analfabetos y hasta un niño piensa,

que aquel que entre en Cuba con aires de guerra no podrá salir.

Porque aquellos fusiles que ayer apuntaban al pueblo oprimido,

son los que hoy defienden en manos del pueblo su revolución,

son los que en mi pago los llevan milicos de dos apellidos,

son los que tendremos el Mocho Raela, Jesusa y Ramón. Y con mi canoa y mi chamamé,

dejé a Raúl Roa y puse la proa a mi pago otra vez,

y a los correntinos yo he de serles fiel, y aquí yo termino:

¡que mueran los yanquis, que viva Fidel!

Foto de portada: Archivo / La Mala Palabra.

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