Ricardo López Hevia: El fotoperiodismo lo llevo en mi ADN
Por Roberto Chile*
«El fotógrafo no puede ser un espectador pasivo, no puede ser realmente lúcido si no está implicado en el acontecimiento»
Henry Cartier Bresson
Para Ricardo López Hevia la imagen en el periodismo debe proponer, seducir, atrapar, enamorar. Luego de estudiar Veterinaria y Licenciatura en Cultura Física, encontró su vocación: la fotografía de prensa.
Con solo cuatro años llegó al periódico Granma de la mano de su padre y su tío, dos fotorreporteros de renombre, quienes fueron su primera inspiración. Y aunque dio algunas vueltas, años después se inició en el fotoperiodismo y se consagró a esa publicación. Allí, donde hoy labora, tuvo el privilegio de coincidir con grandes de la fotografía de prensa: Jorge Oller, Mario Ferrer, Fernando Lezcano, Liborio Noval, así como con profesionales más jóvenes, con quienes comparte quehaceres y emociones.
Este fotorreportero ha dado cobertura a múltiples eventos dentro y fuera de Cuba. Fenómenos naturales, catástrofes y otros sucesos nacionales han estado en su mira. Y aunque su impronta va mucho más allá, su mayor pasión ha sido y es el fotoperiodismo deportivo.
Soy muy exigente con mi trabajo y al paso de los años me vuelvo cada vez más riguroso y selectivo a la hora de fotografiar. Respeto todos los estilos y tendencias creativas, pero estoy donde debo estar. Si no veo información o no percibo la posibilidad de transmitir sensaciones, no «disparo».
Ricardo López Hevia, fotorreportero imprescindible de nuestro tiempo, fotógrafo de pies a cabeza, quien no deja de crecer ni de asombrarnos.
—Tu fotografía “Mujeres más que sombras” fue merecedora en el 2015 del galardón más codiciado por los fotógrafos de deportes: el primer premio de la Sport Media Pear (Premio Perla de la Prensa Deportiva) en la categoría Gestas Atléticas ¿Qué hay detrás de ese momento que tan magistralmente perpetuaste?
—Eso fue el 17 de julio de 2015 en el Centro Deportivo Hershey de Mississauga durante los Juegos Panamericanos de Toronto 2015. Fue un momento crucial del combate entre la cubana Catherine Videaux y la canadiense Braston Stone por la medalla de oro de lucha libre en la división de 63 kilogramos.
La fotografía marcó un antes y un después en mi carrera, y si alcanzó tal reconocimiento, fue después de transitar por los cuatro peldaños de la creación: visualización, pensamiento, trabajo y resultado.
En lo ocurrido influyó la inadecuada iluminación del recinto competitivo, la cual generaba un reflejo de luz muy incómodo para los que estábamos en el nivel de abajo, quienes al no tener el chaleco de prioridad nos vemos obligados a trabajar desde un ángulo que no nos permite lograr imágenes llamativas.
En pleno combate logré escapar de esa posición a riesgo de que me sancionaran y me retiraran la credencial de prensa. Después de algunas peripecias llegué hasta donde estaban los redactores, y desde la altura, apreté el obturador en el instante preciso y logré esa fotografía.
Imagina mi sorpresa cuando supe que mi foto había sido seleccionada como la «imagen del día» y por tal razón había sido expuesta en la sala de prensa del evento. Posteriormente, me notificaron que la imagen había clasificado entre las tres de mayor votación en las redes y los medios especializados.
Como resultado me invitaron a participar en el Concurso Mundial de la Asociación Internacional de Prensa Deportiva (AIPS) y “Mujeres más que sombras” resultó ser la imagen ganadora del certamen. Por estos días se cumplieron siete años de aquel premio y recordarlo todavía me emociona. Clasificar entre tantos profesionales de renombre internacional, y resultar ganador, yo, un cubano de la Víbora, con una camarita de gama muy baja, fue todo un suceso.
Pensé mucho en mi familia, en mis amigos, en mis colegas, en todos los que de una forma u otra me han apoyado en mi carrera y en la vida. Y la verdad es que no me sentí solo ni un instante, soy muy espiritual y todo el tiempo sentí a mi padre a mi lado. ¡Fue algo mágico!.
—El fotoperiodismo es el arte y el oficio de narrar historias a través de las imágenes, labor a la que has dedicado la mayor parte de tu vida. ¿Cuánto le debes a esa profesión?
—Le debo la vida. Y no fue por azar: el fotoperiodismo lo llevo en mi ADN. Siempre fui un niño inquieto. Necesitaba de actividades que me dieran la oportunidad de desatar toda la energía y creatividad acumuladas para conducir por buen camino la hiperactividad que tantos problemas me trajo de pequeño. Pregúntenle a mi madre.
Yo quise ser fotorreportero. Fíjate, no digo fotógrafo porque evito hacer imágenes ajenas al mundo periodístico. No encuentro la motivación ni la adrenalina necesaria para entrar en algo que yo nombro Delirio Creativo, que solo me sucede cuando pego el ojo al visor de la cámara y me traslado a otra dimensión. Mi trabajo es una de mis pasiones, a él le debo cultura, filosofía de vida, realización, buenos amigos, y lo fundamental, mi familia.
—Tus fotografías son joyas. Uno las ve y entra en acción. Eres joven aún y te queda mucho por hacer, pero hasta hoy ¿cuál crees que ha sido tu mayor contribución al fotoperiodismo cubano?
—Mis imágenes son un reflejo de una visión muy personal. Como seguramente lo es para todos los que nos dedicamos a esta irremplazable labor. Tengo conciencia de la responsabilidad social que ello implica, al convertirnos en los biógrafos de nuestro tiempo. El tiempo dirá si fuimos capaces de cumplir con ese encargo.
“Llevo en mi corazón el concepto de un profesional amigo mío que devino mi estandarte. Una vez me confesó que seguía mi trabajo porque en mis imágenes contaba historias que transmitían una sensibilidad que llegaba a todos, que se notaba una constante exploración de lo diferente y, sobre todo, que era una fotografía sin miedos. No sé si algún día seré merecedor de tal elogio.”
—Entre todas tus coberturas dentro y fuera de Cuba, ¿cuál ha sido la más difícil?
—Podría enumerarte algunas que por sus complejidades clasificarían en la categoría de complejas. Comienzo por la misión que cumplí durante un tiempo en Venezuela; no era solo una alta responsabilidad, sino era aprender a vivir en un país con otra cultura. Era lidiar con complejidades muy lejanas de las nuestras. Largo tiempo en carretera con las condiciones mínimas y una responsabilidad que aún me conmueve, de la cual tomé conciencia con el paso de los años. Era el comienzo de las misiones en Venezuela, y con ellas, la refundación de un país.
“Pero sin dudas, la más compleja de todas fue la que hace unos pocos meses mantuvo en vilo a toda Cuba: el incendio de la Base de Supertanqueros de Matanzas, días y noches que exigieron de todos los que estábamos allí, sacar a relucir toda la experiencia y las herramientas acumuladas durante años, y superarnos. El escenario era dantesco, los riesgos reales.
“Esta profesión exige una alta responsabilidad. La misión permanente es captar y ponerle imagen a la noticia, no ser ella. En esa cobertura llevé el riesgo hasta los límites. Vi derretirse mis zapatos en varias ocasiones; mi camarita –ya desgastada por los años y el ajetreo– se las vio “negra”. A ratos se apagaba por las altas temperaturas y también el celular.
“Los bomberos me enseñaron que cuando sonaba el silbato repetidamente había que correr sin mirar atrás. Creo que más de una vez estuve cerca de los récords de Usain Bolt.
“Todo esto sin dejar de crear, de buscar en cada momento la esencia de lo dolorosamente humano que ocurría allí: un incendio incontrolable como lo eran mis ansias de reflejarlo todo.
“Siempre atento a la llamada de mi familia a la cordura, de las alertas de los amigos, y atento al más mínimo detalle para no errar y volverme yo la noticia. Tenía de compañera a una joven fotorreportera, madre de dos pequeños, que asumió el reto con coraje y madurez. Y yo, de alguna manera, con más años de experiencia, sentía cierta responsabilidad también sobre ella.
“Fue una experiencia impactante, en la que logré imbricar lo real y lo divino de esta profesión. Y aunque me siento orgulloso de haber cumplido la misión, no deseo que se repita algo semejante”.
—¿Qué cualidades debe tener un fotógrafo de prensa?
—La primera es sentir una necesidad extrema de crear. Saber que jamás terminamos de aprender y de superarnos. Tener claras las herramientas de la comunicación visual y algún dominio de semiótica para poder lograr imágenes diferentes.
“Proponerse todos los días una meta superior. Enfrentar y vencer las incomprensiones y obstáculos propios de la profesión. Practicar hasta el cansancio para dominar la técnica en toda su dimensión. Saber elegir y combinar los planos para lograr un trabajo dinámico, versátil y abarcador.
“Escuchar y visualizarlo todo para desarrollar la capacidad informativa. Vivir convencido de que “la mejor imagen siempre está por hacer” que es mi slogan de vida”.
“Y por encima de todo, ser Un Buen Ser Humano”.
Foto de portada: Ricardo López Hevia, el rostro del fotoperiodismo deportivo en la Isla y uno de sus referentes en América Latina. Foto: Roberto Chile
GALERÍA DE FOTOS DE RICARDO LÓPEZ HEVIA
(*) Roberto Chile. Premio Nacional de Periodismo José Martí, 2019. Documentalista y fotógrafo. Durante más de 25 años acompañó a Fidel Castro en sus recorridos por Cuba y el mundo, documentando el constante ejercer de su obra. Al decir del historiador Eusebio Leal, “Roberto Chile ha sabido forjar una imagen singular, siempre digna y luminosa de Cuba. Sus imágenes conforman un universo de fe y espiritualidad, perceptibles para aquellos que, como él, son capaces de amar”.
Tomado de Cubaperiodistas.