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¿Cómo influye el clima espacial en la Tierra?

Por Orfilio Pelaéz

Definido de manera general como las condiciones imperantes en la región del espacio que rodea a la Tierra, el comportamiento del denominado clima espacial puede afectar las telecomunicaciones, incluido internet y las comunicaciones de radio hf, las redes eléctricas, la navegación aérea y los sistemas de posicionamiento, hasta la salud de los seres vivos y el propio clima terrestre.

Como precisó a Granma el doctor en Ciencias Físicas Eugenio Mojena López, asesor del Centro de Pronósticos del Instituto de Meteorología y estudioso del tema, el Sol es el principal determinante del clima espacial por el efecto que ejercen sobre este las tormentas solares o geomagnéticas, las eyecciones de masa solar y otros fenómenos que experimenta el Astro Rey.

«El Sol puede producir impactos severos en la infraestructura tecnológica terrestre de una magnitud sin precedente, de ahí la importancia de estudiar todo lo relacionado con el comportamiento de los referidos eventos».

Lo anterior fundamenta la conveniencia de fortalecer la capacidad operativa de los centros de predicción del clima espacial, pues la mitigación y la resiliencia ante los impactos que puedan ocasionar, solo puede lograrse con investigación, vigilancia y acciones muy bien establecidas, recalcó el también miembro de la sección de Medio Ambiente de la Sociedad Económica de Amigos del País.

TORMENTAS GEOMAGNÉTICAS EN LA MIRILLA

Según señaló el doctor Mojena López, las tormentas geomagnéticas tienen un origen externo al producirse por un aumento brusco de las partículas emitidas por las erupciones solares, que alcanzan la magnetosfera o campo magnético terrestre, ocasionando alteraciones en este.

Ocurren de manera simultánea en todo nuestro planeta, pero las más significativas suelen presentarse en aquellas latitudes geográficas más altas.

Las más poderosas suelen ser consecuencia de eventos conocidos como eyecciones de masa coronal (CME por su sigla en inglés), que tiene lugar cuando la parte más externa de la atmósfera solar, la llamada corona, expulsa miles de millones de toneladas de plasma que arrastran materia solar y radiación electromagnética.

Un alto número de las tormentas geomagnéticas son leves y su impacto en nuestro planeta suele ser poco significativo.

Sin embargo, la historia registra algunos casos extraordinarios, como el ocurrido a finales de agosto y principios de septiembre de 1859, conocido con el nombre de tormenta Carrington.

Se le conoce con esa denominación porque fue el astrónomo inglés Richard Carrington el primer científico en observar el inicio de ese tipo de evento astronómico, y descubrir la relación entre el ciclo solar y las alteraciones geomagnéticas terrestres.

De acuerdo con lo reseñado en varias fuentes bibliográficas consultadas, el 28 de agosto de aquel año se produjo una gran eyección de masa coronal o llamarada solar, que ocasionó la aparición de auroras boreales en los cielos de toda Norteamérica.

El pico máximo de intensidad tuvo lugar en los días 1ro. y 2 de septiembre, y provocó el fallo de los sistemas de telégrafo en Europa y América del Norte, colapso que se extendió hasta la Florida.

Algunos capitanes de barco registraron en los cuadernos de bitácora la aparición de luces cobrizas en el cielo de La Habana, lo cual da idea de la magnitud alcanzada por aquel extraordinario evento.

También fueron observadas auroras boreales en lugares ubicados en latitudes medias del hemisferio norte, como por ejemplo, en las ciudades de Madrid y Roma, mientras en el hemisferio sur se avistaron en las urbes de Santiago de Chile y Concepción.

La comunidad internacional de astrónomos comparte el criterio de que la tormenta geomagnética de 1859 es la más grande conocida registrada en nuestro planeta y produjo la interacción más violenta que jamás se haya registrado entre la actividad solar y la Tierra.

Baste señalar que solo 17 horas y 40 minutos después de la inmensa llamarada emitida por el Sol el 1ro. de septiembre, la eyección llegó con toda su fuerza a la Tierra, trayendo consigo partículas de carga magnética muy intensas.

Reportes de prensa de la época dan cuenta que los residentes en la urbe estadounidense de Missouri podían leer en medio de la oscuridad de la noche sin ayuda de luz artificial, a causa de la extraordinaria luminosidad prevaleciente asociada a tan insólita aurora boreal.

Pero el evento Carrington no ha sido la única tormenta solar de gran magnitud de la que se tenga constancia. Al parecer, durante los años 774 y 775, bajo el reinado de Carlomagno, se produjo una eyección de masa coronal diez veces superior a la de 1859. De hecho, los estudios han podido constatar que este acontecimiento produjo un aumento de los depósitos de carbono 14 en los anillos de los árboles.

Más reciente en el tiempo han tenido lugar tormentas geomagnéticas capaces de sobrecargar las líneas eléctricas y desencadenar apagones masivos en diferentes sitios del orbe. Así sucedió con la registrada en marzo de 1989, que dejó completamente a oscuras a la ciudad canadiense de Quebec durante 12 horas, dañando el transformador de la central nuclear de Salem.

PUEDE PREDECIRSE EL CLIMA ESPACIAL

Para el doctor Mojena López, la ciencia actual avanza en el conocimiento del clima espacial, pero aún dista de contar con las capacidades de modelado y predicción requeridas que garanticen la realización de pronósticos con un alto por ciento de efectividad, como sucede con el clima terrestre.

Un paso esencial en esa dirección, recalcó, son los 16 centros regionales de alertas tempranas de clima espacial radicados en igual número de países, que mucho deben contribuir para la adopción de acciones preventivas encaminadas a proteger infraestructuras vitales.

Indicó que hoy existe una flota de observatorios desplegados en el espacio sideral, en particular sondas y satélites, cuya labor garantiza el funcionamiento del servicio de vigilancia de los centros de predicción del clima espacial. La resiliencia ante estos fenómenos se construye con investigación, subrayó.

Tomado de Granma

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