La guerra contra Cuba
Por Ana Hurtado.
A Cuba se le acumulan las victorias. Eran muchos los que se llenaban la boca con el triunfo del equipo de béisbol estadounidense en Miami, sin esperar que esa “derrota” para el equipo cubano y la entrecomillo a propósito, era lo mejor que podía pasar para todos de cara a la opinión pública y al panorama internacional.
Lo que pasó en el estadio de pelota en Miami no tiene precedentes; ya no es que se hable de odio, si no de ira, como calificaría recientemente Pascual Serrano en el Coloquio Patria celebrado en La Habana, al sentimiento que emanan todos aquellos que odian, y sufren con los avances y los progresos del pueblo cubano.
Se trata de personas que no solo van en contra del Gobierno de la mayor de las Antillas, si no de su pueblo. ¿Qué genera dentro de un ser humano tal afecto como para insultar y agredir a su propia gente? ¿Qué les mueve? Las comparaciones son odiosas, pero basta comparar como los deportistas del equipo cubano fueron recibidos allí, y como estas personas son recibidas cuando vienen a la isla, o como han sido recibidos los representantes de gobiernos estadounidenses cuando han venido. Respeto frente a insolencia.
No son ellos, y no es esta una justificación. Es la maquinaria que maneja los hilos detrás. Cuba lleva más de seis décadas en guerra, y este conglomerado armamentístico va cambiando de forma, pero su misión siempre es la misma: hundirla. No lo lograron en Girón, no lo lograron cuando cayó el campo socialista, y tampoco lo están logrando ahora con la guerra informativa y psicológica. Esta contienda que toca ahora se desarrolla en la mente de hombres y mujeres que son vulnerables a todo tipo de informaciones que les llegan por cualquier vía. Ya no se distingue qué es verdad y qué no. Y los enemigos de la franqueza, lo saben bien. Y saben que, en estos tiempos, es donde hay que hincar el diente. Esta pelea, es el mayor reto al cual nos enfrentamos los defensores de la Revolución Cubana; los defensores de Fidel y los esperanzados en un mundo mejor.
Confiamos en que es posible luchar contra el predominio de los valores y de la hegemonía capitalista, que llevan ventaja en el mundo occidental, y que poco a poco, mediante internet y vertientes culturales, intentan colar en Cuba. La manipulación es poderosa, pero no es todopoderosa. Las personas tienen intuición. Los buenos existen. Y aunque se engañe a muchos, no pueden engañarlos a todos. Quienes viven en Miami, o en España, o en cualquier otro país capitalista, pueden tener una imagen distorsionada de la Revolución, por cómo se lo han contado, por cómo les han envenenado, por cómo han acrecentado su descontento y odio para transformarlo en ira. Pero eso, hecho a conciencia, no tiene que ser para siempre.
El episodio dantesco de Miami, no fue determinante, pero no me cabe la menor duda de que influyó en que el pueblo cubano cerrara fila a la hora del voto unido en las elecciones del pasado 26 de marzo. Sirvió para que este pueblo, digno y luchador, viera lo que hay fuera y el veneno que se inyecta desde el imperio. Cada vez que hay elecciones en Cuba, los enemigos lanzan campañas para convertirlas en un referéndum contra la revolución. Históricamente se ha hecho por la radio y por la televisión. Como no podría ser menos, ahora también virtualmente por los medios digitales y las redes sociales.
Pero siempre, y me van a perdonar la expresión, “les sale el tiro por la culata”. Porque en esta tierra, están instruidos, y no los engañan tan fácilmente. No es fácil el lavado de conciencia que te hacen rápidamente en cualquier otro país. La guerra cultural es dura, mucho, pero aquí hay dignidad, aquí hay valores y hay confianza en la soberanía que pasa irremediablemente por el socialismo. Para poder ser eternamente libres y emancipados.
Pero esa libertad no ha sido ni es regalada, se forja y se conquista cada día. De hecho, ayer 4 de abril, fue una fecha histórica en esta Patria. El 4 de abril de 1962 se celebra un congreso de la Asociación de Jóvenes Rebeldes, a la cual se le cambia el nombre y comienza a llamarse tal y como la conocemos hoy: Unión de Jóvenes Comunistas. Ese mismo día, Fidel pronuncia el discurso de su clausura y como siempre hizo hincapié en los jóvenes, pues son y serán siempre el relevo de todo proceso de continuidad:
“La revolución que estamos haciendo nosotros no es la revolución que nosotros queremos; la Revolución que nosotros queremos es la Revolución que van a hacer ustedes”. Y es por eso, como continuaba Fidel, que “Nuestra sociedad será una sociedad sin explotadores ni explotados, sin privilegiados ni discriminados”.
Antes del 4 de abril de 1962, la juventud cubana ya había sido protagonista en momentos decisivos en la historia del país como la Campaña de Alfabetización y la Batalla de Playa Girón.
¿Qué sería de esta y de las revoluciones sin el papel de los jóvenes y la responsabilidad de los mismos? Fidel siempre apeló a una juventud responsable. Hace unos días yo misma pude compartir con jóvenes y no tan jóvenes cubanos, pero todos unidos al fin:
Se debe mostrar al mundo entero la imagen de cuanto Cuba trabaja. Cuanto este sistema socialista se deja la piel en base a los principios y a las ideas de sus próceres. Como mismo hizo Mella en las luchas estudiantiles, Fidel en el Moncada, y tantos y tantos más que dieron la vida en esta tierra, hoy libre de cualquier cadena que quieran imponerle, pero con un castigo imperial, que carga por tener esta libertad. Libres o mártires dirían los héroes.
La lucha, en esta guerra multipolar, radica en el crecimiento de Cuba, en la imagen de Cuba, no solo en lo mediático, no solo combatiendo las matrices de opinión frente a los difamadores y enemigos. Sino también en el trabajo diario hecho con conciencia y responsabilidad para que este país revolucionario avance. No solo se construye desde el discurso sino también desde la acción.
Y esa es una mezcla indestructible; esa es la mezcla letal que conforme vaya dando pasos y pasos, esta isla con el paso de los años, se alzará en el océano como un bastión cada vez mas férreo e indomable.
Tomado de Cubadebate/ Foto de portada: Abel Padrón Padilla / Cubadebate.
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