Cuba

Cuba: Mejor es posible, también desde las investigaciones sociales

Por Vladia Rubio

Mucho se habla, y con razón, de imprimirle cada vez más ciencia al quehacer en Cuba para sobrellevar estos malos momentos y proyectar futuros.

Pero pareciera que una mayoría interpreta la exhortación vinculada sobre todo a las ciencias naturales, a las ciencias puras y no a las humanidades  porque, por más que navego, pregunto… no acabo de encontrar esas investigaciones sociales que nos hablen de cómo somos y vivimos los cubanos hoy.

Es probable que existan, pero en línea, públicas, no están visibles, ni por centros de estudio o de investigación, ni por universidades, ni por páginas de organizaciones o entidades.

Entonces, cómo los periodistas y la población en general, porque derecho  y necesidad tiene, podemos asomarnos a la imagen que refleja el espejo de las ciencias sociales.

Alguien preguntará que para qué ese “machuque” si la realidad es más que sabida en carne propia. Pero no es tan así porque, usualmente, “cree el aldeano vanidoso que el mundo entero es su aldea…”. O sea, las personas dan como generalidad lo que acontece en su radio de acción y no tiene por qué ser así.

Por tanto, necesitamos todos conocer de esas indagaciones para que nos sirvan de brújula; lo mismo a quienes encauzan nuestros destinos que a cualquier hijo de vecino.

Esos resultados permiten poner un termómetro a la temperatura de una localidad, municipio, provincia o país y, en consecuencia, cada cual diseña sus estrategias.

Está claro que con estas líneas no se aspira a un retrato exacto y abarcador de toda la realidad, lo cual es imposible. Pero sí a conocer, desde las subjetividades,  sobre un amplísimo abanico de cotidianidades que  incluye niveles de satisfacción, estados de opinión, motivaciones…

Y conste que además de esas investigaciones sociales sería bueno conocer también de otras porque, por ejemplo, alarma ver la cantidad de personas, de muy diferentes edades, con las que uno se tropieza a diario y que muestran evidentes enfermedades mentales. ¿Sucede así solo en el pedacito de ciudad que a menudo recorremos o es un asunto que alarmantemente se extiende?

Apenas se ven jóvenes en las colas, ¿es que están en sus casas ante la pantalla de sus teléfonos mientras sus abuelos resisten horas marcando bajo el sol?, ¿será que una buena parte de los jóvenes ha encontrado ocupación en las mipymes?, ¿o será que se han ido como parte del fenómeno migratorio que nos golpea con una fuerza inédita?

¿Nos estamos deshumanizando movidos por un egoísta sálvese quien pueda, al punto de no socorrer a personas en la calle, al punto de permanecer impávidos grabando con el celular mientras alguien intenta tirarse de un balcón o un puente, o es víctima de un accidente? A pesar de las exhortaciones institucionales, ¿por qué la mayoría de los conductores de vehículos estatales no ayudan a sus coterráneos, es también falta de solidaridad, de sensibilidad humana?

No hay respuestas, solo suposiciones.

Como estas, se pueden formular muchísimas otras preguntas cuyas únicas respuestas válidas transitan por las ciencias sociales: sociología, antropología… Porque, sin dudas, son conmovedores los tantos ejemplos de ayuda al prójimo que conocemos –recordar labores de rescatistas, bomberos y personal médico en las tragedias vividas por la nación, incluyendo la pandemia. Pero, ¿es la mayoría la que así actúa? No sabemos.

Es usual al navegar en la Red de redes tropezarse con resultados de indagaciones muy diversas en otras latitudes, a veces hasta aquellas que parecen un tanto inútiles, ¿por qué no sucede igual con respecto a la realidad cubana?

Parecen no andar muy desencaminadas estas consideraciones si nos remitimos a la reciente sesión de abril del Consejo Nacional de Innovación , dedicada precisamente a sistemas para la captación y análisis de datos –sociales y económicos- para la toma de decisiones en diferentes ámbitos.

La MSc. Omara Aldama López, directora de Infocomunicaciones del Palacio de la Revolución, insistía en esa reunión, encabezada por el primer ministro Manuel Marrero Cruz y donde abundaron en el Big Data y aristas similares, en que Cuba necesita «una estrategia de Gobernanza de Datos que responda a las prioridades de desarrollo del país, a la situación actual de los datos, a la infraestructura existente y a la planificada, que abarque el ciclo de vida de los datos, y que se nutra de buenas prácticas y de la experiencia internacional».

Marrero Cruz se pronunció en esa oportunidad por la necesidad de la formación y capacitación del personal asociado a estos asuntos, como el Big Data y la Inteligencia Artificial, para su empleo correcto en la gestión pública y empresarial, así como a estrechar la relación sobre estos temas entre las universidades, las empresas y el gobierno.

“Lo que no se define no se puede medir. Lo que no se mide, no se puede mejorar. Lo que no se mejora, se degrada siempre”, sentenció el físico y matemático británico William Thomson Kelvin, y esa tesis la retomó con énfasis particular el profesor y consultor austriaco Peter F. Drucker, asociado al actual modelo de gestión empresarial.

El Big Data, el Data Science, la Inteligencia Artificial, sin ser para nada sinónimos, se entrelazan en este tema del que todos necesitamos para seguir construyendo un mejor país y para ser mejores ciudadanos. Mejor es posible, también desde las investigaciones sociales.

Tomado de Cubasí/ Foto de portada: Getty Images

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