Cuba unida, como no la quieren
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La Isla rebelde que vive tiempos duros; la azotada con hechos y palabras por el imperio más grande del orbe; la que lleva en su piel contradicciones tan grandes como la de estar en una lista que practica el terrorismo, cuando es la primera en llegar a cualquier parte del mundo si el desastre o la epidemia requiere de otros humanos, la de los ejemplos que no conviene difundir… votó el pasado marzo, unida, como no la quieren.
Mucho se habla por estos días del porqué –aun en medio de un escenario avasallador, que unos aprovechan para confundir y otros para desalentar y culpar deliberadamente justo a los que buscan sin descanso revertir la situación– las cifras alcanzadas en la elección de sus diputados a la Asamblea Nacional del Poder Popular resultan estremecedoras.
Si en lugar de defender un proyecto como el del socialismo cubano –que no ha sido sino el que, contra vientos y mareas imperiales, ha podido ser–, Cuba hubiera volteado la cara a sus representantes, estaría votando por la renuncia a su Revolución, y eso no es ni será jamás posible.
¿Podría el pueblo cubano darle la espalda a su Patria, con largas raíces heroicas, bañadas con la sangre de sus hijos? ¿Seríamos capaces de olvidar, en tan poco tiempo, las causas que nos trajeron hasta la situación actual que vivimos, cuando tras la implementación abusiva de 243 medidas, llegó una pandemia que derribó el equilibrio hasta de las más fuertes economías? ¿Olvidaría Cuba que fue ella quien se salvó a sí misma, con la brillante gesta de sus científicos y de sus vacunas y con la conducción de la actual dirigencia de la Revolución?
Triste chasco se llevaron los que pusieron en dudas el éxito de las elecciones cubanas. Para derrocarlas hubo de todo: desde nuevas, aunque siempre malogradas convocatorias, hasta embustes con la vieja fórmula de si haces tal cosa, te hago esta otra.
Parece que en el afán desesperado de rendir a un país, cuyo brillo no pueden opacar ni las más horrendas carencias, olvidaron que Cuba sabe muy bien lo que hubiera representado no votar.
No acudir a las urnas sería un acto que no encarna al pueblo cubano, formado por hombres intachables. Sería entregar cosas sagradas como la Patria liberada y sus muchas conquistas, como la paz que a veces ignoran los que no conocen la persecución del vicio ni la puerta cerrada a la salida del mal.
Ante el reto que bravamente debe enfrentar el país se imponen la inteligencia, el trabajo, las iniciativas. A ello deben conducirla, echando pie en tierra y codo a codo con su pueblo, cada uno de los que integran ese voto de la única cruz. Seguir adelante, construyendo lo que queremos ser, es la senda elegida para vencer las nuevas encrucijadas de las que, más temprano que tarde, tendremos que salir. Cuba lo sabe, por eso votó.
Tomado de Granma/ Foto de portada: Irene Pérez/ Cubadebate