Culturales

Nobel cubano para Silvio

Por Arleen Rodríguez Derivet

Me lo perdí. Me perdí el acto de entrega del Honoris Causa de la Universidad de La Habana a Silvio Rodríguez Domínguez. No creo que haya premio más alto en la academia cubana. Por eso lo equiparo con un Nobel, el Nobel que Cuba podía darle al hombre que igual merece el de la academia sueca.

Y la verdad es que al enterarme, tarde y de costado, ni se me ocurrió colarme en la celebración universitaria.

Creí que no habría espacio para una no invitada, que habría estudiantes hasta colgados de los balcones y que una multitud afuera, esperaría su salida del Aula Magna. Así habría sido en mis años en la Universidad, cuando su música desbordaba plazas y estadios. Y así habría sido este viernes, seguro, si se hubiera anunciado como va.

Pero, ay, la Comunicación, que ni con ley nueva resolvemos. El hecho no se anunció como debía. ¿O también me perdí el anuncio?

He visto más de una vez el reporte de mi colega Wilmer Rodríguez, en el noticiero y en las redes. No creo ser la única a quien las imágenes y los discursos emocionaron hasta las lágrimas.

“Las canciones de nana mías eran las de Silvio. Me da mucho sentimiento estar aquí”, escribía Leticia Martínez en un chat colectivo, en medio de la ceremonia. Y se extendía: “Todavía recuerdo a mi mamá cantando ‘tu la perdiste pero aquí se queda’”.😢

Su emoción se me cuela en las nostalgias. A Silvio lo metió en mi casa, mi hermana más pequeña. Yo había crecido con baladas de la década prodigiosa, de las que ponían todo el día en la radio. Silvio y la Nueva Trova eran para los días históricos o los duelos nacionales. Hasta que las grabadoras de cassettes llegaron a nosotros. Normita los traía de la beca y el fin de semana era con Silvio a toda hora.

Ya en La Habana fue otra cosa. Y en los 90 más aún. Silvio, Pablo, Amaury, Vicente…todos, no sólo se oían en cassettes. Estaban ahí, al alcance de un teatro, una tertulia, un evento, una gira por la Patria y concierto en la Plaza.

Y llegó “El necio” en las horas más inciertas. Recuerdo que Magda Resik, Rosa Miriam Elizalde y Amado del Pino —todos fans de Silvio— lanzaron piedrecitas a la puerta de su casa de por el Biltmore, para rogarle una entrevista. Y la ganaron. También yo tuve la suerte un par de veces.

De la mano de Amaury Pérez y su esposa Petí, amigos o familia, ya no se sabe, entré al hogar de Silvio, Niurka y Malva, en días de tristezas personales que ellos aliviaron con sus cantos y sus cuentos.

Nunca fui y ya no podré lógicamente serlo, una silviófila de la talla de Iroel Sánchez, la persona que más canciones de Silvio se sabía. Soy más bien de ese grupo mayoritario de mi generación y otras más nuevas, a las que nos salen sus canciones de los labios cada vez que el ánimo se nos pone musical.

Es lo que suele hacer con sus amigos y sus hijos, Miguel Díaz Canel, que presidió la ceremonia pero no llegó a abrazar al poeta al final del acto, como si todavía lo contuviera la timidez natural del muchacho que viajaba de Santa Clara a La Habana, tan sólo por ir a sus conciertos.

Todo eso debe haberme puesto emocional al ver las noticias. Al fin qué somos, sino recuerdos, como recién decía Amaury, otro poeta pendiente de homenaje.

Tanto me he emocionado finalmente con lo que me contaron y lo que vi, que ya no sabría decir si me perdí o no me perdí el Nobel cubano a Silvio, la ceremonia que enalteció aún más al Aula Magna de la Universidad de La Habana, este viernes 2 de junio, fecha intrascendente hasta esa entrega, que acaba de convertirla en importante efeméride de la cultura cubana.

Tomado de Cubadebate/ Foto de portada: Twitter

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *