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Frei Betto: “Es hora de que todos, en solidaridad con la Revolución Cubana, intensifiquemos la lucha contra el bloqueo estadounidense y movilicemos la cooperación internacional”

Por Frei Betto.

Pasé parte de junio en La Habana, donde asesoro el Plan de Soberanía Alimentaria y Educación Nutricional (Plan San). Ahora son más evidentes los efectos de un conjunto de factores que golpean duramente la vida de la población: el bloqueo genocida impuesto por EEUU hace más de 60 años; la pandemia; la crisis climática; y la guerra entre Rusia y Ucrania, proveedores de insumos, fertilizantes y turistas a la isla caribeña.

Con poco más de 11 millones de habitantes, la economía del único país socialista de la historia de Occidente depende de la exportación de níquel (cuyo valor fluctúa mucho en el mercado internacional); la producción de puros (unos 80 millones de unidades al año) y ron; el envío de profesores y médicos al extranjero; y el turismo, ahora debilitado por las nuevas medidas de bloqueo. Biden mantuvo a Cuba en la lista de países “promotores del terrorismo” y exigió visados para entrar en EEUU a los europeos que visiten la isla.

La aplicación de la Ley de Soberanía y Seguridad Alimentaria y Educación Nutricional, aprobada por la Asamblea Nacional en 2022, se considera una prioridad en Cuba.

Aunque el gobierno proporciona una cesta mensual de alimentos a todas las familias, la escasez actual es más grave que en el Periodo Especial (1990-1995), cuando se derrumbó la Unión Soviética, de cuya prosperidad se beneficiaba Cuba. En la penúltima semana de junio, el Ministro de la Industria Alimentaria, Manuel Santiago Sobrino Martínez, admitió en televisión que la escasa producción y comercialización de alimentos, y los altos precios, afectan fuertemente a la calidad de vida de la población. En la actualidad, Cuba importa el 80% de los alimentos que consume, lo que representa un gasto de más de 4.000 millones de dólares anuales.

Uno de los objetivos prioritarios del Plan San es promover la sustitución de importaciones mediante nuevos hábitos alimentarios, como la introducción de la yuca en la elaboración del pan y reducir así la compra de trigo. Un ejemplo de los efectos de la subida de precios de los alimentos en el mercado internacional en los últimos años puede verse en la compra de carne de pollo: hace un año, una tonelada costaba 900.000 dólares, ahora cuesta 1,3 millones de dólares.

La energía, impulsada predominantemente por el petróleo importado, afecta a la productividad de la industria alimentaria. Venezuela ya no puede garantizar los suministros de años anteriores. La crisis climática también afecta a la economía. En los primeros meses de este año, la sequía redujo la producción de leche en 38 millones de litros. Y ha afectado a la acuicultura al bajar considerablemente el nivel de los embalses de agua.

Ahora el gobierno fomenta la apertura de micro, pequeñas y medianas empresas de carácter privado. Ya hay 844, de las cuales 144 son panaderías y pastelerías; 194 se dedican a la producción de embutidos; 188 elaboran conservas; y 92, productos lácteos.

En agricultura, se han instalado más de 350 microindustrias. Desde 2022 se han producido cambios en el comercio de productos agropecuarios y se trabaja en la informatización del sector. “Sabemos que hasta que los cubanos no vean todos estos cambios reflejados en sus mesas, dudarán de todos estos datos, pero el Gobierno está empeñado en revertir esta situación”, dijo el ministro. Según Jesús Lorenzo Rodríguez Mendoza, director de investigación de la industria alimentaria, a medida que la situación económica del país empeora, la actividad tecnocientífica cobra mayor relevancia. “En estos 46 años hemos desarrollado 700 productos. Nuestra principal misión es brindar herramientas a todos los procesadores de alimentos, desde la composición nutricional del producto hasta la ejecución de procesos tecnológicos, así como equipos más eficientes para ser utilizados.”

Desde mediados de 2022 el abastecimiento de trigo ha empeorado: “Por ejemplo, para garantizar la estabilidad en la producción de grano y el consumo tradicional en un mes hay que comprar tres barcos de trigo, que cuestan unos 35 millones de dólares”, explica Rodríguez Mendoza.

Este año sólo han podido comprar cuatro cargamentos de trigo, debido al aumento del precio. El bloqueo dificulta las importaciones, sobre todo porque casi ningún banco acepta hacer transacciones financieras con Cuba para no ser penalizado por las sanciones de Estados Unidos.

Un barco cargado de trigo que atracó recientemente en Cienfuegos tardó más de 60 días en cargar en el puerto de origen, lo que supuso un coste adicional a la operación: “Conseguimos contratar grano en países de la región, y en muchas ocasiones los armadores de estos países no aceptan venir a Cuba. Entonces tenemos que buscar barcos de otros orígenes y enviarlos a esos lugares, y esto, lógicamente, tiene un costo”, dijo el cubano.

Otro ejemplo de los efectos del bloqueo son las piezas de repuesto: “Tenemos cuatro fábricas, teníamos financiación disponible, pagamos a los proveedores de piezas de repuesto y los bancos donde trabajan no aceptaron nuestro pago. Tenemos que buscar otras alternativas”.

En cuanto a la producción de bebidas alcohólicas, González Lorenzo explicó que la caída de la producción de azúcar en Cuba ha repercutido negativamente en el sector. Sin embargo, destacó que las nuevas medidas aprobadas se han convertido en una oportunidad para revertir la situación: “Hemos realizado un control sistemático de los procesos productivos y hasta junio hemos logrado producir más de dos millones de cajas de ron, lo que permitirá recuperar la producción. Entre julio y agosto, por ejemplo, entregaremos cifras similares a las que vendimos en 2019, alrededor de 400 mil cajas de ron”, dijo. Agregó que se favorecerá la producción de otros líquidos, como vinagre y vino seco. También se revisó la situación de la pesca. La viceministra de la Industria Alimentaria, Midalys Naranjo Blanco, explicó que aunque Cuba es un país rodeado de mar, sus aguas no producen suficiente pescado para la demanda de la población. Entre 1976 y 1990, el país contaba con una flota pesquera que faenaba en aguas internacionales y suministraba buena parte del pescado que se consumía en el país (unas 100.000 toneladas anuales). Desde 1992, debido al bloqueo, esta flota ha tenido que retirarse gradualmente de las aguas internacionales, lo que ha afectado a la disponibilidad de alimentos en Cuba.

Entre 1986 y 2009, el país importó unas 33.000 toneladas de productos pesqueros. Debido a los niveles de financiación requeridos, no ha sido posible mantener este volumen. Como consecuencia de esta situación, en Cuba se fomenta la acuicultura con un programa que incluye todas las regiones del país. Entre los cultivos, se desarrolla la acuicultura extensiva, ya que la acuicultura intensiva demanda volúmenes de alimentos que actualmente no están disponibles. La cría de carpas es una de las más practicadas, aunque se tarda unos 18 meses en alcanzar un pez de tamaño comercial.

Naranjo Blanco dijo que trabajan para aumentar la producción de alevines y construir el mayor número de estanques posible. “Hay nuevos actores económicos en esta actividad. Tenemos, por ejemplo, 485 productores privados”, dijo el viceministro.

Entre las dificultades a las que se enfrenta la acuicultura, se refirió a los efectos del cambio climático (especialmente sequías y lluvias torrenciales); el tiempo de espera para obtener peces con características comercializables; y el déficit de recursos tecnológicos y científicos para mejorar la pesca.

Entre las medidas que se están tomando están: la construcción y reparación de embarcaciones; permitir, durante un periodo de dos años, la pesca comercial en los meses de agosto a enero en zonas turísticas; favorecer la venta al por menor y al por mayor; ampliar la zona marítima destinada a la pesca; aumentar la potencia de los motores hasta sesenta caballos; revisar los planes de gestión de las zonas protegidas, junto con todos los actores del territorio.

Desde octubre de 2022, los pescadores no están obligados a tener contratos con empresas estatales y pueden comercializar sus productos directamente. Esto, según Naranjo Blanco, ha provocado un aumento en la venta de licencias comerciales no estatales, alcanzando las 4.042 licencias a finales de mayo, un número muy superior al de 2022. “Todas estas medidas están en fase de aplicación y, en los próximos meses, deberían permitir un mayor grado de flexibilidad en la actividad pesquera”, ha señalado el viceministro.

En cuanto a los productos de la cesta básica, el ministro de Industria Alimentaria, Manuel Santiago Sobrino Martínez, reconoció que existen retos en materia de envasado, seguridad y calidad alimentaria. Citó como ejemplo el pan: “Además de los problemas con la materia prima, la falta de control se refleja en la calidad del producto en lugares donde no hay supervisión suficiente”. La leche en polvo también presenta una situación compleja: “Aunque en ciertas zonas, como las regiones centrales del país, hay buena producción de leche, para garantizar el consumo dependemos de pequeñas importaciones de América Latina y el Caribe, que hoy no satisfacen la demanda”, dijo.

En cuanto al café, Santiago Sobrino dijo que la producción, de ahora en adelante, dependerá de si pueden importar, porque la producción nacional es insuficiente.

El pollo de la canasta básica comenzará a distribuirse a una parte de la población. Pero la distribución debería mejorar en julio y agosto, según el ministro.

En cuanto a los demás productos de origen animal, en los próximos días debe arribar al puerto cubano un barco con materia prima y stock para dos meses.

Con los derivados de la soya, el panorama es complejo, debido al déficit del producto en el mercado internacional.

En estos días comienzan a operar más de cinco inversiones con capital extranjero y dos con capital nacional: una fábrica de galletas, mermeladas y café; otra de cerveza, en el puerto de Mariel; una fábrica de chocolates en Baracoa; la ampliación de la producción de cerveza Bucanero; entre otras. Esto significa, sin duda, mejorar el escenario.

En resumen, las medidas previstas son paliativas, de contingencia, sin otra alternativa que movilizar a la población para que priorice la producción de alimentos a fin de promover la sustitución de importaciones. A esto hay que añadir la educación nutricional para reducir drásticamente el consumo de azúcar, principal causa de enfermedades letales en la isla.

Es hora de que todos, en solidaridad con la Revolución Cubana, intensifiquemos la lucha contra el bloqueo estadounidense y movilicemos la cooperación internacional con la isla que se atrevió a conquistar su independencia y soberanía frente al imperio más poderoso y genocida de la historia de la humanidad.

Tomado de freibetto.org / Foto de portada: Yaimi Ravelo : Resumen Latinoamericano.

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