Cuba y su mágica resistencia al cerco yanqui
Por Liset García (*).
Inmutable como buen cínico se ha quedado el gobierno de Estados Unidos cada vez que en la sede de la ONU, desde hace 31 años, Cuba recibe con más fuerza el aplauso de casi la totalidad de las naciones, en su reclamo contra el bloqueo, mientras la mayoría de sus once millones de habitantes resisten y se reinventan.
Ese cerco inició cuando apenas nacía su Revolución en 1959 y pronto se convirtió en ley y, luego, en leyes. Significa que hoy más del 80 por ciento de la población no ha conocido otra Cuba que la bloqueada, a la que se intenta asfixiar, como lo esbozó sin pudor alguno, en un memorando fechado el 6 de abril de 1960, el subsecretario de Estado, Lester Mallory.
Indicaba entonces que “la mayoría de los cubanos apoya a Castro…el único modo previsible de restarle apoyo interno es mediante el desencanto y la insatisfacción que surjan del malestar económico y las dificultades materiales…”
Dicho y hecho. En su descarada receta, Mallory agregaba: “Por eso hay que emplear rápidamente todos los medios posibles para debilitar la vida económica de Cuba… una línea de acción que, siendo lo más habilidosa y discreta posible, logre los mayores avances en la privación a Cuba de dinero y suministros, para reducirle sus recursos financieros y los salarios reales, provocar hambre, desesperación y el derrocamiento del Gobierno”, líneas que políticos de antes y de ahora revalidan sin discreción y sin piedad.
Hay muchos modos de explicar el sufrimiento que ha provocado en la vida cotidiana de las familias cubanas tantos obsesivos intentos de cumplir aquel memorando, puesto en práctica a pisadas y pisotones, con tirapiedras y siempre con mentirosos pretextos.
Bastaría apenas con glosar la persecución contra el acceso a combustibles, a créditos bancarios, a recursos para elaborar alimentos, fármacos, insumos… O referir la penalización a los barcos que tocan puertos de la Isla y durante seis meses tienen prohibido ir a Estados Unidos, especialmente refrendada en la llamada Ley Torricelli de 1992, cuyo amplio contenido habría estrangulado hace rato a cualquier nación de mediano desarrollo.
Se trata además de diversas extensiones de ese cerco a empresas, compañías y países, a quienes EEUU vigila y advierte del peligro de relacionarse con Cuba. En virtud de ese abuso de poder, la Isla está imposibilitada de comprar artículos producidos más allá de sus 50 estados si contiene un 10% de elementos estadounidenses.
Tampoco puede exportar nada a esa nación, ni siquiera lo producido en otras geografías, de incluir materias primas o tecnologías Made in Cuba. La restricción se aplica, por ejemplo, a artículos de acero que posean níquel cubano, alimentos elaborados con azúcar cubana, o productos farmacéuticos que igual tengan algo de cubano.
Estados Unidos no solo ajusta con mecanismos de alta definición los más ínfimos movimientos financieros de Cuba y también de cualquiera en el mundo, sino exige que le rindan cuenta, amenaza con penalizar a quien desobedezca y aplica su imperial dominio hegemónico.
Que se conozca, la estocada más reciente de la Oficina de Control de Activos Extranjeros (OFAC, por sus siglas en inglés) del gobierno estadounidense, fue contra una empresa de servicios financieros DaVinci Payments, de su propio patio, con sede en Illinois, la que aceptó pagar una alta suma por su presunta responsabilidad civil de violar sanciones contra la Isla caribeña.
Hace justo cinco años, sonó en los medios la multa aplicada contra el banco ubicado en París, Société Générale S.A., por un valor total de más de 1 300 millones de dólares, pues según la OFAC, allí realizaron “796 transacciones que involucraban a Cuba, entre el 11 de julio de 2007 y el 26 de octubre de 2010”.
Esa entidad se vio en la necesidad de explicar que tales servicios consistieron en un crédito concedido en el año 2000 para comprar petróleo, pagos relativos a la deuda cubana y la producción, almacenamiento y exportación de níquel.
Sin abundar en lo que representa haber incluido a la Isla en la lista negra de Estados Patrocinadores del Terrorismo en 2021, pesan mucho otras prohibiciones, que Trump se encargó de agravar, y continúan vigentes. Ni siquiera a los cruceros que circulan la región se les permite tocar Cuba, y pobre del estadounidense que quiera viajar a la vecina isla sin permiso.
A la economía isleña también le está vetado el uso del dólar en sus transacciones internacionales, por lo que están por conocerse los malabares y hasta la magia empleada para lograr suministros a sus industrias y asegurar servicios básicos a su población.
Aunque la llamada comunidad internacional año tras año desafíe y condene a Estados Unidos y los once millones de habitantes de la Isla se quedan esperando que cese el castigo y esa decisión influya en el mejoramiento de sus vidas, lo cierto es que hasta ahora la mayoría ha continuado en mágica resistencia, pese a escaseces y penurias, se mantiene de pie y sigue defendiendo su proyecto social de justicia y equidad.
(*) Periodista cubana. Colaboradora de Resumen Latinoamericano.
Imagen de portada: Martirena.
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