Ecuador se desborda
Por José Ernesto Nováez Guerrero* / Colaboración Especial para Resumen Latinoamericano.
La noche de este viernes 5 de abril la policía ecuatoriana irrumpió por la fuerza en la embajada de México en Quito. Destacamentos especiales con armamento pesado y vehículos blindados participaron en la operación, donde fue detenido el exvicepresidente Jorge Glass, maltratado el personal diplomático mexicano y violentada por completo la legalidad internacional, particularmente la Convención de Viena sobre Relaciones Diplomáticas.
A pesar del pundonor con el cual el embajador encargado de México intentó defender la soberanía nacional de su país, no pudo evitar que los hechos se consumaran. Jorge Glas volvió a prisión, México y Ecuador rompieron relaciones diplomáticas, Nicaragua y Ecuador rompieron relaciones diplomáticas, incluso los EEUU cuestionaron las acciones de su aliado ecuatoriano y la presidenta de la CELAC, la hondureña Xiomara Castro, convocó a una serie de reuniones de emergencia lunes y martes.
La canciller ecuatoriana, por su parte, desconociendo la ola de indignación internacional que la decisión tomada por su país ha generado, declaró este sábado que Ecuador solo defendía su soberanía nacional, como respuesta a un asilo considerado ilegítimo por su gobierno.
Sin dudas, algo en Ecuador se desborda. Parece lógico suponer que tiene que ver con el sujeto que motivó la brutal acción: Jorge Glas. ¿Quién es este peligroso criminal que vale para el Ecuador más que la legalidad internacional y el posible aislamiento del país?
Glas, ingeniero de formación, tiene una trayectoria política relativamente larga. Vinculado al movimiento de la Revolución Ciudadana, fue vicepresidente de Rafael Correa entre 2013 y 2017 y luego de Lenín Moreno entre 2017-2018. Lenín lo procesó por su supuesta vinculación con casos de corrupción, fue hallado culpable y sentenciado a ocho años de prisión. Hallándose en libertad provisional, el exvicepresidente tomó la decisión en diciembre del 2023 de asilarse en la Embajada de México, alegando temor por su seguridad. La reciente decisión soberana de México de darle asilo político, fue el detonante de la brutal violación antes referida.
A Glas le restan dos años por cumplir. Actualmente no es una figura política de peso en el país, sino más bien, por las imágenes que se han filtrado, parece un hombre estragado por las difíciles condiciones de su encarcelamiento. No es una amenaza para los poderes que hoy gobiernan el país y menos en un momento en que el Ecuador parece atravesar por una profunda crisis estructural.
En enero de este año veíamos con alarma como los líderes de las principales bandas criminales del país escapaban prácticamente al unísono de prisiones de máxima seguridad. Al mismo tiempo, la violencia de las bandas se desbordaba en Guayaquil y otras importantes ciudades del país, poniendo en conocimiento de todos una realidad que desde hace tiempo venía golpeando la cotidianeidad de los ecuatorianos: el alza del crimen organizado, las drogas, la violencia, la corrupción y el entrecruzamiento de estos fenómenos con altos cargos del estado nacional. Se llegó incluso a asesinar un candidato presidencial solo por prometer un firme programa de lucha contra el crimen organizado.
Lo que se desborda hoy en Ecuador es el resultado, a mi juicio, de dos cuestiones fundamentales. Por un lado la feroz persecución del “correísmo” y de todo lo que tenga un vínculo con Rafael Correa. Esta persecución del “correísmo” implica la negación total de ese proyecto de país que, entre 2007 y 2017, con virtudes y defectos, logró garantizar altos índices de desarrollo nacional con importantes programas de justicia social. La línea seguida por Moreno, Lasso y ahora Noboa, que está a tono con las élites nacionales e internacionales, busca ante todo destruir cualquier espacio de rearticulación política posible de un proyecto de izquierda en el país. Para eso es necesario perseguir ferozmente cualquier liderazgo. Así se entienden los numerosos casos e intentos de lawfare en contra del “correísmo”, desde el propio Correa hasta Jorge Glas. El odio visceral al “correísmo” quizás sea lo que mejor explique los hechos de este viernes.
Para desmontar el tejido político de una sociedad es esencial desmontar su tejido social. Por eso el segundo elemento fundamental ha sido la progresiva construcción de estructuras narcoestatales que envuelven a la ciudadanía y la someten mediante el miedo o la violencia física directa. Una estrategia de shock que permite justificar políticas de línea dura que siempre se expresan en un reforzamiento autoritario de los poderes gubernamentales y una reducción de los derechos y garantías ciudadanos.
En este escenario los medios son aliados fundamentales. Contribuyen con entusiasmo al clima de miedo y zozobra, llenando la parrilla televisiva con noticias donde constantemente se muestra la violencia creciente de la sociedad.
Lo ocurrido este viernes, entonces, es la expresión de un cuerpo político agónico, alegal y amoral, que preso en las redes de su propia “vendetta” interna, no duda en generar una compleja crisis regional. Ecuador se desborda y solo su pueblo, que ya supo en el pasado encausarlo, podrá volver a poner el país por el mejor camino.
(*) Investigador y periodista. Coordinador del capítulo cubano de la Red de Intelectuales y Artistas en Defensa de la Humanidad. Es autor de los libros “Hijos del polvo” y “La ideología en el semanario Lunes de Revolución con respecto a la situación del intelectual y el arte en la Revolución Cubana”.
Foto de portada: AFP.
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