Internacionales

El genocidio en Gaza y las universidades

Por Francisco Delgado Rodríguez.

 

Desde Columbia, en una suerte de marea incontenible, la protesta fue escalando en poco tiempo y el 30 de abril sumaba no menos de 89 establecimientos de educación superior, en al menos 31 estados, incluida la capital federal.
 

Nunca serán suficiente las denuncias y el reclamo universal contra el crimen nazisionista, en la martirizada Franja de Gaza.

Al cumplirse más de 200 días de este genocidio, el así llamado lobby sionista en Estados Unidos, comenzó a enfrentar con inusitada fuerza un duro cuestionamiento, nada menos que de uno de los epicentros de la conciencia crítica de la sociedad, las universidades norteamericanas.

En apariencia inexpugnable, el poder omnipresente del sioinismo en la llamada clase política estadounidense, podría estar ante un nuevo evento que lo expone en toda su dimensión, por su ideología criminal y elitista, e incluso, ya se verá, un creciente problema para las aspiraciones reeleccionistas del presidente Biden.

De las variadas lecturas que pueden hacerse de estos eventos de rebeldía estudiantil, uno es el simbolismo de haber sido en Columbia, por donde explotó esta virtual bomba de tiempo. Este recinto de altos estudios, fundado en 1754, se considera una de las universidades más prestigiosas y selectivas del mundo. En otras palabras, es uno de los lugares donde se forman los futuros directivos o miembros de las elites empresariales y políticas.

Desde Columbia, en una suerte de marea incontenible, la protesta fue escalando en poco tiempo y el 30 de abril sumaba no menos de 89 establecimientos de educación superior, en al menos 31 estados, incluida la capital federal, considerándose la revuelta estudiantil más grande de los últimos 50 años. También se extiende a Europa y Australia, como río que amenaza con desbordarse, sumando más de 100 establecimientos.

Los contrarios a las protestas, algunos asalariados del mencionado lobby sionista, se han dado a la tarea de banalizar o disminuir el impacto de esta situación. Sacan cuentas sobre la “escasa” cantidad de participantes, enarbolan teorías conspirativas sobre el origen “terrorista” del financiamiento a las movilizaciones, o insisten en su naturaleza “antisemita”, obviando la activa participación de estudiantes judíos y que, en todo caso, los palestinos son semitas.

Por su parte, conocedores de la historia contemporánea de EEUU, comparan esta situación con el icónico año de 1968, cuando también desde Columbia, se aportó a un amplio rechazo a la guerra en Vietnam, derivando en ciertos casos en movimientos sociales peligrosamente contestatarios como los hippies y otras expresiones contra el racismo y la lucha por los derechos civiles, que venían desde mucho antes.

Otra vez el “rey ha quedado desnudo”

Más allá de las diferencias o similitudes, lo indiscutible es que hay un elemento en común que equipara, por la peor razón, a lo sucedido en los años 60 del pasado siglo con el 2024, es decir, la deriva altamente represiva contra los que protestan, con el empleo excesivo de la fuerza.

En redes sociales digitales se pueden ver tropas fuertemente armadas, la ubicación de francotiradores en vigilia sobre los campamentos establecidos por los estudiantes en la Universidad de Virginia, empleo de balas de goma y pistolas de shock eléctrico, entre otros excesos, y el arresto y sanciones contra estudiantes manifestantes y profesores que han opinado a favor de aquellos. Incluso en el listado de arrestos aparece Jill Stein, candidata a la presidencia de la Republica por el Partido Verde.

Incluso, recordándonos aquellas profesáis del mundo de George Orwells,  se conoce de la existencia de una especie de lista negra, Canary Mission así se llama, una página Web donde se crean perfiles de los manifestantes y las organizaciones que les apoyan al mejor estilo macartista, concebido para perjudicar el futuro profesional de los enlistados.

Una vez más, la actuación de la policía norteamericana pone en crisis el credo de las libertades de expresión y manifestación pacífica, sobre el que tanto insiste el Departamento de Estado cuando publicita su lista anual de países violadores de los DDHH.

Libertad sí, pero solo cuando cuenta en este caso con la venia del lobby sionista, es la conclusión preliminar.

Una vez más, se demuestra aquella parábola de que Estados Unidos es un país donde la “libertad es una estatua”, en alusión a la mole de mármol que recibe a los navegantes en la bahía de Nueva York, justamente donde reside la Universidad de Columbia.

Otra vez, el “rey ha quedado desnudo” y expone la incapacidad moral de Estados Unidos para dar lecciones de respeto a los derechos humanos, la credibilidad en su papel ilegitimo de enjuiciar a los demás se volatiza de nuevo.

Apoyar cuanta acción criminal hay en el mundo, y en especial la masacre cotidiana en Gaza, recientemente refinanciada generosamente con más de 26 mil millones de USD, dice mucho del cinismo de los líderes políticos norteamericanos.

También queda muy mal parado el sistema de grandes medios de prensa norteamericanos y sus adláteres de otras partes. Cuando se animan a publicar algo sobre estos eventos, suele predominar el empleo de sutilezas  y adjetivos lavados, que solapan o simplemente ignoran la represión y la justeza de la causa.

Es muy llamativo, para bien, que exista semejante movilización para un tema que no es únicamente doméstico, como lo fue en su momento la guerra en Vietnam, que movilizó un tsunami en contra por el involucramiento de jóvenes norteamericanos.

Otro de los aspectos que pueden progresivamente entrar en crisis, tiene que ver con el promocionado sentimiento antislamista, en un país donde ser árabe ha sido sinónimo de potencial terrorista. Los esfuerzos por imponer está ideología chocan con una realidad que dice otra cosa muy diferente, que muestra donde está el epicentro del terrorismo hoy en día.

Sin dudas, los estudiantes norteamericanos parecen dispuestos a escribir su propio relato sobre el crimen sionista; quizás este tema específico sea la superficie de otras muchas razones, para generar este clima disruptivo contra el sistema en general.

Ya se ha dicho, el proceso electoral en Estados Unidos, pretendidamente paradigmático, debe lidiar con un tema aparentemente no doméstico, la guerra en el medio oriente. A lo anterior se suma que según entendidos, los candidatos que compiten ahora son los dos peores aspirantes a la presidencia de la historia contemporánea del vecino país.

Gobierno sionista: ¡basta ya!

En medio de semejante aquelarre, no debe olvidarse el centro de esta historia, el genocidio en Gaza, el asesinato sin límites de más de 15 mil niños y decenas de miles de adultos; a pesar de los reclamos de las NNUU, incluido su Consejo de Seguridad, de las miles de manifestaciones, que en todos los rincones del mundo reclaman un cese al fuego.

La rebeldía de los estudiantes universitarios está muy bien, es un aporte relevante por su poder de convocatoria, pero la noticia sigue siendo la crueldad del nazisionismo.

En todo caso, la tragedia de Gaza está sacando a flote la inmundicia que soporta el orden internacional, según las reglas del juego impuestas por el hegemonismo norteamericano.

El crimen contra el pueblo palestino no debe ni puede naturalizarse; no es ese el mundo donde la inmensa mayoría de las personas quieren habitar.

¡Basta ya!; ¡cese al fuego ahora!; desde el río hasta el mar; free Palestine. Son algunas de las demandas de los jóvenes estudiantes, y como ocurrió hace medio siglo cuando la guerra en Vietnam, demuestran tenazmente que todavía hay espacio para la esperanza.

Tomado de sitio del PCC/ Foto de portada: EFE.

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