Internacionales

CIA: Nuestro hombre en Caracas (II y final)

Por José Luis Méndez Méndez* / Colaboración Especial para Resumen Latinoamericano.

Cuando proyectaron el uso que le darían a Edmundo González Urrutia, la fórmula de la Plataforma Unitaria Democrática (PUD), lo acogió como su candidato. La alianza concentró a los principales partidos y dirigentes de la oposición de Venezuela. No quedó otra alternativa, que echar mano a uno de los servidores dormidos, después de semanas de incertidumbre y de aspiraciones descartadas o inhabilitadas, González pasó de ser el nombre que preservaría la tarjeta electoral a ser candidato oficial de la PUD, y, con ello, el derecho de enfrentar, como el abanderado de la oposición mayoritaria, al Presidente Nicolás Maduro.

De inmediato aparecen antecedentes turbios del pasado del aspirante, una de ellas fue la denuncia de la exfuncionaria colombiana, María Catalina Restrepo Pinzón de Londoño, en la cual reveló detalles por medio de una carta remitida al líder venezolano Diosdado Cabello. La denunciado fue informado en el programa habitual del primer vicepresidente del Partido Socialista Unido de Venezuela (Psuv), Con el mazo dando.

Entre algunos aspectos de lo denunciado precisan: “Pues resulta que González Urrutia, aunque menos conocido que su jefe, Leopoldo Castillo, el mismo periodista que se robó un presupuesto de millones de dólares, que se le asignó en el 2020 para crear una transnacional de la desinformación para oponerla como una Telesur paralela.

El equipo de Castillo, con la presencia derrotado candidato tuvo un desempeño activo en la embajada de Venezuela en el país centroamericano por aquellos turbulentos años ochenta. Su llegada a San Salvador coincidió con una era realmente sombría, marcada por violaciones a los derechos humanos y masacres espantosas. Aumentaron los infames escuadrones de la muerte. Los reportes de aquellos días son escalofriantes: desde masacres de civiles inocentes, hasta la persecución, asesinato de maestros y líderes comunitarios. Sin mencionar los ataques despiadados contra religiosos de varias nacionalidades y niños. Cabe destacar que todo esto está documentado, con horror, por medios de todas partes del mundo”.

En otra parte de la misiva, abundó la denunciante que Edmundo González trabajó en el servicio exterior de Venezuela, así el 24 de noviembre de 1976 fue acreditado como funcionario en la embajada venezolana en Estados Unidos en pleno desarrollo del Plan Cóndor, donde los cuerpos represivos venezolanos estaban representados por el criminal internacional Luis Posada Carriles y otros agentes de la CIA de origen cubano. Ahí, se asegura, fue captado por la CIA como era común en esa época. En tanto, el 27 de julio de 1981 fue trasladado a la embajada de Venezuela en El Salvador, donde sin duda iba a cumplir misiones de asesoría represiva, por lo que estuvo hasta el 20 de julio de 1983.

La situación era tan grave que la propia Iglesia católica conmocionada por el asesinato durante su oficio del Monseñor Oscar Arnulfo Romero, ultimado el 24 de marzo de 1980 y algunas organizaciones internacionales alzaron sus denuncias contra la violencia, que se sabía, contaba con el apoyo irrestricto la misma embajada donde laboraba este funcionario devenido ahora en alternativa estadounidense. La realidad es que este tipo de historias nos recuerdan la importancia de observar críticamente el pasado y los personajes que, aunque en roles ‘secundarios’, jugaron parte crucial en eventos que cambiaron la vida de miles. 

En ese contexto, entre julio de 1981 y julio de 1983, El Salvador vivió varios episodios de violaciones de derechos humanos y masacres durante la guerra civil. Algunos de los incidentes más notables fueron: Masacre de El Mozote, cometida el 11 de diciembre de 1981, cuando las fuerzas del Batallón Atlacatl del ejército salvadoreño cometieron la matanza en la aldea de El Mozote y sus alrededores. Se estima que murieron alrededor de 800 a 1,200 civiles, incluyendo muchos niños. Este hecho es uno de los peores casos de violencia contra civiles durante la guerra civil salvadoreña.

Otro asesinato masivo que trascendió, la llamada Operación Rescate, en marzo de 1982, en Chalatenango, durante una operación militar conocida por ese nombre, entonces el ejército salvadoreño atacó varias comunidades, resultando en la muerte de numerosos civiles y desplazando a muchos otros. La operación buscaba eliminar la presencia guerrillera en la zona.

En la comunidad de Copapayo, en el departamento de Cabañas, soldados del ejército salvadoreño asesinaron a decenas de civiles, principalmente mujeres, niños y ancianos, en un intento por erradicar la influencia guerrillera en la región, en noviembre de 1982. Estas violencias son representativas de la brutalidad y la represión que caracterizaron la guerra civil salvadoreña, que dejó un saldo trágico de decenas de miles de muertos y desplazados.

El sacrificable perdedor en las urnas, aun en pataleo político,  fue miembro del consejo editorial internacional del diario El Nacional, medio opositor dedicado entre otras directrices exacerbar la violencia, instigar al desorden y magnificar los sucesos callejeros, promovidos por la reacción, para elevar la inseguridad ciudadana y sembrar la inestabilidad del país. Por ese comportamiento ha sido sancionado por las entidades de comunicación social al faltar a su encargo divulgador.

Quien reclama ahora lo perdido el 28 de julio, registra entrenamiento en la oposición al haber formado formó parte de la llamada Mesa de la Unidad Democrática, la alianza que concentró a los partidos más importantes de la oposición antes de la formación de la PUD, como presidente de su junta directiva.

 El proyectado Edmundo González, fue también director del Comité de Coordinación y Planificación Estratégica del Ministerio de Relaciones Exteriores entre 1990 y 1991. Después fue embajador en Argelia entre 1991 y 1993, durante los mandatos de Carlos Andrés Pérez y Ramón José Velásquez.

Posteriormente fungió como director general de Política Internacional del Ministerio de Relaciones Exteriores, de 1994 a 1998. Luego fue embajador en Argentina entre 1998 y 2002, nombrado por el presidente Rafael Caldera y conservado en el cargo durante los primero años de mandato de Hugo Chávez, hasta que la diplomacia venezolana se colocó en función de los intereses de la Revolución bolivariana.

En 1997, cuando se organiza la VII Cumbre Iberoamericana de Jefes de Estado y de Gobiernos en isla Margarita, Venezuela, cita en que se fraguan varios planes de magnicidio contra el Presidente de Cuba Fidel Castro Ruz, con la participación de varios connotados terroristas de origen cubanos, entre ellos Luis Posada Carriles, ex funcionario de la DISIP en Venezuela y residente ese año en El Salvador. Algunos son detenidos en Puerto Rico y Venezuela, estos declaran haber recibido facilidades de los organizadores para acceder a zonas restringidas reservadas solo para los mandatarios y las delegaciones acompañantes.

El organizador de ese evento fue Edmundo González Urrutia, quien se desempeñó entre 1994 y 1999 en el cargo de Director General de Política Internacional del Ministerio de Relaciones Exteriores de Venezuela, fue el secretario pro tempore de la citada Cumbre, cargo que asumió el 27 de enero de 1997, de manos de Fabio Vío, de Chile, país donde se había celebrado la VI Cumbre el año anterior.

La reacción internacional persiste en revertir el proceso triunfador, es lógico, la Revolución bolivariana, ha sido salvada de impresentables como el perdedor de Langley, en Caracas.

(*) Escritor y profesor universitario. Es el autor, entre otros, del libro “Bajo las alas del Cóndor”, “La Operación Cóndor contra Cuba” y “Demócratas en la Casa Blanca y el terrorismo contra Cuba”. Es colaborador de Cubadebate y Resumen Latinoamericano. 

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