Crimen y castigo
Por Carlos Fazio
Ansiedad, tensión y agotamiento en Israel mientras se espera la represalia iraní
Comienza septiembre, y en medio de los riesgos de expansión de la guerra por todo Medio Oriente tras la escalada israelí en Líbano e Irán y los asesinatos de los líderes de Hamas, Ismail Haniyeh, y Hezbolá, Fouad Shokr, a finales de julio, la tan anunciada retaliación de las autoridades de Teherán no llega. Sin embargo, las operaciones psicológicas y la guerra de desgaste, así como la ambigüedad estratégica y la administración de los tiempos y la espera, exhibe un impecable dominio de las técnicas de Sun Tzu por los estrategas de la República Islámica, que está volviendo literalmente locos a los psicópatas talmúdicos que rodean al primer ministro Benjamín Netanyahu y a sus facilitadores excepcionalistas del Estado profundo (Deep State) que controla los pasos del inquilino de la Casa Blanca, Joe Biden. Durante todo el mes de agosto, Irán ha obligado al régimen expansionista de Israel a mantener la alerta y sus capacidades militares, de seguridad y logísticas al borde del abismo, y privado a los colonos y al gabinete de guerra del gobierno de ocupación de cualquier sensación de tranquilidad.
Pese a la estrategia de máxima presión de Washington y sus vasallos de la vieja Europa para que Irán actúe con moderación, todo indica que la nación persa no se someterá al dictado occidental: la agresión israelí del 31 de julio violó la soberanía de Irán y su respuesta, según han repetido funcionarios de alto nivel, será “enérgica y decisiva”, y también “disuasoria” de nuevos ataques de cara al futuro. Como ha aseverado el vicecomandante del Cuerpo de Guardianes de la Revolución Islámica, general Ali Fadavi, “determinaremos el momento y la forma del castigo (a Israel). El régimen sionista usurpador cometió un gran 52 crimen al asesinar al mártir Haniyeh, y esta vez será castigado con más severidad que antes”. Así, el cómo y el cuándo responderán, parecen convalidar el dicho de que “esperar la muerte es más difícil que la muerte misma”. De acuerdo con las palabras del ex ministro de guerra israelí, Avigdor Lieberman, Israel está inmerso en una guerra de desgaste, exactamente como querían los iraníes, tras haber conseguido unir los frentes de resistencia. Lieberman afirmó que la agonía de la espera indeterminada de la operación de represalia de Teherán es en sí misma un logro para Teherán y el Eje de la Resistencia.
Al respecto, cabe sumar el pronunciamiento del secretario general de la Resistencia de Líbano (Hezbolá), Sayyed Hassan Nasrallah, quien el 1 de agosto dijo que “el enemigo y quienes lo respaldan deben esperar nuestra respuesta inevitable en el campo de batalla”. Lo que incluso llevó a pensar en la posibilidad de un ataque calculado y simultáneo a gran escala del Eje de la Resistencia, que incorporaría también a las fuerzas armadas yemeníes alineadas con Ansaralá. A su vez, la asombrosa revelación de la vasta red de misiles subterráneos de Hezbolá en el sur y centro del Líbano, fue una prueba de realidad adicional para la élite política israelí y las comunidades de colonos sobre a qué se enfrentan. Finalmente, el 25 de agosto Hezbolá decidió llevar a cabo su acción limitada de manera individual por razones relacionadas con el tiempo, pues cada parte del Eje de la Resistencia decidiría cuándo y cómo responder. También fueron establecidos direcciones y límites para la contestación, incluido el de no atacar a los civiles. De acuerdo con un reporte citado por la página web panárabe Al Mayadeen, los objetivos fueron militares, ubicados en la profundidad israelí y cercanos a Tel Aviv, todos relacionados con el asesinato del comandante Fouad Shokr, el pasado 30 de julio, mediante un ataque aéreo de las Fuerzas de Defensa de Israel contra un edificio de apartamentos en un suburbio de Beirut. Un objetivo principal de la operación denominada Día de Arbaeen, el 25 de agosto, fue Gulilot, base afiliada a la División de Inteligencia Militar Aman y a la unidad 8200, ubicada a 110 kilómetros de la frontera libanesa y a mil 500 metros de Tel Aviv. También fueron embestidos sitios y cuarteles en Galilea y el Golán sirio ocupado, con 300 misiles Katyusha, cuyo objetivo principal era confundir al sistema Cúpula de Hierro, mientras el arma fundamental fueron los drones. Según la fuente, en ningún momento fueron empleados cohetes estratégicos –como aseguró haber destruido el ejército israelí–, pero no descartó utilizarlos en el futuro próximo.
Un día después, el jefe del Estado Mayor de las Fuerzas Armadas del Estado Islámico, general de división Mohammad Bagheri, reiteró que la respuesta al asesinato del exjefe del buró político de Hamás, Ismail Haniyeh –considerado una acción terrorista y una violación a la seguridad y la soberanía nacional–, es inevitable, y que Irán decidirá cómo y cuándo responder y no caerá en la trampa del “sensacionalismo mediático lanzado por los enemigos”. Agregó que cada frente de apoyo del Eje de la Resistencia “vengará la sangre Haniyeh según su programa y sus capacidades, como sucedió el domingo (25 de agosto) con la Resistencia de Líbano (Hezbolá)”.
Los rentistas del Holocausto
La actual crisis mundial con epicentro en Medio Oriente no ocurre en el vacío. Viene de atrás e involucra a muchos actores y variados intereses. Los “dolores de parto” de “un nuevo Medio Oriente”, como dijo con descaro a comienzos del siglo XXI la ex secretaria de Estado de la administración de George W. Bush, Condoleezza Rice, tienen que ver en realidad con los apetitos imperialistas de Estados Unidos y su peón subregional, Israel. De manera planificada, violenta y con total desprecio por la legalidad internacional, Israel ha venido aplicando una política colonialista clásica contra el pueblo palestino. Como en la Alemania nazi, el expansionismo militar israelí ha recurrido al terrorismo de Estado y la limpieza étnica en los guetos y campamentos de refugiados palestinos, donde las fuerzas de ocupación han establecido un régimen de apartheid, caracterizado por la dialéctica del amo y el esclavo. Pero no hay que engañarse. La instrumentación de esa economía de guerra basada en la doctrina del “desarrollo separado”, que implica una regresión al modelo bantustán que aplicó Sudáfrica en los oscuros días del apartheid, ha contado desde la creación del Estado de Israel con el apoyo de Estados Unidos.
Con la complicidad de Washington y la tolerancia de los plutócratas europeos y las autocracias árabes, desde hace más de medio siglo Israel se ha convertido en un Estado canalla; en un país fuera de la ley. Decenas de resoluciones del Consejo de Seguridad y la Asamblea General de las Naciones Unidas, incluida la resolución 242 (del 22.XI.1967), que reclamó la retirada de todos los territorios ocupados, han sido rechazadas por Israel bajo el argumento de que necesita “fronteras seguras” para resistir las amenazas árabes a su existencia. En junio de 1967, en una fulminante campaña militar en la Guerra de los Seis Días, en la que contó con armamento estadunidense, Israel ocupó toda Palestina, las mesetas sirias del Golán y el Sinaí egipcio. Al referirse a ese hecho cinco meses después, el humanista Bertrand Russel desnudó la lógica colonialista de esa acción militar, misma que Israel ha seguido hasta nuestros días y recrudece hoy en Palestina ocupada. “Israel viene creciendo por la fuerza de las armas a través de veinte años.
Después de cada expansión, Israel hace un llamado ‘a la razón’ y sugiere ‘negociaciones’. Esa es la conducta tradicional de la potencia imperialista, que desea consolidar con el mínimo de dificultad lo que ya ha conquistado por la violencia, conquista que se torna la nueva base para negociaciones propuestas por la fuerza, ignorando la injusticia de la agresión anterior. Dicha agresión cometida por Israel debe ser condenada, no sólo porque ningún Estado tiene derecho de anexar territorio extranjero, sino porque cada expansión es una experiencia para descubrir en qué medida el mundo podrá tolerar más agresión”. Eso decía Bertrand Russel en 1967. Las voces hebreas Jurban y Shoah, significan literalmente “destrucción”, pero a partir del exterminio nazi, la palabra holocausto fue apropiada con mayúscula para señalar a ese episodio histórico, sólo referido a la muerte de los seis millones de judíos. Pero no a los cinco millones restantes, pertenecientes a otras “razas malditas” como los gitanos, los opositores alemanes y los prisioneros de guerra de la resistencia antifascista, ejecutados por el terror hitleriano en los campos de concentración y exterminio. Tampoco se aplicó a la exUnión Soviética, que perdió más de 20 millones de personas. Holocausto, pogrom, apartheid. La devastación de las tropas israelíes en los territorios árabes, recupera y profundiza en nuestros días con las operaciones genocidas y de castigo colectivo del régimen de Benjamín Netanyahu, la terminología y las prácticas hitlerianas, de los supremacistas sudafricanos y el colonialismo francés en Argelia. Como ayer los nazis, los israelíes de hoy numeran a sus presos, utilizan escudos humanos y a sus helicópteros de combate, sus F-16 y sus tanques Merkava para ‘destruir sin misericordia’ escuelas, hospitales, residencias civiles y campos de refugiados. Como el antiguo régimen de Pretoria y las tropas del general Massu en la “Argelia francesa”, bestializan al otro, la ‘raza maldita’ palestina.
Las víctimas de ayer se han convertido en los victimarios de hoy. Un pueblo perseguido se convirtió en un pueblo de perseguidores desde el terrorismo de Estado, pero sus paranoicos conductores supremacistas acusan, hoy como ayer, de “auto odiados antisemitas” y seguidores de los Protocolos de los sabios de Sión a aquellos intelectuales de origen judío que, como los estadounidenses Noam Chomsky, Norman Finkelstein, Edward Herman, Howard Zinn y James Petras, objetan su racismo vandálico de Estado. “Se han convertido en rentistas del Holocausto”, dijo Saramago. Pero como señaló Bertrand Russel en 1967, no se puede “eternizar el sufrimiento (…) invocar los horrores del pasado para justificar los del presente es una hipocresía total”.
La diplomacia iraní y el fin de la disuasión israelí
En agosto pasado, el nuevo presidente iraní Masoud Pezheshkian y su ministro de Relaciones Exteriores, Abbas Araqchi, ambos con vasta experiencia en el campo político-diplomático, intensificaron los contactos con sus contrapartes de países claves como Irak, Turquía, Qatar, Egipto, Arabia Saudita y Siria, lo que según el periódico israelí Jerusalem Post, representa una “amenaza multidimensional” para el Estado sionista, en especial en el orden diplomático. Según el medio, el objetivo de Irán es crear un “círculo de fuego” alrededor de Israel y aislarla a nivel externo. Ello ocurre en momentos en que el Ministerio de Exteriores de Rusia califica de “explosiva” la situación actual en Medio Oriente, que amenaza con derivar en una “gran guerra”.
Según la vocera de la Cancillería rusa, María Zajárova, el conflicto palestino-israelí llevó al deterioro grave de la situación en toda la zona, ante todo en la frontera entre Israel y el Líbano, las áreas de los Altos del Golán ocupadas por Israel, el mar Rojo y el estrecho de Bab el Mandeb, la vía estratégica que conecta al golfo de Adén con el mar Rojo y puerta de entrada al canal de Suez. Moscú considera que el deseo de Washington de monopolizar el rol de mediador en el conflicto palestino-israelí, mantener el statu quo y promover una paz económica, sin tomar en cuenta las resoluciones de la Asamblea General y el Consejo de Seguridad de la ONU, ha contribuido a la escalada. Al respecto, cabe consignar que la respuesta de Hamás a la “propuesta puente” de Estados Unidos en las reuniones de Doha y El Cairo será un factor determinante para la operación de retaliación iraní.
Según los indicios disponibles, existen serios desacuerdos sobre el mantenimiento de la presencia militar israelí en Gaza, en particular a lo largo de la frontera con Egipto; sobre la libre circulación de los palestinos dentro del territorio, y sobre la identidad y el número de prisioneros que deben ser liberados en un canje. Tanto Israel como Hamás han señalado que un acuerdo será difícil. Según el vocero de la cancillería persa, Naser Kanani, Israel ha perdido su poder de disuasión y el equilibrio estratégico en la región se ha desplazado en su contra porque el ataque de Hezbolá del 25 de agosto lo tomó por sorpresa. Agregó que el Estado sionista ahora tiene que defenderse dentro de sus territorios ocupados y los equilibrios han sufrido “cambios fundamentales” en detrimento de Israel.
Todo indica que el momento, las condiciones y la forma de la respuesta de Irán se orquestarán meticulosamente para garantizar que se produzca en un momento de máxima sorpresa; tal vez cuando los ojos de los responsables militares israelíes estén fijos en los cielos y en las pantallas de sus radares, les pille por sorpresa desde tierra o, tal vez, incluso sea una combinación de ambos. Puede suceder, también, que no haya respuesta. Lo que sí es una realidad, es que todo Israel está bajo presión en espera de la represalia, pero esa a expectativa forma parte de la batalla y del castigo.
Fuente: REDH
Foto: RTVE