Internacionales

¿Por qué?

Por Rocco Carbone

El nombre para el fascismo del siglo XX I Para entender la emergencia del fascismo sigiloso del siglo XXI que gobierna en Argentina debemos tener en cuenta esa situación anormal, atormentadísima y, bajo muchos aspectos, contradictoria: la pandemia.

En los años pandémicos se profundiza una crisis de legitimidad de las fuerzas progresistas latinoamericanas. Fuerzas que ya habían sido afectadas por distintos golpes de Estado (Haití, 2004; Honduras, 2009; Paraguay, 2012; Brasil, 2016; Bolivia, 2019) y, contemporáneamente, se despliega la legitimación de la promesa de un nuevo régimen. Ese régimen nació de la fuerza de la protesta contra las po – líticas del cuidado de la vida (que fueron entendidas como cercenamiento de la libertad, vigilancia y control desmedidos). Este régimen se fue consolidando en poco tiempo a través de los consensos elaborados a través de una máquina colosal de propaganda (mediaticidad monopólica + redes sociales).

En los años prepandémicos, en América Latina, se desarrolló una experiencia de democratización radical, una experiencia que se había convertido en una realidad muy palpable. Esa experiencia con características populares no era solo un fantasma, una latencia o una posibilidad, sino un poder real.

Entre 1998 y 2015 las clases antagonistas a las clases propietarias ya no constituían un partido ni un movimiento, sino que se habían convertido en Estado. Ese Estado más o menos plebeyo ya no era un mito, un sueño o una posibilidad. Y para las clases propietarias, el peligro del Estado latinoamericano plebeyo, democrático y radical, se había vuelto algo real, palpable. Se había vuelto un problema urgente a resolver para las clases propietarias. Esas experiencias latinoamericanas que encarnaron una emancipación radical no constituían apenas un proyecto que venía a disputar su papel en la historia. Chávez, Correa, Lugo, Lula, Evo, lxs Kirchner, Mujica no integraban apenas un movimiento de oposición.

Y entonces no bastó con oponerles una fuerza conservadora más o menos común y legítima porque esos nombres y las experiencias políticas que organizaron se habían vuelto Estado. Entonces, se avanzó con una batería de golpes (de Estado o parlamentarios). El propósito de esos golpes fue poner en crisis la legitimidad de ese orden plebeyo. Un orden que se venía manteniendo exitosamente de La Habana a Tierra del Fuego. Entonces, frente a la amenaza de la emancipación continental democrática y radical que había tomado el Estado se hizo necesario un remedio mucho drástico que el golpe. Se hizo necesario responder con una reacción musculosa. Con una revolución reaccionaria, con una fuerza mimética de la emancipación. Con una fuerza sacrificial. Y puesto que en la Argentina las fuerzas populares -fuerzas cansadas por la experiencia pandémica y también por un gobierno que no entendió los modos disidentes de las democracias radicales latinoamericanas y del kirchnerismo-, no lograron frenar el expansionismo de Milei. Y por eso mismo el mundo tiene un nombre argentino para el fascismo del siglo XXI: la “libertad”.

Fuente: REDH

Foto: National Geographic / Archivo

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