Trump y Cuba
Por José Ernesto Nováez Guerrero / Colaboración Especial
Resumen Latinoamericano
Donald Trump ha obtenido una cómoda victoria frente a su principal contendiente, la vicepresidenta demócrata Kamala Harris. La ola roja ha abarcado también el senado y el congreso, augurando un período con un alto grado de libertad de gestión para el ahora 47mo presidente de los Estados Unidos. Su victoria levanta alarmas en numerosas latitudes, particularmente en Cuba, país que aún debe lidiar con las consecuencias de las medidas tomadas durante su anterior presidencia y que la administración Biden, con muy pocos cambios, ha dejado intactas.
El legado de Trump
En su anterior mandato, Donald Trump demostró una saña especial en contra de Cuba y su proyecto político. Con la misma retórica de todas las administraciones norteamericanas, tomó más de 240 medidas persecutorias que golpearon y golpean fuertemente la vida de las y los habitantes de la isla.
En lo fundamental, estas medidas apuntaron al recrudecimiento del Bloqueo, con el objetivo de asfixiar económicamente al país, trastocar el orden interno y generar una situación de ingobernabilidad que pudiera ser aprovechada por los EEUU y sus operadores internos. Para esto se restringieron aún más los viajes entre ambos países, golpeando fuertemente los vínculos entre los cubanos emigrados y sus familias en la isla, se creó una Lista de Alojamientos Prohibidos en Cuba que incluyó más de 400 hoteles y casas de renta, se persiguieron las remesas a Cuba, llegando incluso a retirar la licencia con la cual la Western Union operaba en el país desde la década del noventa. Adicionalmente se comenzaron a perseguir los envíos de petróleo a Cuba, sancionando a navieras y aseguradoras.
Dos de las medidas más significativas de esta primera etapa de Trump, por sus implicaciones, son la activación del Título III de la Ley Helms-Burton, algo que durante 23 años había estado suspendido por diversas administraciones norteamericanas y la inclusión de Cuba en la Lista de Países Patrocinadores del Terrorismo. La primera medida permite demandas en tribunales norteamericanos a empresas e individuos de terceros países que comercien o hagan negocios con Cuba. La inclusión en la Lista, sirve de excusa para una persecución aún más feroz de todas las entidades, individuos, etc, que presten servicios financieros, comerciales o de otra naturaleza a la isla. Ambas medidas actúan como elementos que desestimulan la inversión extranjera y aprietan el cerco económico y político sobre el país.
Una nueva administración
Todos estos antecedentes, permiten tener una idea de cuál será la política que seguirá el magnate republicano hacia Cuba en esta nueva gestión. Sus declaraciones durante la campaña pueden dar algunas pistas. En julio, refiriéndose directamente al tema Cuba, Trump afirmó que su nueva administración mantendría “los lineamientos” planteados en su período anterior respecto a sus relaciones con el gobierno de Cuba. Añadió que para una normalización de las relaciones, Cuba tiene que cumplir con tres demandas. La primera es “la liberación de todos los presos políticos”, la segunda llamar a “elecciones libres” donde participen diversos partidos políticos y observadores internacionales y la tercera, “dejar de seguir exportando su revolución fallida a otros países, particularmente a naciones latinoamericanas”.
Dejando de lado el hecho de que una nación le imponga a otra condiciones para respetar su soberanía, lo cierto es que estas medidas apuntan a desconocer el orden legal interno del país, forzar un ordenamiento político afín a sus intereses y condicionar las relaciones internacionales del país, acorde con los criterios del imperio norteamericano. Todas estas, condiciones inaceptables para cualquier país que pretenda preservar su soberanía.
Pero sin dudas el elemento más sintomático de los tiempos por venir es la designación del senador republicano Marcos Rubio al frente de la Secretaría de Estados norteamericana. Rubio, hijo de inmigrantes cubanos, nació en Estados Unidos y ha hecho carrera política asociado al lobby anticubano y a la industria armamentística del país. Es un firme defensor de las sanciones contra países que no gustan en Washington y en numerosas declaraciones públicas ha favorecido mano dura contra China, Irán, Venezuela, Nicaragua o Cuba. Es también un firme defensor de Israel.
En su anterior mandato, Donald Trump se refirió a su política hacia Cuba como “mantener a Rubio feliz”. La posible presencia de este veterano halcón en lo más alto del gabinete norteamericano, implica numerosos retos y peligros, tanto para Cuba, como para la nueva articulación multipolar que está emergiendo. El futuro se perfila complejo, mientras los electores norteamericanos, en una curiosa vuelta de tuerca, han votado por el pasado para resolver los problemas del futuro.
Foto: DW