Internacionales

Guerra fría que han puesto caliente

La injerencia de Occidente en el conflicto Rusia-Ucrania ha llegado a su punto más peligroso «gracias» a EE.UU. y los países de la OTAN que le siguen

Por Marina Menéndez Quintero* / Colaboración Especial para Resumen Latinoamericano.

El visible empecinamiento de Joe Biden por recalentar el conflicto ruso-ucraniano antes de acabar su mandato en poco más de un mes, ha puesto a Moscú en la difícil coyuntura de proteger su suelo al tiempo de evitar mientras le sea posible, como ha sido y es su vocación pacifista, que la conflagración se expanda, incluso, hacia quienes se han involucrado en el conflicto por voluntad propia, en la pretensión de destruir la fuerza de la nación eslava.

Advertencias reiteradas mediante la confirmación de su doctrina nuclear, actualizada según los tiempos que corren para Rusia, y algunos jabs para «mostrar músculo», como puede considerarse el reciente lanzamiento de su misil de alcance medio Oréshnik, han sido los pasos dados por el Kremlim y su Ministerio de Defensa para desalentar irresponsables provocaciones que podrían inducir el estallido de una tercera guerra mundial para algunos ya está en marcha con posibilidades de que sea nuclear.

De momento, los disparos de uno y otro lado se han realizado hacia instalaciones militares, pero resulta grave que Estados Unidos seguido por Gran Bretaña y Francia se involucraran directamente en la confrontación Rusia-Ucrania al autorizar a Kiev el uso de las armas de alcance largo y medio que le habían entregado antes; ahora con «permiso» para que sean disparadas hacia el interior del territorio ruso, es decir, fuera del escenario bélico.

El involucramiento no es solo moral porque ellos fabricaron las armas, las entregaron y autorizaron su empleo. Se requirió la cooperación directa de sus expertos para que fueran lanzados, lo que significa participación in situ.

Mudos, y presuntamente sordos, en Washington siguen sin comentar claramente lo que asomó como un «trascendido» de informaciones dadas por funcionarios no identificados al periódico The New York Times.

La noticia no confirmada resultó un balón de ensayo que 48 horas después era un hecho: el permiso a Ucrania para que usara los misiles estadounidenses ATACMS, seis de los cuales fueron disparados finalmente el martes hacia la provincia rusa de Bryansk.

Ello ocurrió cuando era una verdad sabida desde septiembre que la nación agredida consideraría un ataque de tal naturaleza como una acción directa de los países suministradores de ese armamento a Ucrania.

Constatados aquellos disparos de los cuales cinco fueron destruidos por la defensa rusa y el otro proyectil dañado, Moscú respondió certificando la actualización de su doctrina nuclear, anunciada por el presidente Vladimir Putin en octubre y a partir de la cual, entre otros postulados, Rusia considera un ataque nuclear, el realizado por un país sin esas armas que esté respaldado por otro que las posea.

Fue el segundo conteo de advertencia por parte de Moscú; pero Kiev replicó con la confirmación de que también Gran Bretaña y Francia como igualmente se había «filtrado» le habían autorizado a disparar contra lo profundo de Rusia los cohetes Storm Shadow/Scalp denominación conjunta en inglés y francés: misiles de alcance medio fabricados y suministrados por esos países, que fueron lanzados hacia la región rusa de Kursk.

Rusia contrarreplicó entonces con el estreno del misil hipersónico no nuclear Oréshnik, de factura nacional, con una velocidad de casi tres kilómetros por segundo e imposible de interceptar por el enemigo, lanzado contra una de las instalaciones del complejo industrial de defensa ucraniano, en la región de Dnepropetrovsk.

Al hacerlo, Putin aseveró que esa arma «garantiza la soberanía y la integridad territorial de Rusia».

Resulta difícil entender que un paso tan grave como el involucramiento directo de Washington en los acontecimientos y las provocaciones a Rusia, obedezcan solo al «apoyo rotundo a la soberanía y la integridad territorial de Ucrania» declarado por Biden. Es lo único que ha dicho al respecto y lo hizo en el contexto de la Cumbre del G20 en Brasil.

El recalentamiento del conflicto provocado por la decisión de la Casa Blanca pareciera querer evitar a toda costa la posibilidad de una salida negociada, que se estima más probable cuando asuma Donald Trump siempre dando credibilidad a la promesa de campaña del republicano de que «acabaré con todas las guerras».

En cualquier caso, lo que tiene lugar en aquella región rebasa las razones expuestas por Moscú cuando inició la denominada operación militar especial en febrero de 2022 para frenar el avance de la OTAN hacia sus fronteras, desnazificar a Ucrania y devolver la tranquilidad a los ciudadanos de origen ruso que viven en la región del Donbass, cuyas repúblicas Donetsk y Luganskse declararon autónomas, firmaron convenios con Moscú y, en virtud de ellos, le pidieron asistencia.

El propósito de Occidente de fortalecer y sostener a Kiev para golpear a Rusia ha confirmado el deseo expansionista de la OTAN como causa del conflicto. Se trata de un vestigio de la guerra fría que otorga repercusión mundial al desenlace. Si la conflagración se extiende, todos sufriremos las consecuencias.

De otro lado, debilitar a Rusia, que constituye junto a China el tándem líder de las reconfiguraciones geoestratégicas en forja, ralentizaría el camino que se transita hacia la multipolaridad, de lo que se benefician los países del Sur global. De lograrlo, Occidente mantendría la supremacía.

Se está dirimiendo el futuro de la humanidad en primer término. Pero, también, el orden mundial.

ESPACIO PARA NEGOCIAR

La salida política ha sido una posición mantenida y reiterada en este momento por Moscú, que fue excluida de la llamada Cumbre de Paz celebrada en junio en Suiza, por imposición del presidente ucraniano Volodomir Zelenski, lo que convirtió ese proceso en algo más parecido a una puesta teatral, sin posibilidades reales de avanzar.

Antes, las presiones de Occidente básicamente de Londres y Washington, según ha trascendido condujeron al fracaso de las conversaciones instaladas casi al inicio de la operación de Rusia.

Pese a los misiles lanzados por Ucrania con la ayuda de sus sostenes, y la escalada que ello ha significado en el enfrentamiento, verdaderas negociaciones, contradictoriamente, pudieran estar más cerca ahora.

Las posiciones de Zelenski muestran matices desde que a Kiev le fue imposible infligir golpes severos a Moscú como se observa desde la anunciada y no constatada segunda contraofensiva ucraniana, y vista luego la imposibilidad de ese país de resistir los embates rusos.

Ucrania no puede proseguir el enfrentamiento sin la cuantiosa ayuda estadounidense y europea, y algunos Estados en el Viejo Continente se resienten desde fines del año pasado con las erogaciones, así como Biden debió enfrentar resistencias dentro del Congreso.

Desde hace meses, el mandatario ucraniano habla de la posibilidad de que Rusia se siente a una eventual mesa de conversaciones. Y en los días recientes, la aseveración de que renunciará a reconquistar Crimea militarmente, representó otro cambio ostensible. Son indicios.

También crecen las críticas a las decisiones belicistas de Washington y la amenaza mundial que representan.

El primero en reaccionar fue Josep Borrell, alto representante de la Unión Europea para Asuntos Exteriores y de Seguridad, quien declaró de inmediato que el bloque no había autorizado el uso de las armas de largo alcance hacia lo profundo de Rusia.

Casi al propio tiempo, el canciller alemán, Olaf Scholz, restablecía luego de dos años el diálogo con Rusia, mediante una llamada telefónica a Putin.

El fin de semana se conoció la presencia en Washington del nuevo titular de la OTAN, Mark Rutte, quien se reunió con Trump y algunos de los propuestos para formar su equipo de seguridad. «Discutieron todos los problemas de seguridad global que enfrenta la alianza», comunicó la vocera de la OTAN.

Países europeos como Hungría, que desde el inicio del conflicto han sido reacios a armar a Ucrania y están en contra de las sanciones a Rusia, han expuesto sus preocupaciones, al tiempo que el primer ministro eslovaco, Robert Fico, califica de irresponsable la postura estadounidense respecto a las armas de largo alcance, y se pronuncia por la paz.

Otro tanto dijo el presidente turco Recep Tayipp Erdogan: «Esta decisión no nos parece apropiada, ni la respaldamos».

La solución negociada está también en el sentir del pueblo ucraniano, asegura un sondeo según el cual, el 52 por ciento de los encuestados desea conversaciones con Rusia para poner fin al conflicto lo antes posible.
Muchos en el mundo sostenemos el mismo clamor de paz.

(*) Periodista cubana / Foto de portada: ADN.

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