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Se está contra el fascismo o se cae decididamente en la complicidad

Entrevista con el militante y periodista Carlos Aznárez

Por Fernando Luis Rojas.

Carlos, por tu hoja de vida, más que presentarte como periodista diríamos que haces, en los tiempos que corren, «contraperiodismo». ¿Cómo se presentaría Carlos Aznárez a quienes leen La Tizza?

Puede decirse que toda mi vida caminé, en el tema de la comunicación, poniendo esfuerzo en la alternatividad y la contrainformación. Mi primera experiencia en ese sentido fue a los 15 años dirigiendo un proyecto periodístico ligado a las luchas sindicales combativas en Argentina, y a partir de ahí vinieron muchos otros trabajos, ligados a experiencias de comunicación popular que van desde usar las paredes como pizarra informativa, hasta participar en proyectos importantes de confrontación cultural.

En los años sesenta y setenta fui parte de un excelente semanario del peronismo revolucionario llamado Compañero, y luego de la revista Cristianismo y Revolución, que dio cabida a todo lo construido desde la Teología de la Liberación latinoamericana y el debate que se daba en ese momento entre las organizaciones revolucionarias del continente. Luego colaboré con el diario de la Confederación General de Trabajadores de los argentinos, dirigido por ese grande del periodismo, la literatura y la militancia que fue Rodolfo Walsh. Estuve también en el diario Noticias, ligado a la organización Montoneros, y ya en el exilio lanzamos con otros compañeros el proyecto comunicacional multimedio que es Resumen Latinoamericano.

En todo ese recorrido, obviamente, también pisé las arenas movedizas del periodismo comercial, en medios progresistas o seudoprogresistas, pero siempre sentí que la mejor tarea que puede hacer un comunicador es construir colectivamente espacios informativos que estén a pie de calle, de barricada, de movilización, de protesta, de huelga, de insurgencia. Es decir, combinar periodismo con militancia y viceversa.

Te has movido, sobre todo, entre Euskal Herria y Argentina. ¿Cuánto ha influido tu vocación internacionalista en esos movimientos? ¿Qué espacios de activismo solidario se nos estarían quedando fuera?

Es cierto, si bien gran parte de mi militancia — y por ende la participación en proyectos periodísticos contrainformativos— los he desarrollado en Argentina, también he incursionado en tareas similares en Euskal Herria, nación sin Estado en la que he vivido y militado por varios años, y donde tuve la suerte de ser parte de dos publicaciones lideradas por un insustituible en lo que significa dar batalla contra el discurso único, llamado Pepe Rei. Con él y un importante grupo de compañeras y compañeros pusimos sobre la superficie las revistas Ardi Beltza (Oveja Negra) y Kale Gorria (Calle roja). Ambos proyectos, que se hicieron masivos y fueron referencia en la pelea informativa de la izquierda independentista vasca, fueron perseguidos implacablemente por la Audiencia Nacional franquista y sobre todo por el juez Baltasar Garzón. Este último, que juega de progre en algunos ámbitos latinoamericanos, fue en Euskal Herria y el Estado español el nuevo Torquemada, que no solo cerró medios informativos junto a la policía, sino que envió varias veces a la cárcel a quienes los editaban, como es el caso de Pepe Rei, hoy ya fallecido, pero siempre recordado como un gran revolucionario, creativo y audaz en el campo de la comunicación popular.

El internacionalismo en nuestra militancia siempre ha sido un factor insoslayable. Partiendo de que «la lucha es una sola», la que emprenden los pueblos contra el capitalismo y el imperialismo, no cabe encerrarse en lo que ocurre en un país. Hay que sumar experiencias de otras latitudes para fortalecernos.

Aun con todo lo doloroso que tiene, por el desarraigo que implica, valoro mucho la experiencia del exilio, ya que nos dio la oportunidad de conocer la problemática de otros compañeros y compañeras que estaban peleando en distintos territorios, pero con principios y objetivos similares a los nuestros.

Así se abrió aún más nuestra mirada, intercambiando ideas, sumando perspectivas de lucha por la tierra, contra los extractivismos, empezando a tocar problemáticas que, por lo cerrado de nuestras militancias, no eran reconocidas como importantes, aunque hoy son fundamentales en todos los ámbitos, como son las luchas contra el patriarcado y el racismo. Reafirmamos también nuestros conocimientos sobre la tragedia colonialista en África, o la situación ya no solo de nuestros propios presos políticos, sino la de quienes sufrían cárcel en Colombia, en México, en Euskal Herria e Irlanda, o en el propio corazón «del monstruo», en los Estados Unidos, donde patriotas como Mumia Abu Jamal o Leonard Peltier — recientemente liberado después de cuarenta años en prisión— daban pelea y no bajaban la cabeza ante sus carceleros.

No olvidamos nunca, a la hora de hablar del internacionalismo, que somos hijos e hijas de la Revolución cubana y de las luchas en Palestina ocupada, gestas que junto a la Revolución bolivariana tejieron con sus victorias y resistencias las redes de solidaridades que actualmente seguimos fomentando.

¿Cuál es la apuesta informativa del medio que diriges, Resumen Latinoamericano? ¿Estaríamos hablando de una plataforma transnacional?

Nuestra apuesta inicial, allá por 1979, cuando comenzamos con el proyecto informativo en el exilio fue, primero, dar cuenta de todo lo que estaba ocurriendo a nivel represivo en el continente nuestroamericano, en donde las dictaduras militares parecían haber llegado para quedarse por largo tiempo, pero también reflejábamos las acciones de las diversas resistencias, tanto armadas como de desobediencia civil, que iban construyendo nuestros pueblos. En ese momento, Resumen… era «de la actualidad argentina y latinoamericana» y se trataba de una revista quincenal, que entre otras virtudes tenía la de interconectar a los diversos exilios que habitaban en Latinoamérica y Europa. Como colaboradores fijos de la publicación se destacaban Eduardo Galeano, Mario Benedetti, Julio Cortázar, Augusto Roa Bastos, Vicente Zito Lema, el cineasta Rodolfo Khun, el actor Luis Politti, los dramaturgos Norman Briski y Alberto Adellach, luchadores por los derechos humanos como Eduardo Luis Duhalde, Gustavo Roca, Mario Paoletti y muchos otros. En 1983, llegando al número 100, dimos por terminada la primera etapa de la revista, y en mi caso personal y el de otros compañeros, regresamos al país.

Diez años después, en 1993, nos dimos cuenta que era necesario volver a editar, esta vez un periódico, que se llama Resumen Latinoamericano y del Tercer Mundo. El momento elegido no fue casual, ya que en una parte del mundo intelectual comenzaba a pesar la falsa propuesta del politólogo gringo Francis Fukuyama sobre el «fin de la historia», extraída de su libro El fin de la historia y el último hombre, editado en 1992. En ese texto el autor insistía en que la política y la economía de libre mercado se habían impuesto sobre las utopías revolucionarias. En el mismo escenario se trataba de enterrar la memoria rebelde de nuestros pueblos, generando un clima que apuntaba a las nuevas generaciones. Trataban de decirnos que «no valía la pena luchar», porque en los años setenta ese intento fue aplastado sin misericordia.

Desde Resumen Latinoamericano sentimos la necesidad de hacerle frente a esa ofensiva y nada mejor que hacerlo desde el plano comunicacional, ya que estábamos convencidos — a partir de información concreta de varias experiencias insurgentes— de que Fukuyama y sus patrones ideológicos iban a perder la batalla en Latinoamérica. No olvidemos que en ese mismo año 1992, Hugo Chávez se levanta en armas en Venezuela y surge el profético «por ahora», que influiría decididamente en la gestación de lo que es hasta hoy la Revolución bolivariana.

Un año después, desde que volvimos a editar el periódico, tanto en Europa como en Latinoamérica, los zapatistas del EZLN insurgen en Chiapas, pateando el tablero del Acuerdo de Libre Comercio del área norte (el NAFTA) y contribuyen a la reemergencia del mundo indígena, con todos sus reclamos y su épica emancipatoria.

Desde ese año 1993 en que volvimos al ruedo hasta el presente, Resumen Latinoamericano creció y se convirtió en un multimedio alternativo que consta de: un periódico impreso, dos programas radiales, uno sobre Nuestramérica y el mundo, y otro específico de Medio Oriente, un programa televisivo, un diario digital — que llega cada 24 horas por mail y por WhatsApp— y todo el trabajo en redes. Además, nos extendimos con nuestras iniciativas de contrainformación en varios países, como Cuba, Perú, Venezuela, Uruguay, Chile, los Estados Unidos y Europa. En Cuba tenemos una plataforma digital llamada Cuba en Resumen a cargo de nuestra compañera Graciela Ramírez, y en los Estados Unidos se edita diariamente nuestro boletín en inglés, coordinado por el excelente fotógrafo Bill Hacwell.

Podemos decir que del objetivo inicial a lo que somos ahora hemos avanzado, pero sin perder la idea de insertarnos en las luchas allí donde se produzcan.

No creemos en los discursos académicos que luego no se conectan con la realidad de nuestros pueblos, ni en aquellos intelectuales que pretenden dictar cátedra desde la comodidad.

Reivindicamos las Revoluciones que aún quedan en pie en el continente nuestroamericano, como las de Cuba, Venezuela y Nicaragua; y también al Eje de la Resistencia que pelea contra el sionismo para liberar Palestina. Nuestra radicalidad es la misma o mayor que cuando empezamos en 1979. Como se dice en mi segunda Patria (Euskal Herria): «Egin egingo dugu» (seguimos y seguiremos) por esa senda.

¿Cómo vivió Carlos Aznárez los años de la dictadura argentina? ¿Cómo se vinculó y qué hizo dentro de las organizaciones revolucionarias?

Como muchos argentinos y argentinas sufrimos las consecuencias del avasallamiento total de nuestros derechos y la consiguiente represión, una de las peores de la historia, que generó un genocidio donde 30 mil compañeros y compañeras se convirtieron en detenidos-desaparecidos y la mayoría fueron asesinados.

Después de la euforia que despertó en las masas el triunfo de Héctor Cámpora en 1973, vino el terrible bajón de confirmar que el líder del peronismo, donde muchos de nosotros militábamos, no estaba a la altura de las circunstancias y de las demandas de las organizaciones revolucionarias. Su tan esperado regreso, el 20 de junio de 1973, después de 18 años de exilio, se convirtió en un baño de sangre, debido al accionar de la extrema derecha peronista, amparada por el propio Perón.

Luego, el proceso fue capturado por elementos fascistas que declararon la guerra a los movimientos juveniles del peronismo y la izquierda revolucionaria. Yo militaba en ese entonces en Montoneros y todos los días teníamos la amarga noticia de compañeros asesinados por la Triple A que dirigía el secretario privado de Perón, José López Rega, con la total anuencia del general. Meses después de su regreso al país se produjo la ruptura definitiva con el líder, en un acto de masas en Plaza de Mayo, donde las organizaciones ligadas a Montoneros denunciaron que el gobierno estaba lleno de gorilas y que era imperioso hacer un cambio urgente. Perón contestó con insultos y dio luz verde a las patotas sindicales y políticas fascistoides para que siguieran asesinando a más y más compañeros.

Después de la muerte de Perón, en julio de ese año, el gobierno, a cargo de su viuda, Isabel, se volcó aún más a la derecha; pero el pueblo peronista y la izquierda siguieron peleando y protagonizaron lo que se llamó el Rodrigazo en 1975, en respuesta a las medidas económicas hambreadoras del ministro de Economía, Celestino Rodrigo. Este renunció y el otrora secretario de Perón, el asesino López Rega, huyó del país. El gobierno quedó prácticamente al garete. Los militares, por su parte, se hicieron cargo de la represión a la guerrilla rural que operaba en Tucumán y a cualquier protesta, con lo cual fueron preparando el clima que desembocó en el golpe cívico-militar-empresarial-religioso del 24 de marzo de 1976.

En mayo de ese año, en plena dictadura, comencé junto a otros compañeros y compañeras a formar parte de ANCLA (Agencia de Noticias Clandestinas), dirigida por Rodolfo Walsh y desde allí se pudo denunciar nacional e internacionalmente a los militares golpistas y sus fechorías, en un momento en que la censura era total y cualquier quiebre era reprimido con prisión, desaparición o asesinato.

Un año después, tras ser asesinado Walsh y ser detenidos otros compañeros de la Agencia, algunos de los integrantes de ANCLA partimos al exilio con el dolor de dejar un país totalmente militarizado y convertido en un cementerio de miles de luchadores y luchadoras. Sin embargo, durante toda la dictadura, hubo resistencia, así como respuestas y denuncias, tanto a lo interno como en el exterior, con lo cual se logró poner en evidencia al terrorismo de Estado por los crímenes de lesa humanidad cometidos contra nuestro pueblo.

Para un gran número de revolucionarios argentinos, el fin de la dictadura no trajo la sociedad pensada, imaginada durante la lucha. ¿Qué piensas al respecto?

Sin duda fue así.

Con la llegada de la «democracia» burguesa y su recorrido en los últimos cuarenta años, son más las faltas que los logros. Pongo ese concepto entre comillas porque sigue siendo la herramienta de los enemigos de todas las causas populares para controlarnos y alejarnos de luchas de mayor calado, que sirvan para darle vuelta a todo y avanzar hacia experiencias de democracia directa, popular y participativa, y hacia el socialismo.

El período abierto en 1983 con el triunfo de Raúl Alfonsín creó ciertas expectativas que se disiparon rápidamente cuando el gobierno no rompió con los lazos de dependencia económica y política con el imperio. Puede decirse que todos los presidentes que le sucedieron practicaron esa misma línea. Por supuesto que hubo experiencias de máxima entrega de nuestra soberanía, saqueo y despojo a las clases más necesitadas, como fueron los gobiernos de Menem, De la Rúa y Macri; pero hay que decir también que los gobiernos progresistas que tuvimos, si bien multiplicaron prácticas asistencialistas y en algunos casos políticas de defensa de los derechos humanos, no sacaron los pies del plato en cuanto a enfrentar los intereses de las oligarquías y las corporaciones. Además de que también durante sus gestiones hubo desaparecidos y aplicación policial del «gatillo fácil», con la consecuencia de cientos de asesinados y políticas carcelarias inhumanas.

No podemos dejar de pedirte un comentario a propósito de la llegada al gobierno de Javier Milei. Lo hizo por la vía electoral. ¿Qué expresa ello sobre la sociedad, las izquierdas y el proyecto de país en Argentina?

Lamentablemente Milei llegó al gobierno con el apoyo de un alto porcentaje de personas, que vieron en él la posibilidad de patear el tablero por derecha y castigar así a una clase política decadente. Pero hay explicaciones para ese arribo, que en realidad no fue sorpresivo. Primero, hay que decir que lo de Milei no es una improvisación, sino que forma parte de un plan que venía desarrollándose a veces en las sombras y otras, abiertamente. Un plan de las corporaciones que, como parte indispensable del imperio, vieron la posibilidad de «quedarse» con un país clave, tanto por su ubicación geopolítica como por las riquezas que posee. Precisamente todo lo que Estados Unidos e Israel necesitan para seguir creciendo a costa del saqueo en grandes dimensiones.

De esta manera, en un par de años se ayudó a construir un personaje en apariencia disruptivo, que simulaba enfrentar a la «casta política», que además contó con un importante acompañamiento mediático y que edificó a su alrededor un andamiaje que militó día y noche en las redes — y lo sigue haciendo— para imponer su patética figura.

A Milei muchos lo caracterizan de payaso, bocazas o mala bestia que dice una barbaridad tras otra, que siempre provoca, que insulta a diestra y siniestra. Puede ser todo eso, pero a la vez cumple disciplinadamente con el discurso inicial para el que fue convocado por sus protectores.

Encandila a los empresarios más corruptos, les habilita la puerta para que puedan adherirse a las políticas de despojo que se formulan desde el Ministerio de Economía, entrega la soberanía al mejor postor y, por supuesto, monta un aparato represivo con la amplia colaboración estadounidense e israelí. Para esas tareas, nadie mejor que la ministra de Seguridad, Patricia Bullrich, quien carga en su mochila, igual que el presidente, una total adhesión al sionismo y sus prácticas genocidas.

En segundo término, la llegada de Milei contó con la ayuda de lo que significó el fracaso total del gobierno progresista de Alberto y Cristina Fernández. Fue culpa de ese progresismo tibio, socialdemócrata a la baja, incapaz de enfrentar a los grandes poderes financieros, mintiendo una y otra vez sobre lo que estaban dispuestos a hacer y no hacían, que muchos argentinos y argentinas decidieron no votarlos. Partían del hecho de que ese gobierno ya había instalado — a los sectores más golpeados por la crisis económica— en la miseria y la indigencia.

Hay que decirlo con claridad, el hambre en los barrios pobres y también en sectores empobrecidos de la clase media se agudizó con ese gobierno incapaz y retardatario, que prefería ofrecer espectáculos públicos y mediáticos de sus desavenencias antes que atender las demandas del pueblo.

Gran culpa de ello lo tiene quien fungía hasta ese momento como lideresa popular, me refiero a Cristina Fernández de Kirchner, la publicista del «capitalismo bueno», quien no tuvo mejor idea que elegir como candidato a presidente, para esa elección donde ya se veía venir el avance de la extrema derecha, al súper ministro Sergio Massa, el hombre que impuso el acuerdo nefasto con el FMI. A partir de entonces, se generó una gran oportunidad para que el país se hundiera estrepitosamente entre el pago de los millonarios intereses de la deuda externa y la cada vez más importante deuda interna.

Ante ese desafortunado panorama, un Milei apañado por los medios se dedicó a rugir contra la «casta» en nombre de otra casta representada por sus acompañantes, todos ellos endeudadores seriales, como quien ahora es su ministro de Economía, Luis Caputo. Incorporó así a la campaña a sectores juveniles hijos de ejecutivos locales de las multinacionales, o de los nuevos ricos que hicieron todo el dinero que querían en los últimos años con la especulación financiera. A eso se sumaron también grupos de jóvenes caídos del sistema, rayanos en el lumpenaje barrial, que viven en la extrema indigencia.

Finalmente, desempeñó un papel importante el trabajo de los troles de las redes, y el resultado fue conquistar la cabeza, bastante destruida por tantos fracasos previos, del 54 % de las y los argentinos. A partir de allí, quienes ascendieron al gobierno pusieron primera, se saltaron todos los semáforos y, en poco más de un año, demolieron todas las conquistas históricas y retrotrajeron al país a la época colonial, por así decirlo.

Colonia con dos cabeceras similares: Washington y Tel Aviv, porque si faltaba algo, tenemos el primer presidente sionista del continente, con todo lo que ello implica.

Un apartado especial merece lo que pasa con las izquierdas. La izquierda argentina es muy singular, por un lado, puede considerarse que una parte de ella abreva en algunos sectores de la base del peronismo, aunque ya muy distante de lo que eran los sectores revolucionarios de los años setenta, que aspiraban y luchaban por todos los medios por una Patria socialista. Hoy de eso queda muy pero muy poco, aunque hay núcleos de compañeros y compañeras que siguen militando con esas ideas y tratan de concientizar a sus pares en esa vía.

Luego está la otra izquierda, ligada al Frente de Izquierda de los Trabadores-Unidad (FITU), coalición mayoritariamente troskista que apuesta en lo fundamental por la vía del parlamentarismo burgués. En cada elección obtienen un porcentaje discreto de votos, pero son muy activos en las movilizaciones reivindicativas. Por desgracia no es una alternativa abierta al resto de la izquierda que no se siente representada por ninguna otra expresión política. El sectarismo tradicional del troskismo argentino, que se opone a los procesos revolucionarios de Cuba y Venezuela, cierra puertas a quienes buscan iniciativas unitarias para enfrentar a Milei y su banda delincuencial.

Y, por último, está una gran masa de gente de izquierda o «nacional y popular» desencantada por el mal accionar y la traición a las banderas revolucionarias de muchos que se subieron al tren de la democracia burguesa, ocuparon cargos, llenaron sus bolsillos de mucho dinero, se autodefinieron como posibilistas y denostaron a sus excompañeros que siguen luchando como pueden.

Con ese panorama parece difícil que no se vuelva a repetir lo que ya fracasó, engordar experiencias «progresistas» débiles, con la excusa de que cualquier cosa es mejor que esta pesadilla que vivimos. Es cierto, pero el problema radica en que si no salimos del círculo vicioso de gobiernos de derecha-gobiernos progresistas, si no apostamos a construir a mediano o largo plazo una alternativa revolucionaria, nos vamos a seguir frustrando como pueblo.

Y lo peor es que, como parece ser el caso ahora, ni siquiera está asegurado que la variante progre derrote electoralmente a los seguidores de Milei. Si eso no ocurre en las elecciones legislativas del próximo octubre, Milei va a sentirse envalentonado para seguir con el proceso de devastación ya iniciado.

Resumen Latinoamericano está muy comprometido con la causa palestina. ¿Qué puedes decirnos al respecto?

Desde el primer número de nuestro periódico impreso estuvimos junto al pueblo palestino y a su resistencia. No puede ser de otra manera ya que Palestina, antes del 7 de octubre de 2023 y después de ese día, representa un pilar ético y revolucionario que ilumina este deprimente tiempo actual. Desde la Naqba de 1948 en adelante, las y los palestinos han luchado solos contra el despotismo y el odio racista que representa el sionismo. Digo solos porque más allá de la simpatía que provoca su causa en las masas árabes, o el apoyo inalterable que siempre les brindó la Revolución cubana, y ahora las de Venezuela y Nicaragua, chocaron con el desprecio de los mandamases, reyes, jeques y otros por el estilo de los países del Medio Oriente, que pactaron una y otra vez con Israel. Para peor, la mal llamada Autoridad Palestina, representada por ese traidor que es Mahmoud Abbas, también hipotecó la causa y los principios, y se convirtió en un colaboracionista de la entidad sionista. Recientemente fueron parte de los ataques armados a los resistentes de Jenín y llegaron hasta el asesinato de un par de militantes.

Por eso y por todas las masacres, torturas y prisiones que sufrieron antes, es que sobrevino ese levantamiento popular del 7/10, donde el hartazgo se transformó en resistencia armada que pasó pronto a la ofensiva. Enseguida comenzó también lo que definimos como genocidio u Holocausto palestino, pero con todo el poderío bélico desplegado por «Israel» y sus aliados yanquis y europeos, no pudieron — ni podrán— vencer a la Resistencia.

Ahora míster Trump asegura que convertirá Gaza en la Riviera de Oriente y expulsará a todos sus habitantes. Que tenga cuidado, no le vaya a ocurrir como a sus antepasados cuando invadieron Vietnam, y luego no soportaron recibir día tras días las bolsas negras o los ataúdes con los restos de los marines asesinos que colapsaron frente a la bravura del pueblo vietnamita.

Nosotros nos hemos fijado como prioridad dar las informaciones que el sionismo mediático censura y lo hacemos convencidos de que esa tarea es útil, sobre todo cuando nos sumamos a redes similares que denuncian la barbarie israelí, que ayudan al Boicot y que ponen blanco sobre negro en lo que respecta a qué es el sionismo, cuando actúa no solo contra los palestinos sino también contra aquellos judíos que lo critican.

Por último, se le puede ver muy activo en las discusiones sobre el ascenso de la ultraderecha contemporánea. ¿Qué retos está planteando ese fenómeno para la América Latina?

La ultraderecha o, mejor dicho, esas experiencias de fascismo resucitado son muy peligrosas para la Humanidad. Y desde ya, en lo que corresponde a Nuestramérica, cuentan con gobiernos y sectores de varios países que se enrolan en la perversidad y destrucción que esas ideologías representan.

Milei no es una excepción en el continente, hay otros mandatarios con ideas y comportamientos similares, por ejemplo, el de Paraguay, notorio infanticida que hizo asesinar a dos niñas, hijas de militantes revolucionarios de ese país, e hizo desaparecer a la niña Lichita, hija de Carmen Villalba, prisionera política durante muchos años. Y no faltan otros, como Gabriel Boric, que vendió su alma al diablo y, para colmo, genera más represión que Sebastián Piñera contra el pueblo mapuche. Gobiernos tibios o de derecha se entremezclan para convertir al continente en un escenario donde Trump está dispuesto a jugar fuerte en lo que toca a maniobras de injerencia, sanciones y hasta intervencionismo militar si hiciera falta. Él mismo lo está anunciando entre las decenas de medidas impopulares que proyecta a diario.

Claro que están Venezuela, Cuba y Nicaragua, quizás México, si Claudia Sheibaum se anima, Bolivia sumergida en peleas internas que huelen a suicidio de la izquierda, y un Gustavo Petro que sube y baja permanentemente. Pero también están las experiencias de rebeldía y construcción alternativa como la que representa el Movimiento de los trabajadores sin tierra de Brasil, las comunas bolivarianas, los movimientos sociales argentinos y cientos de nuevas insurgencias en todo el continente. Unas peleando ya con todo y otras en estado de latencia.

En ese marco, todo indica que como dijera muy bien el presidente Nicolás Maduro y reafirmara Miguel Díaz-Canel, se impone construir un gran frente antifascista. Por ahí camina la Internacional recientemente lanzada en Caracas, y otras experiencias que se vienen dando por estos días. Es una cuestión de lógica autodefensa frente a la agresión brutal que sufren nuestros pueblos. En ese aspecto no valen los sectarismos ni los términos medios. O se está contra el fascismo o se cae decididamente en la complicidad. Palestina nos sirve como referencia:

si se quiere conquistar la independencia, romper con el colonialismo y pensar en un mundo diferente, hay que unirse y pelear con todo. Ya se sabe que es doloroso y que muchos caen en el intento. Pero ningún proceso de liberación nacional y social se logró fácilmente.

Esta vez no será la excepción. No podemos quedarnos de brazos cruzados cuando el imperialismo, el capitalismo y el racismo campean a sus anchas. Como dijo Hugo Chávez, el comandante que aportó en esa línea hasta que le arrebataron la vida: ¡se trata de vencer o vencer!.

Tomado de La Tizza.

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