Internacionales

El auge de la ultraderecha vuelve a poner en peligro los avances del feminismo

En 1934, con la Segunda Guerra Mundial perfilándose ya en algunos despachos, miles de mujeres entendieron que no podían esperar a que otros defendieran sus derechos, ni los de sus hijos, ni los de sus pueblos. Nació, así, el Comité Mundial de Mujeres contra la Guerra y el Fascismo, una red internacional decidida a plantar cara a lo que entonces comprendieron que significaba una amenaza para la vida en común. Republicanas, comunistas, socialistas, pacifistas y feministas de distintos países asumieron que la lucha contra la violencia política y la represión era también una defensa contra la desigualdad estructural de género que el fascismo imponía. 

Se sabe que estas alianzas fueron vitales en España: la creación de un comité de mujeres a escala nacional permitió que militantes de diferentes partidos políticos —desde las comunistas lideradas por Dolores Ibárruri hasta feministas republicanas como Clara Campoamor o Isabel Oyarzábal— se unieran también en una plataforma común contra el avance de la reacción y los discursos de odio.

Sus acciones recorrieron París, y se extendieron en forma de huelgas y manifestaciones en ciudades como Zaragoza y Madrid. Se trata de un contexto que la profesora Sandra Blasco, de la Universidad Autónoma de Madrid, ilustra en su estudio El Comité Mundial de Mujeres contra la Guerra y el Fascismo y sus relaciones con España, que cualquiera leería a día de hoy con inquietante familiaridad. Cuando cada vez más elecciones confirman la normalización de las ultraderechas, arropadas por las derechas liberales, su ejemplo se convierte en una advertencia y un recordatorio, especialmente este 8M.

Lo cierto es que negar continuamente la existencia de violencias machistas, así como los derechos de las mujeres, tiene consecuencias letales para todas.

Hace poco más de un año, el Parlamento Europeo aprobó una resolución en la que reconocía que “asistimos a una ofensiva visible y organizada a escala mundial y europea contra la igualdad de género y los derechos de las mujeres”. En la Unión Europea, Bulgaria, República Checa, Hungría, Letonia, Lituania, Eslovaquia y Reino Unido todavía no han ratificado el Convenio de Estambul, el principal instrumento legal para combatir la violencia contra las mujeres. Existe una resistencia a reconocer y abordar la violencia de género de manera estructural.

En Polonia, la influencia de la ultraderecha ha llevado a una casi total prohibición del aborto, incluso en casos de malformaciones fetales graves. En Eslovaquia, grupos ultraconservadores lo han llevado a los tribunales.

Un informe de Oxfam Intermón demuestra cómo los partidos de la extrema derecha europea han votado de manera sistemática contra todo tipo de medidas relacionadas con el avance y garantía de los derechos de las mujeres. Ya se sabe igualmente lo que está ocurriendo también en Argentina y EEUU.

Pero no hace falta irse tan lejos, en diciembre de 2024 España fue escenario de la VI Cumbre Transatlántica organizada por la Red Política de Valores, un evento con una agenda marcada por su ideología antiabortista y reaccionaria. La organización ultra hizo su despliegue nada más y nada menos que en el Senado, gracias al Partido Popular y Vox. De hecho, durante el discurso de apertura, el exministro de Interior de José María Aznar, Jaime Mayor Oreja, llegó a comparar el derecho al aborto con la esclavitud en la sede de la soberanía popular. Los dirigentes del PP, algunos de ellos ahora en Vox, tienen un historial intenso de frases sobre mujeres y feminismo que conviene no perder de vista para entender cómo se ha llegado a este punto.

Una radicalización antifeminista que se manifiesta también en el ámbito digital. El último informe de la consultora LLYC, Sin Filtro, muestra que en los últimos tres años las consultas sobre “igualdad” y “feminismo” en internet han caído un 40% y un 50% respectivamente. En X (antes Twitter) el diálogo no solo se ha estancado sino que ha aumentado la polarización, hasta el punto de que el 50% de los mensajes sobre feminismo en esta red social ya son negativos. En países como Ecuador o México las voces misóginas se han incrementado un 30% en los últimos tres años. Es más, en lugares como Chile y República Dominicana, el bando “contrafeminista” emite más del doble de mensajes que el feminista, lo que evidencia la agresividad y constancia de estos discursos.

Su permeabilidad ha dejado de ser una “simple posibilidad”, para convertirse en una realidad que ya se manifiesta, incluso allí donde no gobiernan fuerzas ultras. Así lo advierte Luciana Peker, periodista y escritora argentina, quien señala que este fenómeno no se limita únicamente a los resultados de los comicios, sino que impregna el pensamiento social, especialmente entre los jóvenes.

“Se ve en la forma en la que están volviendo a tener relaciones sexuales de una manera despectiva con las mujeres y demandante de roles tradicionales”, explica en declaraciones para Público.
La derechización de los hombres jóvenes, especialmente menores de 30 años, es un fenómeno en crecimiento en distintas regiones del mundo. En Europa, el voto masculino juvenil ha impulsado el auge de partidos de extrema derecha en países como Francia, Alemania, Italia y España. Ha pasado recientemente con Alternativa para Alemania (AfD), también con Marine Le Pen, mientras que Vox también ha experimentado un notable respaldo en este segmento demográfico.

En Estados Unidos, una tendencia similar se observa con la llamada “generación MAGA”, jóvenes varones atraídos por el discurso de Donald Trump y por el rechazo abierto al feminismo. Un giro ideológico que se puede atribuir a muchos factores, como la influencia de las redes sociales, el desencanto con las políticas progresistas y una percepción de crisis de la masculinidad; pero que, en cualquier caso, aún no se ha logrado reconducir.

Según Peker, este retroceso es particularmente evidente con Javier Milei, quien ha adoptado medidas que afectan directamente a estos sectores. “Acaban de designar a los jueces de la Corte Suprema por decreto, sin una sola mujer en la terna”, denuncia Peker, comparando la estrategia con la de Donald Trump, quien conformó una Corte Suprema “antiderechos“ que terminó por revocar la legalización del aborto en Estados Unidos. Además, el presidente argentino ha cerrado el Ministerio de Mujeres, Géneros y Diversidad, ha dejado de financiar la Ley Brisa —que otorga una asignación a huérfanos de víctimas de feminicidio— y ha expresado su intención de derogar la figura de femicidio en el Código Penal.

Edith Olivares Ferreto, directora ejecutiva de Amnistía Internacional Sección Mexicana, comparte la preocupación por el ascenso de líderes que promueven discursos “misóginos, transfóbicos y racistas”, los cuales no solo generan un clima hostil, sino que también legitiman prácticas discriminatorias. “No se quedan en palabras, estas narrativas hacen permisivas las violencias que vivimos las mujeres en diferentes espacios de la vida pública y privada”, sostiene.

Una de las consecuencias tangibles de esta tendencia, advierte Olivares Ferreto, es la reducción de la financiación a organizaciones que defienden los derechos de las mujeres y la diversidad sexual.

“En la región de las Américas ha sido muy notable y es claro que este no es un tema económico, sino político”, subraya, refiriéndose a los recortes de ayuda humanitaria impulsados por la administración estadounidense. Decisiones que afectan directamente a las poblaciones vulnerables y limitan los espacios de negociación con los gobiernos, debilitando el rol de la sociedad civil.

Frente a este panorama, ambas especialistas coinciden en la necesidad de una respuesta colectiva y organizada que quizá recuerda a ese Comité Mundial de Mujeres de los años 30. Peker pone el foco en la protección de las periodistas y comunicadoras feministas, a fin de garantizar que sus voces y las diversidades siga escuchándose en el espacio público. “Lo primero es volver a la solidaridad, a cuidarnos entre nosotras y a seguir intentando que este retroceso no siga avanzando hasta un punto irreversible”, enfatiza.

Por su parte, Olivares Ferreto hace un llamado a la movilización social de bases, especialmente en fechas clave como lo es este 8M.

“Este es un momento de salir a tomar las calles, a tomar los espacios públicos, a repetir y gritar que las mujeres tenemos derecho a vivir y a vivir libres de violencia”, expresa.
En México, un país donde cada día son asesinadas más de nueve mujeres y donde las madres y hermanas de personas desaparecidas han asumido labores que corresponden al Estado, la marcha del Día Internacional de la Mujer cobra una relevancia aún mayor. “Nuestra exigencia es que se respete nuestro derecho a la libre manifestación y a la protesta, porque las calles también son nuestras”, concluye.

Si algo queda claro de estas reflexiones es que los derechos no se mantienen por inercia. Hoy, al igual que en el pasado, la organización y la solidaridad emergen como las herramientas más poderosas para asegurar que los avances logrados no sean revertidos. Hubo quien hace 100 años lo entendió a tiempo. La pregunta, ahora, es si seremos capaces de hacer lo mismo.

Fuente: Público

Foto: Europa Press

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