Culturales

Alejandro Falcón: En Cuba, el jazz tiene sello propio

Por Thalía Fuentes Puebla

La música del pianista Alejandro Falcón es un diálogo entre el jazz y los ritmos cubanos –danzón, son, rumba–. Para alcanzar ese equilibrio, al artista no le preocupa si alguna vez le han señalado que “no suenas lo suficientemente jazz” o “lo suficientemente tradicional”. Su objetivo principal es lograr una esencia auténticamente cubana.

“Estudié jazz de manera autodidacta, ya que nunca tuve la oportunidad de formarme en una escuela especializada. En Cuba, casi todos los músicos de mi generación nos iniciamos en la música de concierto, aprendiendo de grandes maestros como Joaquín Betancourt o César López. En mi caso, además, toqué durante cinco años junto a Orlando Valle, Maraca. Llevo mucho tiempo colaborando con Estrellas de Buena Vista y más y con el maestro Pancho Amat, porque este género se aprende en la práctica. Sin embargo, mi mayor obsesión siempre ha sido que mi música suene auténticamente cubana, pues, al fin y al cabo, así me defino. El jazz lo he explorado a profundidad, al igual que la música clásica, pero todo lo incorporo a mi esencia. Ese ha sido mi enfoque constante y mi principal preocupación como artista”.
En su acercamiento al jazz, Falcón ha sido muy metódico: ha explorado todos los estilos mediante libros, grabaciones, transcripciones y otros recursos, que es justamente como se aprende este género en muchas partes del mundo. No se limita al ámbito académico –aunque hoy exista mucha tendencia universitaria hacia esto–, pues al final requiere igualmente de un esfuerzo autodidacta fundamental. Su propósito siempre ha sido crear propuestas innovadoras con una sonoridad claramente cubana.

 

—Su camino comenzó en Matanzas, cuna del danzón. ¿Cómo influyó esa ciudad en tu manera de entender la música, incluso antes de descubrir el jazz?

“Mi trayectoria comenzó en Matanzas, donde nací, específicamente en el barrio de Pueblo Nuevo, un lugar lleno de tradiciones musicales y folclóricas. En casa, crecí rodeado de arte: mi padre, David Falcón García, aunque no era músico profesional (luego se dedicó a la ingeniería), tocaba guitarra, cantaba, interpretaba la armónica e incluso el acordeón. Por su parte, mi madre, Marta Olinda Rodríguez Sánchez, estudió pintura –llegó a completar el nivel elemental–antes de convertirse también en ingeniera. Ese ambiente artístico siempre estuvo presente en mi hogar.

“Desde mi infancia más temprana escuchábamos música en el tocadiscos, que era el equipo de audio de la época. Sonaban constantemente ritmos cubanos, latin jazz y jazz afrocubano, como el de Emiliano Salvador. Recuerdo especialmente álbumes como Nueva Visión, que reunía a muchos de los grandes músicos cubanos del momento. También disfrutábamos las obras de Chucho Valdés, Gonzalo Rubalcaba, Óscar de León y Bola de Nieve. A mis padres les encantaba tanto la música tradicional cubana como las descargas. Fue en este ambiente donde, aun siendo niño, aprendí de manera autodidacta a tocar la guitarra junto a mi padre.

“En casa organizábamos fiestas frecuentemente, con familiares y numerosos amigos. En esas reuniones, mi padre solía cantar y tocar la guitarra, y luego yo lo acompañaba con la mía. Así fue desarrollándome en este ambiente musical, aunque posteriormente me incliné por el piano, instrumento que me cautivó y al que he dedicado mi formación hasta la actualidad.

“Conservo una profunda nostalgia por aquellos sonidos de Matanzas, mi tierra natal: los amigos, los rincones que recorría, la playa. Son recuerdos felices de mi infancia y adolescencia que he intentado trasladar a mis creaciones. Por ejemplo, he compuesto varias piezas dedicadas a mi ciudad, como Danzando entre puentes, el primer danzón que grabé. Aunque para 2008 ya había escrito otros, este fue el primero que registré profesionalmente.

“El título hace referencia a la ciudad de los puentes, jugando con la palabra ‘danzón, género fundamental en Cuba, considerado nuestro baile nacional gracias a Miguel Failde. A lo largo de mi carrera me he dedicado a cultivar este estilo, componiendo numerosos danzones que continúo creando.

“Mi más reciente contribución fue Elegante y refinado, compuesto para la casa de Fabián en la novela Renacer, donde acompañaba las escenas de ese personaje. Siempre busco incorporar este género, ya sea en obras sinfónicas, música de cámara o en los proyectos con mi agrupación de jazz.

“Otra creación significativa es Monk en Pueblo Nuevo, grabada en mi álbum debut Clarooscuro, galardonado con el Cubadisco 2013 en categoría ópera prima. Esta pieza rinde homenaje a mi barrio natal, fusionando la rumba con la música de Thelonious Monk, legendario pianista de jazz.

“Matanzas ha sido constante en mi trayectoria. Participé desde los primeros años en el encuentro danzonero Miguel Failde in Memoriam con la Sinfónica local, y en el festival Matanzas Jazz, donde ejercí como vicepresidente. Me presento regularmente en la provincia con diferentes formaciones musicales. Aunque llegué a la ENA en 1999, hace ya 26 años, mantengo una activa presencia artística en mi tierra natal. Conciertos en el Teatro Sauto y la Sala White son compromisos que siempre acepto cuando me invitan”.


Alejandro Falcón reconoce el aporte a su carrera profesional de la profesora María Julia Arango, actual docente de la Escuela Nacional de Arte y formadora durante décadas en Matanzas de destacados pianistas con proyección internacional. “Aunque mi vocación siempre estuvo orientada hacia la música popular cubana y posteriormente al jazz, ella insistió en la importancia de una sólida formación académica. Gracias a su guía, me gradué como pianista, profesor, músico de cámara y acompañante, completando así la carrera integral que se ofrecía en aquel momento. Posteriormente cursé estudios de composición en el Instituto Superior de Arte”, relata a Cubadebate el instrumentista.

Esos cinco años de educación superior, asegura, consolidaron su preparación profesional. “Tuve el privilegio de aprender con maestros como Roberto Valera y José Loyola, quienes además han dirigido mis obras en la Sinfónica Nacional en múltiples ocasiones. También recibí clases de Guido López-Gavilán y Harold Gramach. Recuerdo con este ultimo las clases de audiciones analíticas donde analizábamos piezas musicales en sesiones que resultaban verdaderos viajes sonoros”.

Paralelamente a su formación académica, en 2003 culminó sus estudios en la ENA y comenzó a trabajar con Pablo FG y su Élite, agrupación con la que realizó giras nacionales e internacionales. Previamente, a finales de 2002, había obtenido el premio especial en el festival Jojazz. Posteriormente, durante cinco años formó parte de la orquesta de Orlando Valle “Maraca”, presentándonos en los festivales más prestigiosos del mundo.

“Esta doble trayectoria –en la música popular y la de concierto– ha marcado mi producción artística. Aunque mi inclinación principal es el jazz y los ritmos cubanos, continúo componiendo obras sinfónicas, de cámara y para piano. Ejemplo de esto es mi libro Danzando entre puentes, publicado por Producciones Colibrí, material que se utiliza en conservatorios y escuelas, y que presento en clases magistrales durante mis giras internacionales”.


–En 2010 grabaste Claroscuro, un disco donde el danzón se reinventa. ¿Por qué elegiste este género como columna vertebral de tu jazz?

“Precisamente por lo que mencionaba antes: soy matancero y busco ser auténtico en mi creación. Como cubano, intento llevar todo a mi esencia musical, a mi sonido personal y a lo que deseo expresar artísticamente. Esto ha sido mi constante. Por eso al componer Claroscuro y fundar mi agrupación Alejandro Falcón & Cubadentro, he procurado mantener esa fusión de ritmos tradicionales cubanos”.

—Una anécdota curiosa: ¿Alguna vez improvisaste algo en vivo que cambiara por completo una pieza?

“En los conciertos suceden cosas inesperadas y la improvisación es constante. Me ha ocurrido en numerosas presentaciones, aunque ahora no recuerdo ejemplos específicos porque es algo cotidiano. A veces concibo una obra de cierta manera, pero termina sonando diferente. En ocasiones, cuando otros músicos proponen ideas durante la interpretación, las incorporamos al instante. Esto no aplica a todo el repertorio, pero sí ocurre con frecuencia”.

—¿Cómo nace una composición tuya? ¿Empiezas en el piano, con una melodía, o con un ritmo afrocubano?»

“Cada creación surge de forma distinta. En ocasiones parto de una idea musical y me acerco al piano, otras veces aparece primero una línea melódica o una progresión armónica, y a veces simplemente emerge espontáneamente. Un ejemplo claro fue cuando compuse Quenadie se meta con Rodrigo para Rodrigo Sosa durante la producción de su álbum La Quenística, donde participé como arreglista, pianista y co-productor. Él me pidió específicamente un tema de latin jazz para quena. Me senté al teclado y en 10 ó 15 minutos surgió la pieza.

Esta composición ha tenido múltiples versiones interpretadas por diferentes agrupaciones. Rodrigo la incluye regularmente en su repertorio y solemos tocarla juntos cuando colaboramos. Así es como funciona mi proceso creativo: no sigue reglas fijas ni métodos académicos. Tiene algo de mágico, porque hay días en que las ideas fluyen con facilidad y otros en que simplemente no aparecen.


Sobre el jazz cubano, Alejandro Falcón señala que la mayor de las Antillas es un país con una riqueza cultural extraordinaria, producto de múltiples influencias: africanas, españolas, franco-haitianas y norteamericanas. “Desde los inicios del jazz, hubo un intercambio constante: músicos cubanos tocaban en Estados Unidos, mientras artistas norteamericanos venían a inspirarse en lo que ocurría en este país. Esto se evidencia en el feeling, en el mambo de Pérez Prado con formaciones de jazz band, o en las grandes orquestas como la de Benny Moré, que adaptaron el formato de big band con el swing caribeño”.

El pianista asegura que lo que realmente nos distingue es nuestra herencia rítmica: la rumba, la clave, esa fuerza africana en la percusión que nos hace únicos, como sucede en Brasil con su samba o Estados Unidos con su blues. Esta identidad se refleja en todos los géneros que han surgido aquí: el danzón, la contradanza, el son en sus variantes (montuno, nengón, kiribá, changüí), y muchos más. “Esa mezcla es nuestra esencia”, insiste.

Falcón define el jazz como respeto y libertad, creación en el momento. Para él, implica un profundo reconocimiento por el trabajo de los demás músicos. Durante una interpretación, todos deben estar conectados: acompañando al solista, sintiendo su propuesta, y viceversa. Esta interacción crea una unión especial entre los artistas, tanto en la ejecución como en la escucha atenta.

Si tuviera que elegir una de sus piezas para representar el jazz cubano a nivel internacional, seleccionaría Monk en Pueblo Nuevo, una rumba que homenajea el estilo de Thelonious Monk, uno de los grandes innovadores del género. También mencionaría Danzando entre puentes, un danzón dedicado a su ciudad natal, Matanzas. Ambas obras encapsulan su visión musical.

¿Qué consejo le daría a un joven que quiere dedicarse al jazz en un país donde predominan otros ritmos? Les diría que estudien mucho, que exploren todos los géneros. Más adelante podrán especializarse, pero el conocimiento musical siempre es valioso. Nuestra tradición es rica y deben aprovecharla. Lo crucial es mantenerse en constante superación, aprendiendo cada día. La música es vasta, y mientras más herramientas adquieran, mayor será su crecimiento como profesionales, añade.

Si indagas en qué disco ajeno le hizo decir: “Esto es jazz cubano”, elige Nueva Visión de Emiliano Salvador. “Es un álbum que adoro y al que siempre vuelvo. Representa perfectamente el jazz cubano: su estilo pianístico fusiona las esencias del género con una profunda cubanía. Además, es un referente obligado para cualquier músico. También destacaría trabajos de Irakere, Chucho Valdés y Ernán López-Nussa”.

Aunque Alejandro Falcón confiesa que es difícil encerrar en palabras su esencia como artista, al final elige una frase que lo revela por completo: “La música es mi pasión”. Tres palabras que resumen una trayectoria enfocada en la defensa de los ritmos cubanos, del jazz y la creación constante. Para Falcón, la música nunca ha sido solo una profesión, sino el lenguaje con el que dialoga consigo mismo, con su tierra y con el mundo.

 

 

Fuente: Cubadebate

Foto:  Alejandro Falcón/ Facebook

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