Internacionales

Descifrando la “indefinición” de Trump con Venezuela

Por: William Serafino

El pasado 6 de octubre, en una nota viral por su alcance y explosiva por su contenido, el New York Times informó que Donald Trump “llamó a Grenell y le dio instrucciones de que cesara todo contacto diplomático” con Venezuela, a razón de su “creciente frustración ante el hecho de que Maduro no haya accedido a las exigencias estadounidenses de abandonar el poder voluntariamente y por la continua insistencia de los funcionarios venezolanos en que no tienen nada que ver con el narcotráfico”.

La publicación debilitó las expectativas de una eventual desescalada en la agenda de presión de la administración Trump contra Venezuela que habían emergido tras la secuencia de declaraciones de Richard Grenell, enviado para misiones especiales de la Casa Blanca, en las que abogó por un acuerdo entre Caracas y Washington para “evitar la guerra”. 

Tan solo días antes, el secretario del rebautizado Departamento de Guerra, Pete Hegseth, publicó el video del cuarto ataque aéreo a una embarcación supuestamente vinculada a Venezuela y al tráfico de drogas. La más reciente ejecución extrajudicial fue una réplica en serie de acciones ilegales anteriores en aguas internacionales. 

El artículo del diario neoyorquino tenía impreso un evidente sesgo neoconservador, adjudicable a Marco Rubio. A modo de resumen, Grenell quedaba desautorizado e incluso castigado por Trump por su mal calculado ímpetu negociador con Miraflores, mientras que el secretario de Estado y asesor de Seguridad Nacional cubano-estadounidense se mostraba como un hombre de confianza al que el magnate republicano le estaba dando la razón en su obsesión de derrocar al presidente Nicolás Maduro. 

Pero una incógnita muy importante no había podido despejarse tras la publicación. Como si se tratara de una personalidad dividida como en El extraño caso del Dr. Jekyll y Mr. Hyde, la versión de Trump que presentaba el New York Times no era del todo convincente. 

Cuando se ha referido a Venezuela y a las acciones militares contra supuestos narcoterroristas, el mandatario republicano no ha expuesto que su intención sea el cambio de régimen, ni se ha hecho visible su frustración con respecto a las medidas ilegales adoptadas en aguas caribeñas. 

De hecho, ha sido todo lo contrario: Trump ha mostrado su satisfacción con las ejecuciones extrajudiciales informadas hasta ahora y sus efectos posteriores, alabando, por ejemplo, la disminución de la actividad de buques y labores de pesca en la zona. 

En todo caso, el Trump de esa publicación era un Trump hecho a imagen y semejanza del enfoque belicista de Marco Rubio. Tras la supuesta “revelación”, el silencio de Grenell ha sido notable, pero también lo ha sido el hecho de que no se han producido nuevos ataques ni señales verosímiles de una inminente escalada catastrófica contra la soberanía venezolana.

El 12 de octubre, a tan solo seis días de la pieza sobre la frustración de Trump, un extenso reportaje para el medio estadounidense POLITICONahal Tossi advierte que el magnate republicano “no ha dado ninguna orden para eliminar directamente a Maduro”. 

En el artículo, Tossi asegura, según fuentes del equipo más cercano del jefe de la Casa Blanca, que Trump ha manejado diversas opciones militares para intensificar la presión sobre Venezuela, pero no está convencido de avanzar hacia el cambio de régimen como objetivo final de la agenda de desestabilización contra Caracas.

Pero el aspecto más revelador del texto es el siguiente: “Las medidas estadounidenses contra Maduro (cuyos elementos fueron informados previamente por The New York Times) también encajan con los objetivos individuales de algunos asesores de Trump”. 

Este elemento permite inferir que afiliados del movimiento MAGA dentro de la administración Trump, grupo donde Grenell ocupa un lugar de representación importante en cuanto a la visión de política exterior, estarían respondiendo a la narrativa impulsada por Rubio desde el New York Times con la intención de desautorizarla y restarle su alcance. 

La huella MAGA en la publicación no solo proviene de ese párrafo, sino de otro anterior, donde se afirma que Trump no está convencido de utilizar el poder militar de EE.UU. para derrocar a Maduro. “Esto se debe en parte a que podría despertar las alarmas en la base del MAGA, que tiene una fuerte inclinación aislacionista”, una advertencia sobre los costos políticos y electores subyacentes para el propio Trump si decidiera ir a fondo en la agenda de cambio de régimen contra Venezuela. 

La pieza pro-MAGA de POLITICO como respuesta a la publicación pro-Rubio del diario neoyorquino, evidencia que el desenlace de la operación contra Venezuela se está dirimiendo en buena medida en los medios de comunicación, principal plaza de combate del ala MAGA y neoconservadora de la administración Trump, quienes pugnan intensamente por imponer su visión a la conducción de la política exterior del gobierno norteamericano. 

De ambas publicaciones es posible concluir que Trump sigue en el campo de la indefinición con respecto a la campaña de máxima presión 2.0 contra Venezuela. Pero dicha indefinición no se corresponde al producto de un profundo razonamiento sobre costos y beneficios, sino a su propio estilo de gestión política, lúcidamente definido por John Feffer en un artículo reciente en Foreign Policy in Focus: “Dado que Trump no hace planes y, en cambio, improvisa con gran pomposidad, su administración probablemente aún no ha decidido cómo impulsar un cambio de régimen en Venezuela. Al presidente le gusta enfrentar a facciones rivales dentro de su administración para ver qué consecuencias tendrá la carnicería interna”.

Simón Tisdall, en un texto para The Guardian, comparte esta visión y se aventura a añadir un pronóstico, indicando que Trump “por lo general, no tiene ni idea de lo que hace, ni en Venezuela ni en Latinoamérica en general. No tiene un plan. Impone su influencia, comete errores de juicio impulsivos, fomenta el miedo a los extranjeros y basa su política en si le «gustan» otros líderes. En 2019, con Maduro contra las cuerdas, Trump parpadeó. Hoy en día, una intervención militar a gran escala en Venezuela sigue siendo improbable. Es más probable una intensificación de la campaña de presión con desestabilización, sanciones, ataques marítimos e incursiones aéreas y de comando”. 

Trump parece inclinado a seguir arbitrando con ambigüedad el conflicto entre los MAGA y los halcones, con el objetivo de aprovechar en el corto y mediano plazo los resultados de esa contracción y los beneficios tangibles que podrían reportarle para sus cálculos más inmediatos de poder. Allí podría encontrar una razón de peso para despedir a Rubio en un gesto aislacionista hacia el mundo MAGA o encontrar en la escalada militar propuesta por el exsenador de Florida contra Venezuela un triunfo geopolítico que le permita compensar su pésimo desempeño interno en economía y gestión de la inflación, áreas donde todas las encuestas indican que el mandatario está sufriendo una caída progresiva de su aprobación entre los votantes. 

En definitiva, la ambigüedad de la Casa Blanca le está dando a Venezuela el tiempo para prepararse para el peor escenario, mientras el presidente Maduro se va fortaleciendo. Para Rubio, el tiempo discurre en un ambiente de densidad y la presión crece sobre su cabeza. El movimiento MAGA, con Grenell al frente, espera el fracaso del Secretario para eyectarlo finalmente del gabinete de Trump. Así el enviado especial recuperaría la silla de Foggy Bottom que cree merecer desde que su jefe ganó las elecciones.

Tomado de teleSUR / Foto: Xinhua

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