La información que los medios occidentales ocultan sobre los 40 años de España en la OTAN
Por Luis Gonzalo Segura.
Hace 40 años que España entró en la OTAN, la Organización del Tratado del Atlántico Norte —esa organización creada para combatir a la URSS que sigue existiendo cuatro décadas de la desaparición de esta—. Si una persona no muy conocedora de la historia accede a un medio de comunicación occidental para leer un breve resumen sobre la presencia de España en la Organización Atlántica, es muy posible que lea algo así como que “una nueva generación de políticos entendió que modernizar y democratizar al país también pasaba por sus Fuerzas Armadas e impulsaron su incorporación a la Alianza, en paralelo a la de la Unión Europea”. Nada más lejos de la realidad.
Cobijo de dictaduras
Presentar a la OTAN como un ente democrático —y, por tanto, democratizador— es uno de los grandes embustes del relato occidental construido en torno a la organización, como si esta representara los intereses de la democracia. Basta recordar la entrada de Portugal o Grecia, cuando ambas eran dictaduras, o la deriva de la actual Turquía desde la llegada de Erdogan. Ello, por no hablar de la ‘especial relación’ de Arabia Saudí con la OTAN. Una especial relación que recuerda, en gran medida, a la que Estados Unidos y la propia OTAN mantuvieron con la España de Franco. Queda claro, pues, que democracia y modernización no son ni mucho menos sinónimos, aun cuando en ocasiones pueden caminar aparejados.
Pero es que, además, en el caso de España confluyeron dos elementos que atacaron seriamente los principios democráticos. En primer lugar, el derrocamiento de Adolfo Suárez cuando este se opuso a la entrada de España en la OTAN —fue hostigado por las élites españolas, incluido el rey Juan Carlos, hasta que dimitió—. Cuestión a la que habría que añadir que España entró en la OTAN gracias a Leopoldo Calvo Sotelo, antiguo ministro de Franco, que llegó tras el derrocamiento de Adolfo Suárez y el golpe de Estado del 23-F. Decían algo de democracia, ¿verdad?
Un trampantojo llamado referéndum
En segundo lugar, la voluntad de los votantes de izquierdas que eligieron a Felipe González en 1982, así como la de los cuadros principales del partido, incluido el propio expresidente español —salvo que sus declaraciones fueran falsas—, fue torcida para aceptar la entrada de España en la OTAN pactada por Calvo Sotelo.
Tras el giro del PSOE —recuerden el documento del PSOE llamado ’50 razones para decir no a la OTAN’—, el 12 de marzo de 1986, casi por obligación, se realizó un referéndum que, sabedoras las élites de la oposición española, hicieron todo lo posible para trucar: Felipe González amenazó con dimitir, la campaña a favor de la ratificación de la ciudadanía fue salvaje y las condiciones impuestas, un engaño que jamás se pretendió cumplir —y, aun así, la entrada en la Organización Atlántica solo consiguió un 52,54 % en un ambiente de bajísima participación—.
Nadie puede negar que los ciudadanos españoles fueron engañados, pues en la mencionada consulta se incluyeron tres condiciones que no solo no se cumplieron, sino que jamás se pretendieron cumplir: España no se integraría en la estructura militar de la OTAN; se mantendría una prohibición de instalar, almacenar o introducir armas nucleares en España; y Estados Unidos reduciría sus bases militares en España.
España entró oficialmente en la estructura militar de la OTAN en 1999 cuando el Gobierno español, ya con José María Aznar al frente, ratificó por vía parlamentaria la entrada en la estructura militar.
Al respecto de la prohibición de armas nucleares en territorio español, el incumplimiento es tan frecuente que el listado no entraría aquí. Y, finalmente, las bases militares no solo no han desaparecido, ya que Rota y Morón siguen siendo bases militares norteamericanas, sino que el Gobierno español ruega por su continuidad. Además, en Retamares (cerca de Madrid) se instaló un cuartel general en los años noventa y en la década pasada otro centro de mando fue instalado en Torrejón, a lo que habría que añadir dos cuarteles generales de alta disponibilidad y un centro contra artefactos explosivos.
La contribución española
Por otra parte, España ha participado en más de 22 misiones internacionales aportando más de 125.000 militares —de los que 119 fallecieron—. De todas estas misiones, cabría reseñar ‘ISAF’ y ‘Resolute Support’ en Afganistán y ‘NATO Mission Irak’, dado que son países que han quedado completamente devastados.
Se estima que la invasión norteamericana de estos países ha provocado, al menos, 925.000 víctimas mortales directas en ambos conflictos —otras apreciaciones llegan incluso a los tres millones— y un gasto superior a los tres billones de dólares. En Irak surgió el Estado Islámico y de Afganistán la OTAN huyó el verano pasado de forma apresurada dejando uno de los mayores bochornos de la historia y un país en manos de los talibanes.
El coste de entrar en la OTAN
Es imposible saber con exactitud el coste económico que ha tenido para España la entrada en la OTAN, pero con toda seguridad este ha ascendido a varias decenas de miles de millones de euros. Una cantidad mastodóntica para un país que, hoy, cuenta con un tercio de los niños en el umbral de la pobreza, una décima parte de los hogares sufriendo pobreza energética, una deuda elevadísima y una tasa de desempleo casi insoportable —especialmente en los jóvenes—.
El gasto directo es muy sencillo de estimar, pues se basa, en primer lugar, en el coste de las misiones de la OTAN para España: Policía Área Reforzada en el Báltico (83 millones), Presencia Avanzada Reforzada en Letonia (85), Sea Guardian (34), Grupos Navales Permanentes (161), Apoyo a Irak (107) y Apoyo a Turquía (36). Una suma que superó los 500 millones de euros en 2021 y que, en años anteriores, salvo durante la pandemia, superó holgadamente los 550 millones —el gasto de Afganistán no era menor—.
En segundo lugar, el coste de los programas armamentísticos necesarios para modernizar y adecuar el Ejército a los estándares necesarios para cumplir las misiones OTAN: unos 50.000 millones de euros —30.000 millones en los Planes Especiales de Armamento iniciados en la década de 1990 y casi 15.000 millones de los Planes de Modernización del último lustro—.
Además, existe otro gasto, el indirecto, que, aunque es mucho más complejo de estimar, no por ello es menos cuantioso. Por ejemplo, el actual gasto militar —poco más de 10.000 millones oficiales y más de 22.000 millones según el Instituto Delàs por la Paz— se duplicará, tal y como aseguró en los últimos días el presidente español, Pedro Sánchez, debido a las presiones de la OTAN. Que no solo aspira a un gasto militar de los países miembros de la OTAN del 2 % del PIB, sino que este nivel de gasto solo es un estadio previo al objetivo real: el 4 % del PIB.
Por si todo lo señalado no fuera suficiente, existe un coste todavía más insostenible: el derivado de las guerras. La irresponsable y despiadada actuación de la OTAN en el mundo, incendiando el tablero mundial en beneficio de Estados Unidos genera guerras y, estas, a su vez, tienen consecuencias fatales a nivel humano, económico o logístico: migración, desplazados, inflación, escasez de materias, recursos o alimentos…
Hace cuarenta años que España entró en la OTAN y el coste parece cada día más insostenible, inasumible e inaceptable.
Tomado de RT/ Foto de portada: NATO Multimedia Library /NIDS.