Pandemia 2020 en Cuba: Crónicas de la cuarentena
Por Laura V. Mor/ Resumen Latinoamericano Corresponsalía Cuba.
El mundo está inmerso en una pandemia que desde diferentes países se ha enfrentado de diversas maneras. Cuba por ejemplo, ha atacado desde “todos los costados”, en el intento de cercar lo más posible la propagación de la Covid-19 hasta que la esperada vacuna sea una realidad concreta.
La cuarentena, como la conocemos en el resto del mundo, en Cuba se aplica en barrios donde se presentan 10 (foco) o más casos (evento); aunque cuando se trata de edificios multifamiliares, esos que nos recuerdan las megaconstrucciones soviéticas de más de 10 plantas, por prevención y para evitar la posible propagación, se “cierra” ante uno o dos casos positivos, ya que como explicó Mario Abel Hernández Serra, delegado local y vecino del MINAZ, uno de los tres edificios que fueron aislados durante 15 días, se “decidió que estos focos se trataran con las mismas medidas que un evento” ante el actual rebrote de la pandemia en Cuba y en La Habana en específico.
Así sucedió en Plaza de la Revolución, en el barrio de Nuevo Vedado. Los 475 departamentos de la manzana 574 quedaron tras las cintas amarillas, impidiendo la movilidad fuera del predio a sus 2.375 habitantes.
Pero… ¿cómo es vivir una cuarentena en Cuba?
Un poco diferente al resto del mundo en muchos aspectos. Uno de ellos es la existencia de un sistema público de salud estructurado en redes y desde la base, donde el eslabón fundamental es la Atención Primaria. Ese nexo directo con la población es el que hace la primera diferencia y que notamos día a día en el control epidemiológico que se realizan en todo el país y en particular en estos barrios aislados, como el de Nuevo Vedado, donde puntualmente en la mañana los vecinos se encontraban a la “profe” Jennifer (como cariñosamente le llaman los vecinos a una de las doctoras que junto con estudiantes de medicina nos visitaba) tocándoles el timbre para medirles la temperatura corporal, consultarnos sobre posibles síntomas y llevar un registro detallado de los integrantes de cada familia.
También los servicios médicos han sido reforzados durante el día en el consultorio de la zona, así como el Policlínico que se encuentra a pocas cuadras del predio, el Dr. José R. Pérez que atiende esta zona, estaba al tanto de todos y todas, incluso para regañarnos si incumplíamos alguna de las medidas de prevención. Es que en Cuba, el médico de la Familia conoce a sus vecinos, se preocupa y ocupa, así funciona siempre, no sólo en pandemia.
Otro de los aspectos que llama la atención en una cuarentena en Cuba es la organización del propio barrio, donde se formaron grupos de colaboradores voluntarios, 25 entre jóvenes y adultos, que se encargaron de dar los avisos de cualquier novedad, organizar la compra de productos para evitar aglomeraciones o facilitar la llegada de los medicamentos desde la farmacia a cada departamento que tuviese el “tarjetón”, que es la libreta donde el médico asigna aquellos fármacos que por alguna razón la persona debe consumir asiduamente. Por ejemplo, los 419 adultos mayores o los 106 de ellos que viven solos o los 25 con capacidades diferentes recibieron de este colectivo barrial la asistencia personalizada que necesitaban para mantenerse en sus casas sanos y salvos, lo mismo que las mujeres embarazadas que residen en estos edificios, que obviamente tenían prioridad en la compra de productos.
Día a día trabajadores de las tiendas y agromercados de los alrededores acercaban diferentes módulos, sea de alimentos o aseo, confituras para los niños, toallas femeninas, pañales para los bebés y otros artículos de necesidad. La famosa caldosa cubana también estuvo presente, para el disfrute de todos y todas.
Un subir y bajar escaleras, repartiéndose los colaboradores por pisos y golpeando puertas para que nadie se quedara sin saber a qué hora entraba el pollo o cuando vendría la vianda, cómo iba a ser el abastecimiento de pan o la organización para retirar los productos subsidiados en la libreta de abastecimiento, fue un panorama común en estos 15 días, donde la solidaridad propia del cubano no dejó de aflorar tampoco esta vez, tal como se lee en el reconocimiento escrito que han recibido cada uno de ellos por parte del Estado por haber tenido una “participación decisiva” en este momento que nos toca vivir.
El trabajo voluntario tampoco faltó, como es habitual en esta Isla, un domingo desde temprano en la mañana. El agua clorada recorría los 12 pisos, desinfectando cada rincón a su paso. Paredes, barandas, cristales, ascensores, todo aquello que era de uso común debía ser cuidadosamente limpiado y así lo entendieron y lo hicieron propio cada uno de los vecinos y vecinas.
Mario, el delegado que eligieron los mismos votantes, día a día, megáfono mediante compartía información edificio por edificio porque para él esa es la mejor forma de comunicarse, el “cara a cara”, entre vecinos que en su mayoría se conocen hace cuatro décadas. Una de sus primeras frases por el parlante (prestado por la corresponsalía de Resumen Latinoamericano y el Comité Internacional), fue muy elocuente: “Vecinos, estamos ganando la batalla pero aún no ganamos la guerra” para que todos se concientizaran y nadie bajara la guardia como se dice en buen cubano. Estar informados y hablar claro para tener tranquilidad fue la premisa fundamental, para que esa angustia inicial de no saber que pasaría se disipara y diera lugar a aquello que mencionó Mario: “la política que siempre ha tenido esta Revolución” no dejar a nadie desamparado aún en los escenarios más complejos e inciertos.
Fotos: Laura V. Mor.