Centroamérica, una región en crisis
Por Patricia María Guerra Soriano / Colaboración especial para Resumen Latinoamericano
Un año de contagios y muertes, de desalojo, de hambre, violencia y pobreza. Así fue el 2020 y lamentablemente así también será la próxima década, al menos, hasta que las secuelas de estos tiempos comiencen a diluirse en realidades más esperanzadoras.
Para Centroamérica no hay indicios de mejoría. En El Salvador, Guatemala, Honduras y Nicaragua, cuatro de sus países, la inseguridad alimentaria aguda se ha multiplicado a niveles exorbitantes como resultado de la crisis económica provocada por la COVID-19 junto a la recurrencia de eventos climáticos extremos.
Un informe del Programa Mundial de Alimentos (PMA) lo demuestra: de 2, 2 millones de personas afectadas en 2018 la cifra aumentó a cerca de 8 millones de personas en 2021. De ese dato-aseguró el organismo internacional-1, 7 millones de personas se encuentran en la categoría de emergencia de inseguridad alimentaria, por lo que necesitan asistencia urgente.
Miguel Barreto, director regional del PMA para América Latina y el Caribe, dijo que la recuperación en Centroamérica será “larga y lenta”, dos palabras precisas si consideramos el tremendo nivel de destrucción y retrocesos a los que se enfrentan los afectados.
Desde la costa pacífica de Chiapas, en México, hasta el oeste de Costa Rica y provincias occidentales de Panamá, se extiende una zona de bosque tropical seco conocida como el Corredor Seco Centroamericano. Según explica la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), las naciones más vulnerables y expuestas a la sequía o a las precipitaciones extremas suelen delimitarse, a las cuatro ya mencionadas.
Esos países han vivido, desde 1960, un incremento de la frecuencia y regularidad de fenómenos climatológicos extremos, que han propiciado la acumulación de efectos negativos, aumentando la pobreza en la zona.
La organización no gubernamental (ONG), “Acción contra el hambre”, detalló que solo una de cada diez familias, ubicadas en el Corredor Seco, pueden alimentarse de manera saludable. Después de entrevistar a más de 3 000 personas, dicha ONG aseguró que la media de los sondeados necesitan el 80 por ciento de sus ingresos para conseguir alimentos.
Una evaluación del PMA, posterior a la sequía de 2018 indicó que el ocho por ciento de las personas encuestadas planeaba migrar. En enero de 2021, las cifras incrementaron, pues casi el 15 por ciento de los entrevistados afirmaron que estaban haciendo planes concretos para migrar “porque sus casas y cultivos habían sido destruidos, los alimentos se estaban agotando y las oportunidades de empleo estaban disminuyendo”.
La precaria situación también ha estado condicionada por el paso de la tormenta tropical Eta y el huracán Iota, con tan solo dos semanas de diferencia.
Cuando en un área subdesarrollada, la acumulación de problemas determinan el arreciamiento de una crisis, todos los factores que la condicionan se unen aún más y obstaculizan la búsqueda de soluciones viables. La Oficina de Naciones Unidas para la Coordinación de Asuntos Humanitarios (Ocha), expuso que, además de los daños materiales inmediatos, ambos fenómenos meteorológicos impulsaron a que miles de personas buscaran refugio en albergues, cuyas capacidades estaban limitadas para prevenir la propagación del SARS-CoV-2, panorama que despertó el temor ante brotes localizados de la enfermedad, a medida que los centros sanitarios intentaban restablecer su funcionamiento.
La vida de 6, 8 millones de personas se transformó, un número que podría llegar a 7, 3 millones en los próximos tres meses, al perder sus hogares y todos sus medios de vida. De acuerdo con el PMA, Eta e Iota destruyeron más de 200 000 hectáreas de alimentos básicos y cultivos comerciales en los cuatro países y más de 10 000 hectáreas de tierras de cultivo de café en Honduras y Nicaragua.
Barreto dijo que las comunidades urbanas y rurales de Centroamérica han tocado fondo, porque ya la crisis económica provocada por la pandemia “había puesto los alimentos en los estantes de las tiendas fuera del alcance de las personas más vulnerables”, cuando los dos huracanes los azotaron.
La comunidad internacional debería mirar a esta zona desfavorecida de la Tierra. Mientras demora sus esfuerzos en brindar asistencia humanitaria y en la creación de proyectos que favorezcan a las comunidades vulnerables, Centroamérica va perdiendo vidas.
Foto de portada: El economista