Realidades sobre los presos cubanos en Estados Unidos (I)
Por José Luis Méndez Méndez* / Colaboración Especial para Resumen Latinoamericano.
La generación actual de jóvenes cubanos, tal vez no recuerden que en 1980, como consecuencia de sostenidas provocaciones de seguidores de la política hostil de Estados Unidos hacia Cuba y el empleo del tema migratorio como instrumento para generar tensiones entre los dos países, hizo que después del empleo de la violencia para penetrar en algunas embajadas radicadas en la capital cubana, se produjera la penetración masiva, ilegal, desordenada e insegura de migrantes en esas sedes diplomáticas.
Tras la muerte de un agente del orden a cargo de la protección de la Embajada de Perú en Cuba, se decidió dejar sin efecto esa garantía, lo que ocasionó el éxodo. Para resolver la crisis, se habilitó el occidental puerto del Mariel para que embarcaciones procedentes de Estados Unidos, pudieran llevar familiares y amigos que quisieran emigrar por esa vía. Además Costa Rica, Perú y Venezuela otorgaron visas para recibir a migrantes cubanos. Entre quienes optaron por emigrar por esa vía, había delincuentes y vagos habituales.
Más 120 mil cubanos llegaron al Sur de la Florida, censados y distribuidos según el criterio de selección de las autoridades locales. En breve comenzaron sus conflictos con la ley, delinquieron y fueron confinados en campamentos y cárceles. Esta conducta antisocial fue llevada a la pantalla grande, la película Caracortada, llevo a la ficción del celuloide, la rápida asimilación de los llegados a la mafia local en el negocio de las drogas.
Un grupo significativo de inmigrantes cubanos pasaron a las cárceles directamente y permanecieron allí por largos años, sin haber cometido delitos, en un limbo jurídico, otros, que delinquieron en Estados Unidos, fueron sancionados, calificados algunos de excluibles para residir en ese país e integraron listas para ser deportados por medio de un régimen de cuotas.
La situación de estos internados se hizo en momentos insostenible y ocasionó motines en varias cárceles. Así en agosto de 1991, un grupo de presos cubanos marielitos se amotinaron con una decena de rehenes en la cárcel de Talladega, estado de Alabama, para negociar con las autoridades estadounidenses la suspensión de su deportación a Cuba.
Treinta y dos de los 121 cubanos retenidos en una de las secciones de esa prisión debían ser trasladados a La Habana. Los amotinados exigieron a las autoridades que derogaran la orden de deportación a cambio de dejar en libertad a los rehenes, añadieron que matarían antes de regresar a Cuba. El entonces funcionario Duke Austin, portavoz de los Servicios de Emigración en Washington, expresó que los presos cubanos de Talladega se enfrentaban a la deportación porque carecían de condiciones apropiadas para obtener una residencia legal en Estados Unidos, debido a que eran criminales que se sumaron a los cubanos que zarparon del puerto de Mariel y se quedaron en Florida. Es conveniente señalar que salieron de forma ilegal, con el consentimiento de las autoridades de la administración de James Carter. Durante la administración de Barack Obama, se acordó el regreso de 500 migrantes cubanos, etiquetados como excluibles por Estados Unidos, regresaran a Cuba. Habían pasado más de tres décadas.
Llegaron a Estados Unidos como jóvenes, muchos ahora son de mediana edad, han envejecido y quedado lejos de los últimos crímenes que cometieron o los han renovado en el medio propicio que los cobija. Las autoridades estadounidenses, aún siguen recordándolos con recelo. Para ellos el “sueño americano” y el “país de las oportunidades”, se acabaron.
El ex agente de la DEA, en Miami, recuerda: “Eran niños de la calle con malas intenciones”. “A dos semanas de haber llegado, varios estaban trabajando para traficantes de drogas o estafando”. Llegaron a su hábitat natural, cuando en Cuba apenas habían cometido ese tipo de ilícito. El término “marielitos” fue asociado de esta manera con criminalidad, lo que los estigmatizó para siempre.
Durante las negociaciones migratorias entre los dos país, para ordenar el flujo migratorio, el gobierno cubano eventualmente aceptó el retorno de 2746 de los llamados “marielitos” criminales. Pero las deportaciones eran tardadas y, durante algunos años, ni siquiera se concretaron. Reos que esperaban su expulsión llevaron a cabo motines en prisiones de ciudades como Atlanta. El regreso de los “indeseables”, a Cuba, fue manipulado por los extremistas cubanos en Miami, que los insertó en el jugoso negocio de la contrarrevolución para obtener ganancias, traficar influencias y ganar en protagonismo electoral.
En 2005, la Corte Suprema de Estados Unidos determinó que los refugiados que habían cometido crímenes no podían ser retenidos indefinidamente. Muchos salieron de prisión al término de sus condenas. Alrededor de 250 murieron en la espera y 478 de los 2746 que iban a ser originalmente deportados aún estan en Estados Unidos, de acuerdo con el Servicio de Inmigración y Control de Aduanas.
Este tratamiento forma parte de las realidades no reveladas, que incluso han inspirado libros de testimonios y novelas de ficción, algunos durante el prolongado cautiverio judicial, han escrito diarios para la posteridad. Se han sentido relegados a una categoría humana inferior, donde sus derechos humanos poco influyen.
En esos textos se narran las interioridades de los desconocidos campamentos para los “marielitos”, uno de ellos, que salió a la luz en septiembre de 2021, uno de los protagonistas llegado durante el éxodo rememora sus vivencias en los sitios de hacinamiento transitorios habilitados por las autoridades estadounidenses. El autor asegura haber convivido con enfermos mentales, delincuentes, homosexuales y travestis.
Según la declaración del autor a la agencia española EFE: “La experiencia del éxodo del Mariel no terminó para todos con la llegada a Cayo Hueso. Muchos pasamos por los campamentos para refugiados habilitados por el Gobierno norteamericano para procesar a los recién llegados del Mariel”.
El libro de referencia fue titulado “Al pie de las montañas: Memorias del Fuerte”, relacionado con el reservorio Fort Indiantown Gap. donde ocurrió lo relatado y que se inserta en un lúgubre mapa negro de Estados Unidos, diseñado como cubierta de la obra, donde se señala la ubicación del campamento. Se redactó en base a sus notas tomadas en Pensilvania, en uno de los tres campamentos habilitados para procesar a los recién llegados.
Tras casi 42 años de los acontecimientos, el testimoniante, quien se declara como actual presidente del llamado “PEN Club de Escritores Cubanos en el Exilio”, dice haber encontrado la mejor manera de hilvanarlo.
Exhibe como aval haber llegado con 23 años a Estados Unidos y tener 65 años, sus recuerdos dicen ser vívidos a pesar del paso del tiempo. El confinamiento de la pandemia lo inspiró y asegura que el noventa por ciento del texto es testimonial
Entre los llegados, según el autor, había criminales y lo que él tilda como “fauna variada de enfermos mentales, delincuentes, religiosos, travestis que de hecho hacían espectáculos allí. Una sordidez que aportaba el mismo personal del fuerte”, explica, para exhibir reticencias homofóbicas, religiosas y sociales, hacia sus compañeros de viaje. Según su opinión ser homosexual, travesti y religioso, es sórdido. Él reconoce que se presentó para optar por la salida por esa vía como homosexual y fue admitido sin reparo.
Según el novelista, los tres principales campamentos para “marielitos” fueron el de Fort Chaffee (Arkansas), Fort McKoy (Wisconsin) y el de Fort Indiantown (Pensilvania), donde él estuvo “unos meses”. El gobernador de Arkansas entonces, era el ex presidente William J. Clinton, que como consecuencia con los disturbios allí ocurridos, perdió sus intenciones de reelegirse.
El redactor se horroriza el narrar que en el campamento de tránsito había ron y marihuana, lo más natural en esa sociedad y en cualquiera otra. Asegura que su puesta es la primera novela sobre este tema. Cuando empieza el éxodo, el Gobierno de Estados Unidos no lo puede asimilar de inmediato y entonces, decidieron abrir campamentos para procesar a las personas. El puente marítimo de Mariel-Cayo Hueso (Florida) duró seis meses, dos semanas y dos días, desde el 15 de abril hasta el 31 de octubre de 1980.
(*) Escritor y profesor universitario. Es el autor, entre otros, del libro “Bajo las alas del Cóndor”, «La Operación Cóndor contra Cuba» y «Demócratas en la Casa Blanca y el terrorismo contra Cuba». Es colaborador de Cubadebate y Resumen Latinoamericano.
Foto de portada: El Periódico.