Culturales

José Omar Torres: La isla, también para un tiempo de memoria

Por Maribel Acosta Damas * / Colaboración Especial para Resumen Latinoamericano.

José Omar Torres apuesta por la poesía, tal vez porque nació en 1953 junto a la bahía de Matanzas y luego creció y soñó junto a este otro mar de La Habana. O quizá porque la poesía enrumbó su vida de estudiante en aquellos años 60 y 70 como parte de una generación que construyó sueños y aprendió a defenderlos. Su nombre es de los imprescindibles cuando hablamos de arte visual cubano y cuando hacemos honor al Taller Experimental de Gráfica de La Habana, que ha sido un nodo de imaginarios y de poesía. Es un artista de memorias, de conversar vivo y de lealtades innegociables. Es un buen contador de historias que tiene en la ciudad y el mar el foco de obsesiones creativas infinitas. En estos tiempos de “post”, la Galería Villa Manuela de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC) presenta su exposición Memorias de un tiempo, que desde la pintura sigue defendiéndose del olvido. Al fin y al cabo, para eso es la poesía. Y aquí lo está mirando, una vez más, el mar de La Habana…

 

José Omar Torres- Primero vamos a partir del origen de la exposición: En octubre del año 2019 estuve en Oaxaca con una carpeta de grabados junto a compañeros del Taller Experimental de Gráfica de La Habana y del Taller de Gráfica de Oaxaca y consideré que era el término del grabado para mí. Quería hacer una ruptura y en enero del año 2020 comencé a pintar. Cuando llevaba alrededor de tres meses en esta nueva etapa, se declaró la pandemia en Cuba, vino el confinamiento y ya en este momento, decidí ponerme a leer. Quería alternar pintar con la lectura. Y un día conversando por teléfono con la curadora amiga Marilyn Sampera, ella me dijo: no dejes de trabajar; aprovecha y saca de tu lectura, la obra que estás  haciendo. La idea me pareció muy linda, yo soy un fanático lector de poesía, tengo muchos amigos poetas y empecé a buscar libros ya leídos por mí y a regresar a ellos con más detenimiento, escudriñando una ilusión, una esperanza, en medio del contexto tan complejo… En la familia teníamos un nieto en casa que no podía salir a la calle, mi hija trabaja en el sistema de salud y el poco tiempo que tenía era para garantizar los suministros para la familia…

Así en medio del encierro pude desarrollar toda la creatividad y regresan a mí la poesía de Roberto Fernández Retamar, Norberto Codina,  César López, Waldo Leyva, Eliseo Diego, Nancy Morejón… Y de esa poesía nacieron las piezas que componen esta exposición. Primero fueron trazos y colores de la nostalgia, de la tristeza; después, cuando se ve una luz en el túnel y se habla de que nuestros científicos estaban trabajando en la búsqueda de las vacunas, que ya había candidatos vacunales… entonces empiezan a cambiar los colores de la obra que estaba haciendo… ya yo estaba de manos de la esperanza… Estaba en medio del aislamiento, de la comunicación a distancia… y me aferro al trabajo…  y este es ese tiempo de mi vida entre enero de 2020 hasta febrero de 2022, en que están junto a mí y recibo el impulso de la Premio Nacional de Artes Plásticas 2019 Lesbia Vent Dumois y de Virginia Alberdi, la Directora de la Galería Villa Manuela de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba.  Inauguramos el día del libro, el 31 de marzo de este 2022…

Maribel Acosta- Esta es una obra de la ciudad, de La Habana… Sin embargo tú eres matancero…

José Omar Torres- Yo nací en Matanzas y mis padres son matanceros pero a los tres años vinimos para La Habana. En 1956 mi padre se presentó a una licitación, que ganó,  como escenógrafo en la antigua CMQ, hoy el Instituto Cubano de Radio y Televisión. A partir de ahí mi vida se hizo aquí en La Habana, pero si te fijas un poco en mi obra, esa bahía recurrente es la de Matanzas, la de las vacaciones en la casa de mi abuela y mis tías… y el llegar a la ciudad y el encuentro cada vez con el mar desde lo alto…

Maribel Acosta- ¿Y por qué ese empecinamiento tuyo casi obsesivo con la ciudad?

José Omar Torres- Una ciudad te dice la época, el tiempo, quiénes la habitaron…  con una descripción de ciudad tú tienes la historia, la condición económica del momento en que se construyeron sus edificios, las costumbres, las huellas del tiempo… En los 90 vi el desgaste de la ciudad y es de las cosas que más me preocupa hoy… que me recuerda a ese tiempo también… Estamos viendo dos ciudades: una del turismo y otra de los que la habitamos en la cotidianeidad. Recuerdo mucho al historiador de La Habana Eusebio Leal.  Y en los doce años que trabajé como Director en el Taller Experimental de Gráfica de La Habana, en plena Plaza de la Catedral, vi construir y reconstruir la ciudad soñada… Él demostró que era posible… Y esa herida del deterioro de la ciudad me persigue por la angustia del legado que dejaremos a nuestros hijos y nietos…

Maribel Acosta- Sin embargo, tú pareces detenerte más en la ciudad soñada…

José Omar Torres- Yo pinto la ciudad que hay, porque a veces en ese deterioro hay belleza; y pinto la ciudad soñada, la ciudad de la esperanza, la que añoramos todos. Nosotros tenemos grandes conquistas como sociedad, no solo en la salud y la educación. Esos son los baluartes. Están las conquistas en el acceso a la cultura, en los derechos de la mujer, en el desarrollo del pensamiento… Entonces ¿por qué se nos está escurriendo la ciudad entre las manos? En el abandono, en el no compromiso de la gente… Tenemos que librar una gran batalla en contra del no me importa…

Maribel Acosta- En tu obra transpira la insularidad… otra obsesión del pensamiento cubano de todos los tiempos. Es como si buscaras las costuras de la isla-ciudad-nación…

José Omar Torres- Somos una isla… ¡Maldita insularidad! como diría ese  escritor nuestro Virgilio Piñera. Nuestra relación con el mar yo diría que es extrema. En los años 90 viví unos meses en Colombia, fui a trabajar en la Universidad de Antioquia. En Medellín, esa ciudad llena de montañas, empiezas a buscar el olor del mar por todas partes. Estábamos viviendo en Cuba el periodo especial, tiempo difícil… y yo quería regresar a Cuba, y allí no me entendían. Pero yo no sabía vivir sin el mar de la isla… mi relación con este mar tiene que ser diaria. Eso pasa a los isleños. Hay una relación muy íntima con el mar que se convierte en simbiótica. Por ejemplo, tenemos al artista visual Kcho, que vive en la isla grande pero su obra y él mismo siguen añorando la isla pequeña de donde es él, la Isla de la Juventud. Y su obra, más que de la emigración, es su relación de tránsito con el mar entre la isla pequeña y la isla grande…

Maribel Acosta- ¿Y eso cómo lo relacionas tú con tu sentido de cubanidad y de nación?

José Omar Torres- Me resulta difícil esa pregunta. Tendría que buscar en la historia. Yo no veo una relación directa de cubanidad con la isla. Cuando miro atrás, en el siglo XIX había una relación del mar  con la entrada de muchas personas por la importancia del Puerto de La Habana… Y con ellas entraron también las partes de la cultura que somos. Si lo miramos desde ahí, sí; la insularidad y la nación se abrazan. La cubanía está en el entronque cultural que cristaliza… Lo he visto en los cubanos emigrados en otras partes… Sin embargo, si ese concepto de cubanía lo mezclas con la significación de cubanía desde la isla bloqueada y agredida, entonces posicionas otro concepto de la cubanidad, que no es solo el cubano de las costumbres y tradiciones culturales; es la cubanidad forjada en el sentimiento de  soberanía, que para mí es otra dimensión. Si bien reconozco la admirable cubanidad de quien no vive en la isla, hay una dimensión que nació con las guerras de independencia en 1868 y que la Revolución reconfiguró en su proyecto colectivo y social.  Esa es una cubanidad que nos atraviesa.

Maribel Acosta- Eres un artista visual de la poesía; por tus lecturas, referencias, alusiones directas e indirectas… ¿Cómo estableces esos diálogos?

José Omar Torres- Es una larga historia… Estudié en la Escuela Nacional de Arte en años preciosos, en que coincidíamos con músicos, teatristas, estudiantes de danza. A su vez confluíamos con poetas jóvenes y ya consolidados. Eran tiempos de juntarnos en los bancos de la escuela a improvisar. Nos visitaban en la escuela Wichy Nogueras, Alex Pausides… la escuela era un centro… Allí conocí a Cesar López, que ya era un poeta reconocido e intercambiábamos libros; en aquellos tiempos conocí de cerca del  caso Padilla y luego todo lo que convergió durante el llamado Quinquenio Gris. Mi primera exposición la hago en la Galería de L, de Extensión Universitaria y cuyo director era Fayad Jamís, quien me escribió las palabras del catálogo. Después vino mi recorrido por el Taller Experimental de Gráfica de La Habana y allí se hacían libros manuales a la manera de la imprenta del siglo XIX. En la época en que dirigí el taller, teníamos un día para la poesía. Y allí estuvieron Eliseo Diego, leyó por primera vez públicamente Sergio Corrieri, otros poetas como Waldo Leyva, que ha sido mi amigo poeta de muchos tiempos juntos…

Maribel Acosta- Claro, es que de ti no se puede hablar sin aludir al Taller Experimental de  Gráfica de La Habana… ¿Qué significado tiene este lugar en tu mundo artístico y de crecimiento personal?

José Omar Torres– Yo entro en el Taller en el año 1972, cuando era estudiante de cuarto año de la ENA, tenía diecinueve años. En el año 1973 me gradúo, gano mención en el Concurso 26 de julio de las Fuerzas Armadas Revolucionarias con una serie de grabados que se llamaron Producción y Construcción y trabajo en el taller hasta finales de 1978 en que me incorporo al entonces Movimiento de microbrigadas en el barrio de Alamar porque mi hija había nacido y no teníamos casa propia. La microbrigada era del trabajo de Vivian Acosta, mi mujer. Yo trabajaba todos los días en la microbrigada hasta las 6 de la tarde y después iba a trabajar a la Casa de la Cultura del municipio Plaza de la Revolución impartiendo clases hasta las 11 de la noche. Así estuve cuatro años. Después de eso, y ya con mi apartamento, me fui a impartir clases de grabado en la Escuela de 23 y C, pero más mezclado con el taller de Gráfica. Ya en el año 90, muchos artistas emigran provisional o definitivamente y yo recuerdo que un día estaba en una reunión del Consejo Técnico Asesor del Taller y me preguntan: ¿Y tú que vas a hacer? Y yo dije: ¡Pues yo estoy aquí! -¿No tienes que irte para el extranjero? -¡No! – ¡Bueno, entonces, tú vas a ser el director del Taller! Y así fue.  Entonces en 1991, Rubén del Valle padre, que era el Director provincial de Cultura me dice: Yo necesito que tú cubras una plaza en el Fondo de Bienes Culturales…. Yo quedé impactado.  Es que Aldo Menéndez había salido del país… y Aldo Menéndez era insustituible, hombre de mucho talento, de una formación autodidacta muy sólida y un promotor cultural excepcional. Fue el fundador del taller de Serigrafía.  Entonces de pronto estaba en los dos talleres…

Maribel Acosta- ¿Qué significaron todos esos años, en una apuesta sin la cual no se puede hablar de la cultura en la Revolución?

José Omar Torres- Mira, los 90 tuvieron una significación muy grande: Por primera vez ya con conciencia de adultez, mi generación se sentía agredida como impacto directo y vivencial. No había nada, el país no tenía nada; lo único que teníamos era el espíritu. Y con ese espíritu enfrentamos los retos de nuestro tiempo laboral y cultural… Yo recuerdo que me sugirieron que tendría que cerrar el taller en algún momento. Yo me negué… ¡-el Taller no cierra! –Te van a faltar insumos. – ¡No me importa! ¡Los inventaremos! Y así mismo. ¡Los inventamos!

Maribel Acosta- ¿Qué  hicieron?

José Omar Torres-  Se empezó a usar el papel manufacturado. Se imprimían obras encima de papel ya impreso y se lograron obras maravillosas… diluíamos las tintas… la goma arábiga se sustituía por agua con azúcar… buscamos soluciones a todo. Y lo mantuvimos abierto a la comunidad, nos convertimos en un Centro Cultural más que un Taller. Iniciamos los recitales de poesía, se sumaron a nosotros los trovadores, que siempre fueron grandes amigos del taller. Por ahí pasó todo el mundo como Sara González,  unido a su vínculo con Diana Balboa y el taller. Y Sara se convirtió en la líder de convocatorias con los trovadores. Estuvieron con nosotros, Angelito Quintero, Frank Delgado, Augusto Blanca, Gerardo Alfonso, Vicente Feliú y todos los trovadores…  Víctor Casaus iba al taller. Todavía no se había inaugurado el Centro Pablo de la Torriente Brau, estaba armándose, y el taller hizo una donación al Centro Pablo para que pudieran comercializarlo y adquirir los materiales que necesitaban… Era una manera de defender la cultura, yo diría que de forma expansiva…

Maribel Acosta- ¿Y por qué tú hablas de ruptura en tu obra? Del grabado a la pintura…

José Omar Torres-  Pues… uno envejece… Yo puedo pintar en casa tranquilo sin demasiado esfuerzo físico, mientras que el grabado lleva un esfuerzo físico grande. Hoy tenemos posibilidades tecnológicas para la producción de la obra múltiple. Eso permite la reproducción de una obra a gran escala y de alta calidad. Es cierto que el grabado tiene una magia que no voy a negar después de tantos años de ser grabador. Pero a veces uno necesita cambiar… hay quienes cambian otras cosas… yo solo cambio del grabado a la pintura… y este cambio me parece más bonito, más sano… ¡Me ha encantado pintar! Si supieras que yo realmente me gradué de pintura, lo que pasó es que terminé la especialidad grabado con el máximo de calificación y era muy amigo de Luis Miguel Valdés, que era un gran profesor, quien a su vez me arrastró al taller, y allí encontré un mundo maravilloso. Mi entrada es coincidente con grandes grabadores como Posada, Contino, Sosa Bravo, Frémez… ha sido un mundo deslumbrante…

Maribel Acosta- Tú eres un hombre de muchas lealtades, cómo te las arreglas para quedar bien con todas esas lealtades personales, familiares, artísticas, poéticas, políticas… ¿no te da agobio ser tan leal?


José Omar Torres-
  No. Para nada. Te agobia a veces la falta de lealtad de algunos. Eso sí agobia, aunque también he aprendido con el paso del tiempo que de cada cosa uno debe ver la parte mejor, no la mala. La mala, tómala como experiencia. Y es lo que he hecho con todo. Yo he tenido la suerte de tener una familia excelente, que ha dado todo por mí y yo por ellos: tengo dos hijas, dos nietos, una mujer maravillosa que cumplimos 50 años juntos y nada más que tengo 69, ¡así que fíjate cuantos años juntos! Para mí la vida ha sido muy bonita, con los esfuerzos y los tiempos duros… He tenido grandes amigos, unos muy poderosos, otros muy humildes. Y con todos me llevo muy bien y guardo la mejor parte de cada uno.

Maribel Acosta- Y en este camino de las lealtades, siempre tienes acciones muy claras en favor de la Revolución Cubana… ¿no te da miedo que te cierren puertas en el mercado del arte?

José Omar Torres-  jajajaja… Otra de las cosas que he aprendido es que en la vida se puede vivir con muy poco… Yo digo que si en un lugar no te aceptan, pues bueno… no te digo que no me interesa, sí me interesa el mercado del arte, pero si me cierran puertas, yo sigo trabajando y tal vez un día me la abren… pero ese no es el único mercado. Hay mercados en todas partes y lucho desde hace muchos años, desde los tiempos del Taller Experimental de Gráfica, por la creación y consolidación de un mercado nacional, que es tan importante. Cuando estaba al frente del Taller creamos una colección que le llamamos Colección Nacional, el grabado era ideal para esa iniciativa; creamos incluso un sello que le ponía a la obra e invalidaba su salida del país hasta pasados diez años para que no se revendiera. A partir de esta iniciativa se imprimieron obras de Roberto Fabelo, Pedro Pablo Oliva, Kcho, Rafael Zarza y muchos de los grandes artistas cubanos.  Y sus obras se vendieron en pesos cubanos, piezas que tenían 1 metro por 70 cm, de grabado, de litografía numerada, con todos los requisitos que le adjudicaban valor como obra de arte. Lamentablemente eso desapareció después.

Considero que es muy importante que exista un mercado primario interno, para la ciudadanía y para las instituciones cubanas. Tenemos como ejemplo el Ministerio de Finanzas y Precios, que tiene una maravillosa colección de arte cubano que adquirió en la década del 80 con un dirigente que confió en el arte nacional.  Es algo que no suele hacerse en Cuba. Por ejemplo, en la hotelería que se está haciendo en Cuba no se incorpora a los arquitectos cubanos. Cuando en la década más difícil del país, el turismo adquiría arte cubano, en cambio hoy se sustituye por obra impresa digital apenas sin valor cultural, reproducciones masivas sin valor. Incluso, a veces reproducen obras violando el derecho de autor. Entonces te das cuenta que falta gestión con los inversionistas extranjeros para que validen el arte cubano. Y el impacto de la no protección del arte cubano fue muy fuerte en la pandemia para los artistas visuales de la isla. Y se nos escapan las posibilidades de proteger  nuestro arte y a sus artistas.

Maribel Acosta- ¿En qué estás trabajando ahora?

José Omar Torres-   Tengo una propuesta de Omar Valiño, el Director de la Biblioteca Nacional José Martí, de hacer una exposición en la galería El reino de este mundo de esa institución. Tengo la idea- aun en trabajo de mesa- de mezclar aún más la obra con la literatura y quiero hacerla toda en papel manufacturado.

Maribel Acosta- ¿Una vez más la ciudad?

José Omar Torres- Sí, una vez más la ciudad. En esta exposición de la Galería Villa Manuela que se exhibirá hasta mayo de este año, se muestra en el último espacio de la sala, una obra en papel manufacturado. Ese será el camino a seguir en lo adelante. Si la salud me lo permite, lo hago. Espero que sí.

Maribel Acosta- ¿Para ti cual es la Cuba soñada?

José Omar Torres- Una Cuba de inclusión donde estemos todos, donde todos podamos seguir soñando, una Cuba  culta, educada, amable, laboriosa. Este es un país bendecido, donde si todos trabajamos, el país florece. Estoy convencido que el país tiene que florecer- como dice el Presidente Díaz-Canel-, a pesar del bloqueo.

Maribel Acosta- ¿Y a esa Cuba soñada le sobra la palabra  Revolución?

José Omar Torres- No. La Revolución es el tronco que surge en 1868, en las primeras guerras de independencia. Se consolida en 1959 y no podemos permitir que ese el tronco coja comején. Hay que mantener la Revolución no a costa de todo, sino a pesar de todo; que el país crezca en su economía, lo que la gente dice en la calle. Hay que oír más, caminar más.  Yo quisiera que la Cuba soñada fuera esa Cuba en que todos los líderes estuvieran en la calles, saliendo de casa un domingo a caminar entre la gente. Esa es la Cuba que yo quiero, la de sentir la ciudad y el país entre la gente.

“Habiendo llegado al tiempo en que/ la penumbra ya no me consuela más/ y me apocan los presagios pequeños; / habiendo llegado a este tiempo; /y como las heces del café/abren de pronto ahora para mí/sus redondas bocas amargas; /habiendo llegado a este tiempo; / (…)/ Y no poseyendo más que este tiempo; /no poseyendo más, en fin, /que mi memoria de las noches y/su vibrante delicadeza enorme;/no poseyendo más/entre cielo y tierra que/mi memoria, que este tiempo;/decido hacer mi testamento./Es este:/les dejo/ el tiempo, todo el tiempo”.

Eliseo Diego

 

(*)  Periodista cubana, especializada en televisión. Es profesora de la Facultad de Periodismo de la Universidad de La Habana y   Doctora en Ciencias de la Comunicación.

Fotos: Cortesía del artista y de la Galería Villa Manuela/ Obra de portada: Litoral habanero/ José Omar Torres.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *