Cuba

Cuba: 20 de mayo

Por Ernesto Estévez Rams.

El 20 de mayo constituyó el aparente fin de la angustia existencial de los patriotas cubanos, quienes veían, después del batallar de décadas, el sueño de la república independiente alejarse con la prolongación de la ocupación norteamericana. Ese contexto es necesario entenderlo para entender las complejas circunstancias en que nuestra primera república nació.

Sobre las manquedades con que se daba el parto, algunos, desde la ingenuidad o la resignación, creían que se tendrían espacio y tiempo, desde el orden que se establecía, de enmendar las deformidades. La república no nacía como la soñaron, pero nacía al concierto mundial como Estado independiente. Ya se ha señalado que nuestra independencia se hizo a costa de traicionar la revolución social que ella portaba.

El 25 de marzo de 1901, en las oficinas del secretario de Guerra de EEUU, Elihu Root, se decidió que el traspaso de poderes ocurriera un 20 de mayo. El Gobierno interventor, que se había negado a oficializar el 10 de Octubre o el 24 de febrero como fiesta nacional, con toda intención escogió una fecha sin raíces en la historia patria, para de esta forma desvincular simbólicamente lo que surgía, no solo de lo precedente colonial, sino de la gesta heroica que lo había derrotado.

Escogido un día después de la caída del Apóstol, la fecha de la inauguración republicana estaría asociada a la muerte del diseñador de la república virtuosa, a la vez que se desmarcaba, en la práctica, de la aspiración martiana: «es lo que hay», parecía decirnos el recolonizador yanqui que, insolentemente, decidía por el cubano la fecha de inauguración de la virgen republicana, no sin antes reclamar el derecho de pernada. El acto de manipulación simbólica quedaba de esta forma consumado: del luto martiano se pasaba, justo a las 12 de la noche, a la alegría fundacional. El gobierno de Estrada Palma, nuestro primer presidente, que no había ocultado, desde la guerra, sus sueños húmedos de irse a la cama con los yanquis, pronto declaró, en igualdad de condiciones, el 10 de Octubre, el 24 de febrero y el 20 de mayo, como las tres fechas trascendentales de nuestra historia. De esa forma, una fecha impostada desde las oficinas del Gobierno de EEUU, adquiría el estatus mitológico de otras fechas marcadas por la genuina voluntad de los cubanos, de ser libres o morir en el intento.

Y estaba la cuestión del «agradecimiento», la fecha debía ser, no solo símbolo de la república a la que habían aspirado los hijos de la nación cubana, sino, sobre todo, fecha de agradecimiento al imperialismo yanqui, por el «favor de habernos hecho libres».

Al decir de Ana Cairo, «el 20 de mayo generó una historia dentro de una República neocolonial». Hay que leer a Ana Cairo para entender el complejo proceso de legitimación que se emprendió, desde la hegemonía alcanzada ese día por las fuerzas neocolonizadoras, para hacer de esa fecha una alegoría que escondiera la mediatización política que representaba la Enmienda Platt, la legalidad constitucional de EE. UU. de intervenir a su antojo en el país y su autoridad de atribuirse la última palabra en asuntos de competencia soberana de Cuba.

La república entonces se enfatizaba como la realización final de la nación, al encuentro del país que había ido cristalizándose en su pueblo y su cultura por todo el siglo anterior, y que ahora estaba en condiciones de realizarse de manera próspera en los caminos de la civilización moderna, dentro del legado patriótico del pueblo.

Pero una cosa son las hegemonías burguesas y otra, el pueblo. Una cosa es la república dorada como estatua tiesa a la entrada del Capitolio, y otra la república representada, ya como caricatura, en el número del 22 de mayo de 1927 de la revista Carteles, en la cual, cercada por los poderes reales, muestra el rostro cadavérico de quien es víctima del asalto sistemático.

Una cosa era la república que se festejaba en los salones de los palacios, y otra en las calles humildes del país. Para nuestra burguesía clientelar, se celebraba el fin de la historia; para el pueblo, un punto de partida. No existen repúblicas universales ajenas a su contexto y a su orden socioeconómico.

Al decir de Fernando Martínez Heredia, la que surgió en Cuba el 20 de mayo de 1902 fue una república burguesa neocolonial. Dentro de ella, todo lo que fue posible como avance se intentó, y no poco fue alcanzado, pero más importante aún, en la medida que decursaba, aquel agotamiento social de origen se hizo crónico hasta que la ruptura se hizo inevitable. Todo lo bueno que tuvo esa república se hizo en la cárcel de su orden excluyente, tan solo explorando y ocupando el espacio que nuestra condición neocolonial permitía. Y ocupar ese espacio totalmente, hasta revelarlo asfixiante es, en términos históricos, un paso imprescindible para plantearse con éxito romper los barrotes que impone. La revolución del 33 y la historia que le siguió demostraron que, dentro de sus cánones, ya poco se podía pedir para un país necesitado de nuevas hegemonías. Más aún, demostraron, que a esa burguesía cubana neocolonial no le quedaba nada que ofrecer como fuerza de avance.

Como Marx escribió en el 18 Brumario de Luis Bonaparte, la burguesía no puede sustraerse de generar sus propios sepultureros. En los hornos profundos de esa república brutal de injusticias, se fueron gestando, en proceso de forjas sucesivas, las condiciones de la ruptura y sus protagonistas. Aquí hubo una Revolución el 1ro. de Enero porque hubo un Estado burgués neocolonial que destruir cuando ya no tenía nada que darle a Cuba.

Y al destruirlo, asumiendo de esa república lo que a Cuba le dio de necesario, se destruyó el símbolo del 20 de mayo como fecha arbitraria impuesta desde la metrópoli, y tótem colonizador contrapuesto al 10 de Octubre y al 24 de febrero. 

Si al nacimiento de la república neocolonial burguesa la marca el desarme de las fuerzas mambisas frente a un poder extranjero, al 1ro. de Enero, hija legítima de las otras dos fechas heroicas, lo marca la entrada de los mambises a Santiago. Ese día de Enero, los sepultureros del orden colonial avasallador enterraron la agotada república de oprobio, y afirmaron desde el poder, el propósito unido de lograr la verdadera independencia, a la vez que se intentaba, tomar el cielo por asalto.

En eso andamos.

Tomado de Granma.

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